Una visión totalizadora de la poesía de Aleixandre
Nos ofrece Pere Gimferrer en las cuatrocientas páginas de esta antología total una amplia selección de los doce libros poéticos de Aleixandre, desde el inicial Ambito, que vio la luz en 1928, hasta Diálogos del conocimiento, el último de sus libros hasta ahora aparecidos, publicado en 1974. En total, 323 poemas, fruto escogido de una tarea poética que ha alcanzado ya el medio siglo, si se tiene en cuenta que los primeros poemas de Ambito fueron compuestos en 1924. Una tan amplia antología permite al lector interesado en la obra de Aleixandre no sólo recorrer paso a paso sus etapas sucesivas, deteniéndose en sus libros culminantes, sino también deducir de ese largo recorrido, una serie de consecuencias y clarificaciones sobre la personal visión del mundo y la metafísica del universo que esa extraordinaria obra nos revela, y que la crítica, desde Damasco Alonso y más detenidamente desde Carlos Bousoño en su magistral libro sobre Aleixandre hasta Pere Gimferrer en su prólogo a esta Antología total, ha venido poniendo de manifiesto a lo largo de los últimos veinticinco años (la primera edición del libro de Bousoño se publicó en 1950).
Antología total, de Vicent Aleixandre
Barcelona. Editorial Seix Barral.1976.
Visión metafísica
Se trata, como es sabido, de una visión metafísica de universo contemplado como unidad integradora cuyo árbol sustentador es el impulso amoroso. De aquí que se haya hablado de panteismo erótico o de panerotismo a propósito de la poesía de Aleixandre, sobre todo, en su primera fase que se cierra con Sombra del paraíso. Pues, como ha visto bien Gimferrer, la reivindicación del cuerpo y de la materia como sustancia dinámica amorosa, como fuerza erótica que rompe las barreras, los límites que intenta separar y no unir, es la raíz de la cosmovisión aleixandrina.
Diversidad
Unidad, sí, pero también diversidad. Hace más de cuarenta años, en 1932, publicaba Luis Cernuda en la revista «Los cuatro vientos» un trabajo sobre la poesía de Juan Ramón Jiménez con este título: Unidad y diversidad, que podría servir también para definirla poesía de Aleixandre. Siempre he pensado que el alto prestigio de que hoy goza el autor de Sombra del Paraíso, sobre todo, entre los jóvenes, y también en la crítica más exigente, se debe en buena parte a su capacidad para renovar su pensamiento poético y su expresión, sin dejar por ello de ser fiel a sí mismo: a su «oculto fuego originario». Porque esa diversidad a que acabo de referirme no alude sólo a la variedad de temas y visiones de la existencia, sino también a las formas, a la expresión.
Peculiaridad
Con razón escribe Gimferrer en su admirable prólogo: «Pocos poetas hispánicos contemporáneos son al tiempo tan peculiares en su expresión y tan diversos en ella a los largo de su carrera como Aleixandre; pocos tan reconociblemente fieles a sí mismos.» Ese poder de renovación, de enriquecimiento de la materia y el lenguaje de su poesía, a cada nueva etapa, explican quizá que el fervor y la admiración que los jóvenes poetas españoles sienten por la obra de Aleixandre continúen hoy vivos. Esos lectores, y otros menos jóvenes, pero no menos fieles, han podido presenciar el gradual ensanchamiento del ámbito y de la materia de una lírica que quería ser a la vez una aspiración hacia la luz y una profunda verdad comunicada, y que al mismo tiempo sabía renovar su técnica y su atmósfera, trascurriendo del irracionalismo surrealista al realismo, del paraíso a la historia, de la naturaleza al hombre, del yo al tú y al ellos, del compromiso a la meditación, y del monólogo alucinado a los diálogos del conocimiento. La mirada del poeta y su expresión podían cambiar con la aventura del tiempo, pero el poeta era siempre el mismo. Y su voz -lo que vale tanto como decir su verdad poética- la reconocemos sin vacilar tanto si escuchamos los poemas irracionalistas, cercanos al surrealismo, de sus primeros libros -Espadas como labios, Pasión de la tierra-, como los de aquellos otros en que el poeta ha cantado las fuerzas elementales de la Naturaleza y la unidad amorosa del mundo -La destrucción o el amor, Sombra del Paraíso-, o los temas del vivir humano y de la solidaridad -Historia del corazón, En un vasto dominio-.
Grupo autónomo
Acierta Gimferrer al señalar en su prólogo que los dos últimos libros de Aleixandre -Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento- vienen a formar un grupo autónomo dentro de su obra, y al mismo tiempo son la culminación de ella. Se podría hablar, quizá, a partir de esos libros, de un nuevo Aleixandre de una nueva y sorprendente etapa de su lírica, que enlaza, por algún cabo, la atmósfera alucinada e irracionalista con la etapa surrealista de Pasión de la tierra y Espada como labios. ¿Qué son los Poemas de la consumación sino una honda mirada, desde la vejez, hacia los sueños, seres, fantasmas e iluminaciones que han poblado la vida del poeta? Un delirar lúcido en voz baja, un susurro o soliloquio inspirado que el poeta parece decirse a sí mismo, en la soledad y en la penumbra de su gabinete, desde una ladera aun humana, pero ya más cerca del acabamiento final que es la muerte. La muerte que es decadencia, degradación, y también máscara grotesca, mentira devastadora. Libro desolado y trágico, confesión lúcida hecha desde una conciencia abrumadora del fin de la vida, de que no hay ninguna esperanza tras ellas, y de que sólo la juventud merece ser cantada, porque sólo ella es la dicha sin peso -«Vida es ser joven, y no más»- nos dice el poeta en un verso.
Complejidad
La Antología total que ha preparado Gimferrer se cierra con una selección de siete de los Diálogos del conocimiento, el último de los libros publicados, hasta ahora, por Aleixandre. Libro de técnica distinta y de una complejidad aun mayor. Porque lo que intenta Aleixandre en ese libro es una indagación profunda sobre la realidad del mundo y de la vida desde una visión contrastada que intenta penetrar en ella por todos sus poros y desde ángulos distintos y aun opuestos. Esta contrastación de una realidad inmensamente compleja y varia, ha obligado al poeta a utilizar una técnica que es nueva en su poesía: la del poesía dialogado en que personajes muy varios -algunos tomados de la vida, otros de la historia y la literatura (la maja, el lazarillo, el Inquisidor, Proust y su personaje Swan)- dialogan o, mejor, yo diría que cruzan sus monólogos y soliloquios, creando una atmósfera misteriosa en que la palabra, a ratos alucinada y a ratos sentenciosa, con frecuencia ambigua como la existencia misma que trata de indagar, parece perseguir un conocimiento a través de lo que el propio Aleixandre ha llamado una visión perspectivista del mundo, cuya pluralidad, para usar un vocablo muy en auge en la actualidad política española, exige también pluralidad de visiones, que reflejen y contrasten los infinitos perfiles de aquella huidiza y diversa realidad.Aconseja al lector que no se pierda el prólogo de Gimferrer, quien nos entrega una visión personal y penetrante del vasto texto aleixandrino.
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