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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tiempo y muerte de García Lorca

El 13 de septiembre de 1937, con motivo de la Exposición, se celebró en París un acto en homenaje a Federico García Lorca. Nota atractiva del mismo fue la representación de una escena inédita de una obra entonces desconocida: Romance del maniquí, de la pieza dramática Así que pasen cinco años. Hora de España, en noviembre, del mismo año, publicaba la escena, acompañada de un comentario debido a Max Aub, reproducción del texto con que fue presentada en París.En ella se insistía en el valor de la forma, el romance, como vehículo de una creación literaria, «devolviendo al pueblo lo que era del pueblo».

La obra era inédita y no representada. Podría leerse entera cuando se hizo la primera publicación, en Buenos Aires, de sus obras completas. No representada aún excepto en audiencias escolares o minoritarias; esta condición ha contribuido a que permanezca en situación de semiolvidada o semignorada. La otra es ese hermetismo dificultad de que han hablado los críticos, su carácter de obra cerrada: «Es arduo el empeño -dice su actual presentador, E. F. Granell- de levantar siquiera una orilla del manto de ceniza que cubre la Leyenda, obra la más hermética de todas las de Lorca: su creación mayor».

Así que pasen cinco años y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Federico García Lorca, Madrid

Taurus Ediciones (Temas de España, 94). 1976.

La pieza se escribe en 1929 y 1930. Sabemos de una lectura de algunas escenas en La Habana, -en 1930. En 1931 se revisó y dispuso para su posible estreno, cosa que se preparaba en junio de 1936.

Esta relación de fechas contribuye a comprender los caracteres de la obra, que se aparta de la tradición realista por causas que hoy bien pueden calificarse de lorquianas, Las audacias y logros de la Vanguardia, todavía viva, son visibles en la despersonalización de los Personajes -el joven, el viejo, el gato, el niño-, y en la condición de algunos de ellos: la heroína del lazo amoroso es la mecanógrafa, y el amante que se introduce entre ella y el novio, el jugador de rugby. En el ambiente, de gastado barroquismo de interior hogareño de fin de siglo, constante en Lorca, destacarán el casco y el traje niker del jugador, como el esquematismo y simbolismo del maniquí y de los trajes de los personajes.

Raíces próximas de la Vanguardia, con directos entroques en el cubismo. (Volvamos a las fechas, recordemos Poeta en Nueva York). Pero también seguiríamos marcando huellas hasta la tragedia griega. Porque bien ha podido decirse que Lorca era el teatro. A la comedia que ahora se nos ofrece impresa de nuevo llegan todos los momentos en que el teatro ha renacido de sí mismo. De ellos supo Lorca apresar sencillez y, al mismo tiempo, profundidad. Deshumanización y agonía, chispear de farsa y monodiálogos sobre el existir del hombre. Con el Arlequín y el Payaso entran lo que la Commedia dell'Arte o los diálogos de clowns tienen de juego y de burla con la condición humana.

La forma, la expresión, se corresponden con este resolver conceptos, teatrales para expresar la propia tragedia. Hay en ella prosa, hay verso -Max Aub nos desorientaba al resaltar el único romance-, hay toda la poesía lorquiana, hay versos de corte clásico o de canción popular, hay el misterio del surrealismo con el de las retahilas, a veces incoherentes, de los juegos infantiles.

Leyenda del tiempo, la subtituló, como temiendo que no diéramos fácilmente con su clave. Esos «cinco años» pueden tomarse a veces como concreción de un tiempo cualquiera. Lo importanté de este tiempo es su transcurso y su inseparable relación con la muerte, a la que conduce.

El paso del tiempo lo marcan ya el enfrentamiento del viejo y el joven al alzarse el telón, lo recalcan palabras del amigo 2º relacionadas con la vida del hombre..., lo hacen palpables los saltos en la línea narrativa.

Y la muerte,como en tantos momentos de la obra de Lorca, está presente una y otra vez. Tiempo y muerte. Un solo ejemplo: los quince años de la muchacha son 15 nieves, 15 niños, 15 aires, 15 alas, pero también 15 granos de arena.

Para Eugenio F. Granell -pintor surrealista, autor de la sorprendente Novela del indio Tupinamba (1959), surrealista y política-. Así que pasen cinco años es una tragedia profética (entre 1931 y 1936 pasan cinco años), en que el poeta intuyó, aun, sin darse cuenta, su propio destino.

El prólogo, sugerente, se acerca a la obra desde las fuentes surrealistas y arroja variada luz sobre la fabulación lorquiana.

Completa el volumen la aleluya erótica, Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, no en inclusión arbitraria, sino por razones profundas de afinidad, que Granell establece, en su estudio preliminar, desde la muerte del protagonista a tantos otros elementos que las muestran surgidas del mismo impulso creador, «en que laten la poesía, la libertad, la vida, el amor y la muerte».

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