Posters
Aunque los profetas de la contracultura dicen que la postermanía ya se ha pasado, lo cierto es que ahora va a empezar en España la postermanía política nacional, inaugurada con un póster de Felipe González a veinte duros. Puede ser un fetiche para las cabecitas locas y las boquitas pintadas del socialismo y puede ser una pasta para la causa.Antes de la guerra, como éramos afrancesados y alfonsinos, se decía affiche, que quedaba más parisino y librecambista. Después de la guerra, con la transvaloración nietzscheano-vertical de todos los valores, o sea el reciclaje falangista, se decía cartel, que era lo autóctono, o sea como le gustaba a Unamuno, que era un casta vestido de cura que va de viaje. Y ahora decimos póster porque somos más londinenses y euroloquesea.
Pero nuestros jefes nacionales siempre han sido muy mirados en eso del póster y la caricatura, y su intangibilidad iconográfica daba bien la medida de su intangibilidad política. Una vez al «ABC» se le ocurrió sacar una caricatura de Girón, siendo éste ministro de Trabajo, y en seguida salió el «Libertad», de Valladolid, fundado por Onésimo Redondo, diciendo que el «ABC» era un pequeño colega y que sí para el «ABC» los ministros del Régimen eran feos. Creo que fue Alberto Crespo, entonces director del periódico castellano-falangista, quien llevó la polémica. Todavía no había nacido Peridis, ese griego bajito de Pozuelo, para convertirse en retratista de cámara de Girón.
Y si hubiese nacido, a lo mejor le habrían fusilado o así, digo yo. Aunque no creo.
Cuando De Gaulle era un bolígrafo y Kennedy era un llavero, aquí nuestros políticos no eran nada, porque los de derechas no se dejaban dosificar y los de izquierdas estaban callados como muertos, lo cual no tenía mayor mérito por su parte si consideramos que la mayoría estaban realmente muertos. Como ya antes de la caída de Bilbao una imagen valía más que mil palabras, resulta que mi generación ha vivido abrumada por iconografías plurales. Fuimos a un colegio de párvulos que tenía la fachada como sellada en seco por los retratos de Franco con casco y José Antonio a pelo. Fuimos al cine con la primera novia bajo la imagen implacable y panorámica de un John Wayne que decía que el mejor indio era un indio muerto. Y hemos ido al primer apartamento de la primera progre que se dejaba, bajo la imagen del Che y de Fidel, de Allende y Mao, de Trotsky y Miguel Hernández, con lo que comprenderán ustedes que tuvimos un gatillazo total (o fiasco, para decirlo más fino, como Stendhal), porque con tantos rojosdelante no hay quien se porte como gitano legítimo.
Ya no nos dejan hacer el amor ni la guerra en la galaxia Gutenberg, que era nuestra nebulosa sexual y literaria, sino que nos han deportado al mundo reaccionario, canadiense y macluhanizado de lasuxagen, y cuando ya todos hemos visto a Nixon luchar contra el estreñimiento en un póster gigante, resulta que los políticos nacionales se lanzan a la postermanía. A mí me parece bien Felipe vestido de Nadiuska lagarterana (porque lo que importa es que el otro día encabezó en Sevilla una manifestación pro-amnistía), y no me parecería mal Tierno vestido de Montesquieu, con aquella permanente que llevaba Montesquieu, pero también me gustaría Fernández de la Mora posando para un póster de Maeztu-Mortadelo, y Fraga como un centauro híbrido de Maura, Cánovas y guardia civil.
Y es que lo importante es que ha caído la intangibilidad de las personas, el carisma de los hombres providenciales y la aureola de hojalata de los conductores de la Historia. La imaginación, al poder, y los políticos, a los pósters, porque el político que no aguante el póster, la caricatura y la crítica no constructiva, mal va a aguantar unas elecciones generales con todo. Me pido el primer póster de Felipe para mi ligue, que es PSOE pura sangre, la tía.
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