Una película francesa "a la americana"

Flick Story, como su título, sugiere, es una película francesa «a la americana o una película americana «a la francesa» según se mire pero ante todo un dúo, Delon-Trintignant, un duelo en la realidad yen la ficción dramática, entre el mejor, actor joven de Francia -ya no tan joven-, y el actor más comercial de nuestro cine vecino. Trintignant compone un tipo a los Bogart, oscuro, sereno, frío, con suficientes rasgos para justificar su personalidad de psicópata al parecer basada en un personaje real, mientras Delón presta sus facultades bastante más limitadas, a un policía que rechaza los procedimientos de sus colegas. Hay como siempre, como último filme de Aldrich que responde a parecidos, un comisario jefe poca hábil que descarga su ineptitud y su miedo a la prensa, en reprimendas a sus subalternos, esperas, huidas, interrogatorios y, cosa rara poco sexo .Parece como si la película, siguiendo la moda actual, se hallara dedicada a narrar las virtudes y los pecados del planeta masculino en exclusiva. Bien ambientada en los años cuarenta, parece que en un principio fuera a plantearnos algún problema específico de la segunda postguerra secuelas políticas, cuentas sin resolver o residuos de pasadas, tragedias. Pero pronto comprendemos que nos equivocamos. La novela de Roger-Borniche tal, como aquí se nos presenta trata sólo de un hecho individual: la vida cotidiana de un agente de la ley que, aparte de sus buenos modales con los detenidos -cosa siempre de agradecer-, sólo aspira a casarse y ascender como todos los humanos, en tanto enciende pitillo tras pitillo.Jacques Derey ha huido en su relato de toda espectacularidad, lo cual, como se sabe, en este tipo de filmes puede llegar a ser un arma de dos filos, sobre todo cuando, una vez la acción concluida se nos sirve un epílogo que poco añade y que no se sabe que misión desempeña en la película.

Si hemos de ser justos, el duelo a que aludimos en un principio queda en tablas. Delón no llega a ser un gran actor, pero tampoco desagrada; Trintignant que sí lo es, no consigue, en cambio quitarse de encima la sombra de tanto «duro» americano, psicópata o no, que Bogart a la cabeza se interpone entre su sonrisa y nosotros, en tanto mata, escucha el piano o hace el amor discretamente, al estilo de los años o mejor de los filmes de los años cuarenta.