Recuperación de Ciges Aparicio
El nombre de Ciges Aparicio es el de otro de esos escritores que el corte con una continuidad histórica y literaria ha llevado a un injustificado olvido. Como en otros casos, también su reaparición actual le descubre más próximo a la narrativa de hoy de lo que las fechas podrían sugerir.Ciges había nacido en el pueblo valenciano de Enguera, en 1873, pero el recuerdo le acerca a tiempos más adelantados, gracias a la actividad en que transcurrió su vida hasta su violenta muerte al iniciarse el verano de 1936 en Avila, donde había sido gobernador hasta pocos días antes. Gran parte de ella la absorbió eI periodismo -El País, El Imparcial, El Sol-, donde alguna vez fue él mismo noticia sensacional, como al levantar una campaña contra la actuación de las autoridades militares en Cuba, en la etapa Weiler, que le valió dos años de dura prisión en el castillo cubano de La Cabaña.
Los Caimanes,
de M. Ciges Aparicio.Ediciones Turner. Madrid 1976.
Esa condición y ese oficio periodísticos colocan a sus novelas dentro de un realismo nervioso y testimonial. Si la crítica le ha situado alguna vez en la generación del noventa y ocho lo ha hecho más por inercia clasificativa que por exactitud. Su vinculación con aquélla se encuentra en las ideas: denuncia del atraso de España, del caciquismo, el analfabetismo, la incuria, es decir, con la frase de la época, de los males de la Patria.
Diverge en cuanto a exposición y estilo, por no incurrir en cuanto significa modernismo o estetismo. Narra porque le interesa lo que tiene que contar, y, aunque se le advierte la preocupación del estilo, en otras ocasiones la olvida y se entrega a expresar directamente, apretando los hechos y dejando en segundo lugar psicología, trama y hasta descripciones.
Así ocurre en esta novela, publicada en 1931, aunque con evidente recogida anterior de documentación, bien acompañada de recursos personales. Es, como hoy se diría, una novela de personaje. Todo el hilo narrativo sigue la vida de un hombre, desde su orfandad y pobreza hasta su encubrimiento y posterior caída. Lo importante es que las andanzas del personaje están insertas en un fondo que adquiere tanto relieve como el propio protagonista: un pueblo del levante español no costero, donde existe una tradición industrial textil y una situación histórica: la primera guerra mundial y el crecimiento de la industria a favor de las necesidades de la Europa aliada. Ciges da un testimonio preciso de fenómenos económicos y sociales, sin perder el compás de la novela; da el detalle de costos y de alzas, de beneficios y de salarios.
Narración realista, más próxima al modo de hacer de Blasco Ibáñez que al de los hombres del 98, sorprende en tres o cuatro pasajes por una descripción más rápida, con imágenes, muestra de que para el escritor no habían pasado en vano las renovaciones de la vanguardia. La lectura denuncia la existencia de una realidad que el lector bien conoce. Podría encontrarse el nombre que corresponde al pueblo, levantino, que se encubre con uno literario, al uso de la novela realista. Igualmente corresponden a la observación directa los capítulos que tienen por escenario París. Un París envuelto en la guerra, que Ciges Aparicio conoció muy bien en uno de sus destierros políticos. Su pluma se hace colorista al dar vida a las tertulias españolas, con tonos que hacen recordar la tradición picaresca.
Novela reportaje, novela social, novela testimonio, es en todo caso novela para no ser tenida en olvido.
José Esteban, buen conocedor de la narrativa de este soterrado momento de nuestras letras, traza una adecuada presentación del novelista que hoy recupera y que figura en la dolorosa nómina que puede encabezarse con García Lorca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.