La deuda con el exilio
UNAS DECLARACIONES de Francisco Giral a EL PAÍS en su número de ayer vuelven a poner de actualidad el doloroso tema del exilio. El regreso a España, tras casi cuarenta años de ausencia, de Claudio Sánchez Albornoz y Salvador de Madariaga, seguramente ha llenado de perplejidad a quienes sólo tenían vaga noticia de su existencia. Ambos han realizado una amplia obra, gozan de prestigio internacional y expresan opiniones políticas moderadas y conciliadoras. ¿Por qué han pasado casi la mitad de su larga vida en el exilio? ¿Qué había impedido hasta ahora su retorno?No es ésta la única interrogante, que la vuelta de los dos octogenarios liberales plantea. Quizás más importante aún sea hacer un examen colectivo de conciencia para saber si los. españoles tienen alguna deuda contraída con quienes permanecieron fuera de su patria durante tan largo tiempo. En el caso de que tal deuda exista, ¿es una retribución suficiente autorizarles la entrada en el país sin detenerles ni procesarles?
Nada puede asegurar con certeza cuáles serán los escritores ingresados en la Real Academia Española desde 1939 hasta nuestros días, que pasarán a la gran historia de la literatura española. Es seguro, sin embargo, que ocupan ya un lugar indiscutible en ella Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Luis Cernuda y León Felipe, fallecidos en el exilio, y los todavía vivos y transterrados Jorge Guillén y Rafael Alberti. Ninguno de estos nombres figura, para vergüenza de todos, en la lista de los llamados inmortales. ¿Quién pagará esa deuda? Para los muertos la reparación es inútil; para los vivos, es ya demasiado tarde.
Pero que nadie respire con alivio al comprobar que la responsabilidad se halla confusamente diluida y que, el transcurso del tiempo ha resuelto el problema. Tampoco la España peregrina se compone sólo de grandes poetas. ' Buen número de valiosos intelectuales y científicos del primer exilio y de la emigración posterior (motivada por las discriminaciones políticas o por el interesado cerrilismo de nuestros grandes caciques universitarios) aguardan la hora del regreso, no como turistas, sino como ciudadanos activos. Esa deuda debe pagarse, además de por razones morales, por puro egoísmo. Se trata, simplemente, de incorporarlos a la vida académica y universitaria española, no sólo para agradecerles la labor que han realizado en las duras condiciones del destierro, sino para vigorizar y renovar nuestra cultura y nuestra ciencia.
Nadie se había acordado de Severo Ochoa antes de la concesión del Premio Nobel. ¿Acaso ya no hay españoles ilustres en esa situación?
José Ferrater Mora, Juan Oró, Juan David García Bacca,, Manuel García Pelayo, Vicente Llorens, Juan Linz, Diego Catalán, Francisco Giral, Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, José Luis Sert, Adolfo Sánchez Vázquez, Ricardo Gullón, Juan Comas, Germán Bleiberg y Nicolás Sánchez Albornoz son algunos de los nombres que vienen a la memoria al hacer una lista de urgencia que tendría que ser completa. ¿Alguien les ha propuesto volver a España con el rango intelectual y académico que la comunidad científica internacional les-reconoce? ¿Tendrán que esperar a cumplir los ochenta años, como Claudio Sánchez Albornoz o Salvador de Madariaga, para que se les rinda el cómodo homenaje de la jubilación honorífica? ¿O regresarán por la puerta de servicio, como en el caso de Arturo Duperier?
El control de las mafias, sectas y camarillas sobre los tribunales de oposición a cátedras universitarias, si bien no logró impedir el ingreso en la docencia a excelentes profesores o investigadores, llevó a los escalafones, a lo largo de.cuatro décadas, a ilustres mediocridades y condecorados incompetentes. Pero esto no puede servir de excusa para impedir el retorno, con pleno derecho y en el lugar que les corresponde y_que se merecen, de los grandes valores de nuestra cultura, entre los que -dicho sea de paso- necesariamente figuran los cinco exiliados de la Uníversidad española de más reciente. fecha: Aranguren, García Calvo, Tierno, Valverde y Tovar.
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