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‘Todo lo que hice por dinero’ o cuando el currículum se convierte en el índice de tu vida

La escritora, fotógrafa y gestora cultural malagueña Violeta Niebla publica una obra de autoficción que apunta a la enfermedad profesional de su generación: la precariedad

Nacho Sánchez

Inspectora de quioscos. Repartidora de publicidad en barrios ricos. Cuidadora de una mujer mayor en su bloque de vecinos. Traductora de folletos inmobiliarios. Recepcionista de alojamientos turísticos. Operadora de cámara en un funeral. Directora de un festival de poesía. Asistente en una gira de Boney M. en Andalucía. Columnista. Secretaria de su novia. “Siento que llevo vendiendo humo desde que puse un pie fuera de mi casa”, dice Violeta Niebla (Málaga, 44 años), cuya trayectoria profesional ha transitado por caminos que ni ella misma sospechaba cuando, con 18 años, su madre le dijo que era hora de ponerse a trabajar. Su vida laboral es precisamente el origen de Todo lo que hice por dinero (Blackie Books). Es una novela que cuenta su verdad, alguna que otra mentira y posee una constante, la precariedad, hilo que une todos los trabajos que aparecen en su currículum y el de tantos otros como el suyo. “Cualquiera de mi generación podría escribir un libro así”, asegura.

Con un pitufo mixto y un café sobre la mesa del bar Flor, en el barrio malagueño de La Malagueta, la autora relata que las primeras páginas las tecleó durante el confinamiento. Nacieron de un taller de escritura online con Sabina Urraca. “Hice tres relatos y me di cuenta de que todos tenían que ver con el mundo del trabajo. Me lo había pasado muy bien y, como todavía no podíamos salir de casa, decidí hacer algunos más”, recuerda. Se descargó su vida laboral para mantener la línea. Y pronto se dio cuenta de que lo que tenía delante podría ser un índice. Además, vio que había periodos vacíos en los que sí había trabajado, pero no aparecían porque lo había hecho sin contrato. “Tiré de memoria. Me obsesioné con rellenar esos huecos y me puse a escribir”, añade.

Lo hizo a ratos durante tres años en Málaga, pero también en Belmonte de San José —becada por La Casa Belmonte— y en mini residencias de escritura —con apoyo del Ministerio de Cultura— en Los Guájares, Quesada, Sierra de Yeguas, El Borge —gracias a The Pueblo Project— o Lucerna, donde terminó la obra en el piso de una amiga a finales de 2023. Allí, 15 minutos después de enviarlo a Blackie Books, recibió una llamada el editor Jorge de Cascante. No tuvo que moverlo por más editoriales. El pasado 15 de octubre se publicó. Es su primera obra de narrativa tras publicar dos de poesía —No serás mi Baby y Compro Oro— y un fotolibro, titulado Yo soy la fuente.

El libro —publicado el pasado 15 de octubre— es un anecdotario profesional repleto de ironía, terror, humor e identidad. Lo que ha hecho por dinero compone una singular carrera que la ha llevado a vivir mil experiencias variadas desde que empezó a trabajar en el Toys ‘R’ Us gracias a su tío, responsable del establecimiento en Málaga. A partir de ahí su camino se dispersa hacia lugares tan diferentes como figurar en una serie de televisión —Arrayán, de Canal Sur— o limpiar habitaciones de hotel en Irlanda, ejercer relaciones públicas de bares, dar clases de inglés y dar clases de español, comisariar exposiciones en la planta -1 de un aparcamiento municipal, participar en una vendimia, escribir tuits, discursos y respuestas de Instagram para una concejala malagueña o diseñar galas loquísimas para el festival de cine fantástico de Málaga. Trabajos con o sin contrato en los que el salario nunca fue el deseado: a veces a cambio de su esfuerzo solo recibía un bocadillo. O ni eso.

Más allá, la obra es una reflexión de lo que cualquiera es y deja de ser por el simple hecho de aceptar un determinado trabajo. De cuánto define a las personas ejercer tal o cual empleo en la mirada de una misma o de los demás ante la clásica pregunta a qué te dedicas. Y de las muchas maneras que hay de contar lo que se hace (o no) durante la jornada laboral y la relación con el resto de la plantilla. “Después de estar en Irlanda limpiando habitaciones, yo decía que allí había sido recepcionista, que viajé mucho y era todo maravilloso. Hoy ya, con el paso de los años, decir la verdad es mucho más fácil e incluso te enorgullece haber hecho cosas sin que se me caigan los anillos”, explica la escritora mientras apura su bocadillo. Eso sí, en las páginas de Todo lo que hice por dinero sigue inventando para añadir algo de mito a su realidad. “¿Quién no ha falseado o, al menos, adaptado alguna vez su currículum?”, se pregunta.

“No sé decir no”

Aunque no lo parezca, en esta autoficción la autora tira mucho más de memoria que de imaginación. Apenas cruza personajes de un trabajo a otro, enriquece contextos y estira situaciones hasta retorcerlas y alejarlas de la realidad. Por eso siempre surge la duda de si sus experiencias son verdad, farsa o un poco de todo. Es justo lo que hacía cuando, con 10 años, escribía un diario que embellecía con situaciones ficticias por si su madre lo confiscaba. “Me gusta que mi vida sea interesante y yo me hacía ya la interesante entonces, aunque fuese mentira”, relata. Tanto, que con esa edad se fue a vivir con su familia a Córdoba y le decía a las amigas que se había mudado para estudiar veterinaria. “Vaya flipada”, exclama entre risas. Ahora, aunque sus nombres no aparezcan, teme cada día la llamada de alguna de las compañeras o de los jefes que ha tenido en su vida profesional, por si se toman mal las palabras del libro o se creen a pies juntillas todo el relato.

El repaso a su vida laboral también le ha servido para darse cuenta de que sigue sin vocación clara, de que continúa dudando de cuál es su o si este existe. Es otro punto en común con buena parte de su generación, pero hay un síntoma compartido más: muchas veces ha sido ella la que se ha ido del trabajo. “No aspiro a hacer lo mismo todo el rato porque me aburro mucho”, afirma rotunda quien, al menos, sabe que quiere un despacho en una institución o una jornada laboral fija. Prefiere la libertad, pero sabe que, a cambio, “cada mes se repite el dolor en el estómago al pagar la cuota de autónomos”, reconoce quien sigue sin poder decir cuál es exactamente su profesión porque son muchas a la vez.

Escritora, fotógrafa y gestora cultural, dirige el festival de poesía Irreconciliables junto a Ángelo Nestore, está apurando otro libro a partir de miles de secretos que ha ido recopilando durante más de 10 años, diseña acciones de performance clandestinas, realiza un taller de escritura y capitanea dos clubes de lectura. Entre otras labores más, también se encarga de la burocracia y la justificación de ayudas de las producciones que realiza junto a su pareja, la artista Alessandra García, con la que ha fundado Dos Bengalas y a la que, entre otras muchas cosas, le une una casi enfermiza pasión por el trabajo. Mientras, sigue respondiendo con un pulgar hacia arriba a casi cualquier propuesta que le llega para poder pagar cuotas, gastos, IVA trimestral. “Todavía no sé cuándo llegará el momento de coger un par de trabajos y poder rechazar el resto”, suspira quien, al menos, puede seguir recopilando anécdotas por si quiere ampliar su novela en próximas ediciones.

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Sobre la firma

Nacho Sánchez
Colaborador de EL PAÍS en Málaga desde octubre de 2018. Antes trabajé en otros medios como el diario 'Málaga Hoy'. Soy licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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