Un retrato de Klimt se convierte en la obra de arte moderno más cara subastada: 236 millones de dólares
La obra, pintada entre 1914 y 1916, perteneció al heredero de los cosméticos Leonard Lauder. Un retrete de oro de Mauricio Cattelan se adjudica por 12,10 millones, solo dos millones más que el precio del metal en el mercado

Si el alma pesa 21 gramos… ¿cuál es el valor del arte? Es una de esas preguntas sin respuesta que este martes volvió a plantearse en una casa de subastas en Nueva York.
Fue porque Sotheby’s —que estrena estos días sede en la obra maestra brutalista de Marcel Breuer que alojó el museo Whitney— ofreció a sus clientes la pieza America, un retrete hecho de oro macizo por el artista italiano Maurizio Cattelan. Estaba llamado a ser uno de los protagonistas de una velada en la que se vendió por un precio récord de 236,4 millones de dólares un retrato de Elisabeth Lederer creado por Gustav Klimt entre 1914 y 1916.
La pintura, toda una rareza, pertenecía a la espectacular colección del recién fallecido heredero de los cosméticos Leonard Lauder, y pasó a la historia como la obra de arte moderno más cara adjudicada en una subasta, marca que hasta ahora ostentaba Les Femmes d’Alger (Versión O), de Pablo Picasso (179,4 millones de dólares). Es también la segunda más cara a secas después de Salvator Mundi, de Leonardo Da Vinci (450 millones).
La venta del klimt fue el gran momento de la primera noche de las dos en las que se subasta la colección de Lauder (que arrojó un total de 527,5 millones), y animó un mercado en horas bajas, que, en medio de tanta incertidumbre económica, se contrajo un 12% el año pasado.
La puja comenzó en 130 millones de dólares, y acabó convertida en un pugna entre dos postores telefónicos. El martillo cayó finalmente para un comprador cuya identidad no se desveló, más allá de que Sotheby’s apuntó a que se trata de una “empresa estadounidense”. Tras el cierre de la subasta, la sala estalló en aplausos.
“Esta noche hemos hecho historia en la galería Breuer”, declaró Helena Newman, presidenta mundial de Arte Impresionista y Moderno de Sotheby’s y de sus operaciones europeas, en un comunicado poco después de la venta del lote. “Ver el exquisito retrato de Elisabeth Lederer de Gustav Klimt establecer un nuevo récord de subasta para el artista es emocionante en sí mismo; verlo convertirse en la obra más valiosa jamás vendida en Sotheby’s es sencillamente sensacional. Klimt es uno de esos artistas extraordinarios cuya magia es tan poderosa como universal”.
Se trata de una obra excepcional en la trayectoria del pintor austriaco, que la creó durante casi tres años y la sometió a sucesivas revisiones. Se hallaba en la cúspide de sus capacidades como artista. Fue un encargo de la familia que fue la principal mecenas de Klimt, y sobrevivió al expolio nazi durante la II Guerra Mundial. Lauder la compró en los años ochenta a un marchante llamado Serge Sabarsky. Era una de las joyas de su colección, cuya venta continúa este miércoles.
Una vez el mazo dejó de caer sobre los tesoros de heredero de los cosméticos, empezó la subasta de arte contemporáneo en Sotheby’s. El precio de salida del inodoro, de 10 millones de dólares, era el mismo que costaría comprar un retrete hecho con toda esa cantidad del metal precioso, según su cotización actual en el mercado. Así que el valor del arte tal vez podría resultar de restarle a la puja más alta lo que tendría que desembolsar cualquiera que quisiera hacer sus necesidades sentado en un trono dorado para hacerse con tanta y tan costosa materia prima (102,8 kilos de oro de 18 quilates).
Pues bien: la pieza se adjudicó por una decepcionante cifra, 12,10 millones de dólares, y tras una sola puja. De modo que cabría cifrar en 2,1 millones −en realidad, las tasas de la casa de subastas− el valor simbólico de la pieza de Cattelan, un viejo conocido de la estética de la provocación. Entre otros logros, el artista consiguió vender un plátano pegado con un adhesivo a una pared por 125.000 dólares en la feria Art Basel de Miami. Una versión de esa ocurrencia se adjudicó el año pasado por más de seis millones, de nuevo en Sotheby’s.
En las cuentas del retrete también hay que tener en consideración el buen momento que atraviesa el mercado del oro: su valor se ha incrementado un 48% con respecto al año pasado, hasta superar los 4.000 dólares la onza en octubre. Un estirón de nuevo provocado por la incertidumbre de la economía estadounidense.

La pieza fue encargada por su anterior propietario cuando el precio de la onza andaba por los 1.200 dólares, por lo que, antes de saber cuál sería el precio final de la puja, el dueño ya había salido ganando. Como es tantas veces habitual en este negocio −que se basa en que el arte cambie de manos privadas cuanto más públicamente, mejor− la casa de subastas quiso mantener la identidad del vendedor en el anonimato, pese a lo cual, The New York Times desveló la semana pasada que se trata del inversor Steve Cohen, dueño de los Jets y miembro de dos exclusivos clubes: el de los milmillonarios y el de los megacoleccionistas de arte.
America es una serie de tres piezas, de las que solo se han producido dos. La primera se expuso en el Guggenheim de Nueva York en 2016. Su título (Estados Unidos, en español) y el hecho de que se diera a conocer al principio de la primera presidencia de Donald Trump, alguien conocido por su gusto por todo lo que brilla, despertó un enorme interés. El museo, que está en la misma avenida, la Quinta, en la que se yergue la torre de Trump en Manhattan, ofreció al mandatario esa obra de arte cuando este pidió el préstamo para la Casa Blanca de un van gogh.
Después, la escultura en cuestión se expuso en Londres, donde fue sustraída. Las autoridades detuvieron a dos personas, pero la pieza nunca se recuperó, por lo que la policía concluyó que fue fundida para poder vender el oro. Se ve que aquellos ladrones no creían en el valor simbólico del arte. El encargo de la que este martes es posterior a ese suceso.
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