Ullán renuncia al Premio de la Joven Crítica
El sábado 8 se votaron los premios de la joven crítica 1975 por un jurado recortado de dimisionarios. Además de los que ratificaron su decisión del año anterior -entre los que se encontraba el premiado Ullán- desaparecieron -siete miembros más. Los premios, para José Miguel Ullán, que ha renunciado en telegrama desde su precipitada mili en Santa Cruz de Tenerife, por Frasses; a Borges, por el Libro de Arena, en narrativa, y en ensayo a Ignacio Gómez de Liaño, por sus Juegos del Sacromonte.El ambiente en que se desarrolló la reunión de los Jóvenes Críticos para la concesión de su tercer premio anual, fue la franca descomposición. Hasta los más empeñados en su continuidad tenían clara la inutilidad y sobre todo la fatalidad de esa especie de esfuerzo, de lo que al final no es más que autonombramiento y que únicamente podría servir de ser tomado como ceremonia lúdica y cachonda. Ya el año pasado, a raíz de lo mismo, comenzaron las dimisiones. La evidencia de la falta de base del jurado, de la inexistencia de una crítica coherente, mínimamente independiente o nueva en España, y las mismas condiciones materiales de existencia de los críticos y del desarrollo de su trabajo hicieron pensar que aquél era un juego demasiado inútil y poco divertido. Este año se planteó su disolución, y después la posibilidad de un enlace con la realidad política y cultural española en base a un comunicado a la prensa. Como no salió, cuatro miembros del jurado consideraron inútil su presencia allí. Sólo Villán se quedó a cenar como informador.
La primera votación, la de poesía, pasó sin pena ni gloria. El premio, a Ullán, por su libro Frases. El segundo, para la antología de Gil de Biedma. Y ya con la segunda votación, llegaría el segundo gran escándalo de la noche: la introducción como candidato del Libro de Arena, de Jorge Luis Borges, y la posterior concensión a éste del premio narrativa. De alguna manera, y aunque muchos de los que allí estábamos -con voto o sin él- sean o no borgianos de naturaleza, parecía evidente que, dada su universal consagración, su universal reconocimiento, e incluso su papel político, el premio de la joven crítica se mordía la cola. Nada de nuevos papeles, nada de «sacar adelante aquellos textos importantes pero marginados por la industria editorial», que era el principal argumento de los posibilistas, que votaban la continuidad. Y para subrayarlo dimitieron Porla y Jover, y minutos más tarde Domínguez Rey. El de ensayo, de transcurso normal, se dio a Ignacio Gómez de Liaño por su trabajo Los juegos del Sacromonte. El de Intertextos, a Nieva por su Teatro furioso, y en las menciones especiales, aparte del unánime recuerdo a Guztavo Fabra Bareiro, el compañero recientemente fallecido, se dio a Oroza por la totalidad de su obra, y se recordó como mención la «solidaridad con todos los libreros de España en su lucha contra la represión y agresión cultural».
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