Muere Antonio Rivero Taravillo, gran experto en Luis Cernuda y traductor de gaélico
Escritor, novelista, poeta, ensayista y traductor, el ganador del Premio Comillas ha fallecido en Sevilla a los 62 años

“Si no es bisiesto, / un año se descompone / en trescientas sesenta y cinco zancadillas. / Por el contrario, una vida / se va —se fue— en un suspiro. / Lo que tarda en picar una cobra”. Son versos de Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963 – Sevilla, 2025). En su caso, la cobra ha sido un cáncer de pulmón detectado hace dos años que ha tenido en vilo al mundo de las letras en Sevilla todo este tiempo y que, quizás como terapia quizás para conjurar al destino, convirtió en materia literaria. Escribió muchos poemas a raíz de que le detectaran la enfermedad, “un libro completo”, aseguraba hace unos meses en una entrevista. Qué otra cosa puede hacer un hombre de letras para agarrarse a la vida.
Pero Antonio Rivero, que ha fallecido en Sevilla este viernes a las 62 años, fue mucho más, el escritor total: novelista, traductor (de los más importantes poetas en lengua inglesa, como Shakespeare y Yeats), ensayista y biógrafo (de Luis Cernuda, de Juan Eduardo Cirlot y más recientemente, de Álvaro Cunqueiro, cuya biografía está aún sin fecha de publicación). Y fundamentalmente, fue una persona apreciada como figura troncal de la cultura en Sevilla, inmensamente querido y respetado por sus colegas y comprometido con las causas más quijotescas que no tendrían por qué serlo, pero que la desidia de la administración las eleva a esa categoría: como la de abrir al público la Casa Natal de Cernuda o la de mantener la respiración asistida a la Feria del Libro de la ciudad hasta que consiguió volver a ponerla a funcionar con dignidad.
A pesar de ser un sevillano del envés del prototipo —inmensamente sevillano, por tanto: como Antonio Machado, como Luis Cernuda—, su pasión más conocida fue Irlanda, las lenguas gaélicas y la traducción de sus poetas celtas al español. Fue capaz de inocular en la ciudad en la que siempre vivió ese sentimiento de atracción por lo gaélico, con Joyce por bandera y su Bloom’s Day cada 16 de junio. Llegó a publicar incluso, hace unos ocho años, un Diccionario sentimental de la cultura irlandesa (editorial Fórcola), donde, más que definiciones, las entradas seleccionadas conformaban una madeja de historias que destilaban un conocimiento enciclopédico de la isla, pero también su dependencia emocional hacia esta cultura, que ha marcado toda su trayectoria literaria.
La ha marcado Irlanda y también Luis Cernuda, el poeta sevillano del 27 que puso igualmente una pica en las islas británicas y fue un importante traductor de autores como William Wordsworth y William Blake. Aún no existía en España una biografía completa y exhaustiva del autor de La realidad y el deseo, cuando Antonio Rivero Taravillo publicó Luis Cernuda: años españoles (1902-1938) (Tusquets) —a la que seguiría Luis Cernuda: años de exilio (1938-1963)— y que constituyó un hito en el acercamiento de este poeta que habitaba el olvido.
Rivero recorre ambientes y circunstancias claves: la hosca atmósfera familiar, Sevilla como ciudad amada y odiada, y, sobre todo, el despuntar y desarrollo de una vocación poética sentida ya para siempre como el deber de expresar el misterio del mundo y sus conflictos. “Ha muerto casi con la misma edad que su Cernuda...”, se lamentaba ayer la escritora sevillana Eva Díaz Pérez, recordando el fallecimiento del poeta del 27 en México, de un infarto fulminante cuando tenía 61 años.
Por esta biografía (editada por Tusquets en dos volúmenes) recibió el Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias en 2008. “Sin duda era un gran biógrafo, pero sobre todo, Antonio Rivero ha sido el mejor en la traducción de poesía, sus sonetos de Shakespeare son definitivos. Hay que ser muy buen poeta para traducir tan bien la poesía”, recordaba ayer la periodista y escritora Mercedes de Pablos, actualmente consejera de RTVE.
Deja un gran proyecto empezado —ya no podrá ver culminada la restauración y dotación de contenido de la Casa Natal de Cernuda—; una obra póstuma —la biografía de Álvaro Cunqueiro—, y una cita pendiente: estaba anunciada su participación en la Feria del Libro Antiguo de Sevilla, donde debía ejercer de pregonero el próximo viernes 26 de septiembre. Decir que fue un trabajador incansable no es un lugar común en el caso de Antonio Rivero Taravillo, el sevillano del envés, de media sonrisa y discreción extrema. Siempre entre dos aguas: el más andaluz de los poetas irlandeses, el más irlandés de los poetas sevillanos.
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