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Una vieja profecía

Los que somos viejos tenemos el privilegio de haber vivido situaciones cuyo recuerdo puede ser útil en tiempos actuales. Así es cómo lo que se dice en estos momentos en Cataluña y sobre Cataluña me ha recordado un discurso de Cambó dicho en una hora crítica; es decir, en el debate sobre el Estatuto de Autonomía que tuvo lugar como consecuencia de los hechos del 6 de octubre de 1934. La mayoría del Parlamento votó una arbitraria suspensión de aquel Estatuto frente a los que defendían su vigencia y a los que habrían aceptado una revisión. Y Cambó dijo, entre otras cosas: «¿Por qué ningún enemigo del Estatuto se atreve a pedir su revisión? Es porque la revisión, legalmente, implica, como uno de los trámites, el «referéndum»...(Y) el día en que se celebrase el «referéndum», nosotros, que hemos sido vejados, perseguidos por los que ejercían las funciones del poder autónomo de Cataluña, votaríamos a favor del Estatuto, haríamos campaña a favor del Estatuto. La reacción favorable sería tan enorme que nadie podría atreverse jamás a decir aquí lo que se ha sostenido estos días: que Cataluña desea ser libertada del Estatuto. No; precisamente lo que ha ocurrido con el Estatuto ha estimulado a los catalanes con más ahínco a querer el Estatuto ... » Y luego añadió: «Nosotros diremos al pueblo de Cataluña que tenga fe sin límites, que su victoria es segura» (Aplausos y fuertes rumores) «Que el reconocimiento de su derecho autonómico vendrá otra vez. Porque, no os hagáis ilusiones, pasará este Parlamento, desaparecerán todos los partidos que están aquí representados, caerán regímenes, y el hecho vivo de Cataluña subsistirá». En su obra sobre Cambó, Jesús Pabón dice que el orador habló «con sinceridad y vehemencia». Bastantes años después me contaba la impresión profunda que produjeron en él aquellas palabras de Cambó. En su libro recuerda, a continuación: «El aplauso que los diputados de la Esquerra tributaron al discurso de Cambó fue cosa digna de ver ... » Y añade: « ... Martínez Domingo (de la Lliga), presidente interino del Parlamento catalán, presentó ante el Tribunal de Garantías un recurso de incostitucionalidad contra la suspensión del Estatuto; el Gobierno de la Generalidad depuesto y prisionero, se solidarizó con el recurso». Casi no sería necesario añadir nada más. El Estatuto fue plenamente restablecido después de las elecciones de febrero de 1936. Luego aparece derogado en un decreto de 5 de abril de 1938, llevado a la práctica al ser ocupada Barcelona. Han pasado más de treinta y siete años. Pero las palabras proféticas de Cambó continúan vigentes. Han desaparecido partidos, han caído regímenes, y el hecho vivo de Cataluña subsiste. La experiencia del largo paréntesis ha llevado aún más hasta el fondo de nuestra conciencia de catalanes la convicción de que el Estatuto -es decir, una amplia autonomía- nos es indispensable. No hace muchos días, un viejo político catalán de izquierdas -un hombre de mi tiempo- me decía: .«Envidio a los políticos catalanes de hoy, que cuentan con una unanimidad del pueblo sobre la autonomía muy superior a la de aquellos tiempos....» Yo también lo creo así. Y creo que el hecho ha de ser conocido tal como es por todos aquellos que se interesen por el porvenir político de España.

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