La irrupción furiosa y guitarrera de La Paloma
La banda, formada hace cuatro años en el barrio madrileño de Tetuán y responsable de temas tan coreados como ‘Bravo Murillo’ y ‘Palos’, acaba de lanzar su segundo disco, ‘Un golpe de suerte’, treinta minutos de música sin etiquetas


Hace tan solo cuatro años, La Paloma, banda surgida en el madrileño barrio de Tetuán, tenía únicamente cinco canciones (incluidas en el EP Una idea, pero es triste, de 2021) y un pequeño local de ensayo. Entonces aún estaban conociéndose y hoy son tres músicos perfectamente empastados que siguen con un pie en el barrio y otro “muy lejos”, donde les lleve este curro. Son Nico Yubero (Madrid, 30 años, guitarra y voz), Lucas Sierra (Maspalomas, 29 años, bajo, guitarra, voz) y Juan Rojo (Madrid, 31 años, batería). En su primer viaje a México en marzo de 2022 “para hacer público”, la gente de La Castanya —la productora independiente con la que empezaron a trabajar— les preguntó qué querían hacer con el grupo. Ellos dijeron: “Todo”.
Poco después, con su primer disco, Todavía no (2023), cumplieron su sueño de hacer la banda con la que habían fantaseado de chavales, cuando Lucas quería ser Alex Turner y Nico y Juan le esperaban sin saberlo, obsesionados con los mismos grupos indies. “De adolescentes vivimos un bum de bandas entre las que estaban Arctic Monkeys o The Libertines. Queríamos ser una de ellas”, recuerda Yubero mientras los demás asienten, sentados en un hotel madrileño.

Empeñados en cargarse el estereotipo de músico desagradable o huidizo con la prensa a base de una simpatía genuina, La Paloma aseguran que no les molestan las promociones; algunas “se hacen bola”, pero son parte del trabajo. Son menos amigos de las etiquetas y los lugares comunes respecto a su música, aunque sí conceden hablar de una evolución respecto a su trabajo de 2023. “Se ha quedado un poco la inercia del primer disco, de querer plasmar las ideas tal cual las tienes, pero en este hay más atención al detalle, una dimensión más y una serie de capas que lo hacen más maduro”, señala Sierra. “Es la primera evolución que ha tenido La Paloma, la primera vez que hemos cambiado y es un ejercicio divertido y a la vez muy exigente porque, cuando cambias, no sabes hacia dónde estás cambiando, no eres consciente de ello”, añade Yubero.
La banda asegura no tener hoja de ruta ni una presión excesiva sobre lo que venga a partir de ahora. Son lo suficientemente jóvenes como para preocuparse lo mínimo de las “cagadas” y de las críticas —“tienes que hacer un ejercicio consciente para obviarlo”, admite Yubero—, pero también inteligentes como para cuidar del compromiso con sus seguidores sin renunciar a su identidad. “Nuestro público está creciendo, tienen expectativas, quieren que La Paloma suene a algo. Pero nosotros hemos hecho el disco que queremos, vamos a hacer la música que queremos”, sentencia Rojo.
También parecen cómodos en la categoría de banda de guitarras, esas que, al menos en la escena indie, viven un auge. “Somos parte de algo que siempre quisimos ser y darnos cuenta de eso nos honra un montón e igual te da cierta sensación de responsabilidad”, explica Sierra. Cómo llegaron ahí no es fruto de la competitividad ni de una lucha, es más “un enganchón que tienes y que no controlas tú”, se encarga de aclarar Yubero: “Creo que tiene que ver con un momentum en el que tienen que converger varias cosas: unas canciones que merezcan la pena —que mucha gente tiene— y un contexto idóneo". En el caso de La Paloma, recuerda su cantante, hubo dos temas que les dieron “un empujón brutal”. Se refiere a Bravo Murillo y Palos, ambas canciones dentro de Una idea, pero es triste y coreadas con pasión en cada concierto de la banda en los últimos cuatro años. Si quisieran hablar de himnos, estos serían los suyos. “Hay algunas canciones que podrán salir, entrar, dejar de tocarse un tiempo, volver... Esas dos forman parte de nuestro ADN, porque les debemos mucho. Y hay veces que le debes cosas a las canciones”, cuenta.
“Dicen que si quieres puedes / pero yo no quiero nada / no he venido a sembrar paz / yo no vine a traer espada”, cantan en Espada, uno de los 11 temas de este último trabajo, Un golpe de suerte, treinta minutos de sonido furioso y mensajes nihilistas que, sin embargo, dejan una sensación luminosa. “Nosotros no somos pesimistas, no tenemos mal rollo, no hablamos todo el rato de que la vida es una mierda. Realmente somos bastante alegres, o lo intentamos”, defiende Rojo. “Yo no creo que nuestras letras sean políticas —interviene Sierra—, pero sí tienen un compromiso con una conciencia política, con personificar una ansiedad generacional”. Como banda, además, su falta de complejos y su actitud les definen. “Cuanto más nos parezcamos a Jack Black en School of Rock, mejor lo habremos hecho”, bromean.
“La interiorización de las etiquetas es una cosa que se ha quedado un poco viejuna. Nosotros no lo hacemos. Creo que es una cosa guay que compartimos con mucha gente de nuestro alrededor y que podemos ver en conversaciones que tenemos o en la música que escuchamos”, explica Yubero. La banda, que acaba de pasar por el festival Monkey Week en El Puerto de Santa María (Cádiz) y por México, donde han participado en el Foro Indie Rocks!, comienza la gira de su segundo trabajo el próximo 13 de diciembre, en la sala madrileña La Riviera.
Qué escuchan Lucas, Juan y Nico (La Paloma)
Nico está escuchando 'Speak Daggers', del músico danés Elias Rønnenfelt, mientras a Lucas la acaban de regalar 'Belly up', de uno de sus grupos favoritos, Moin, y recomienda al cantautor canario Fajardo; Juan, por su parte, dice ser "bastante adicto" al hip hop de BigXthaPlug.
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