Ela Fidalgo, artista: “Ser raro es lo más maravilloso que te puede pasar”
La creadora mallorquina expone en la galería Marc Bibiloni de Madrid sus obras textiles con poderoso componente biográfico

El otro día, cuando Ela Fidalgo (Mallorca, 32 años) estaba montando Fragmento Ausente, la exposición que inaugura en la galería Marc Bibiloni de Madrid, alguien le planteó si debería rellenar de arena sus reconocibles cabezas de tela gigantes. Si pesan más, se supone, ganarán en presencia. Ella se negó: “Lo blando actualmente es lo radical; lo rígido, lo duro, es lo típico”, dijo entonces y repite hoy. Esa filosofía explica la trayectoria de Fidalgo, que empezó como diseñadora de moda y llegó a ganar el premio Mercedes-Benz Fashion Talent en 2016 con una colección hecha con fregonas, cortinas y otros retales. De la moda pasó al arte, donde se posicionó como una de las creadoras más singulares del panorama español. Sus obras —esculturas de tela que cose a mano, collages imposibles— reflejaban un mundo interior marcado por el trauma y la depresión. Hoy, ese mismo universo parece trasladar esa empatía extrema, ese cariño hacia “lo blando”, en un mensaje de compasión al otro.
Pregunta. ¿Podemos decir ya que se ha ganado un hueco en el mundillo?
Respuesta. Siento que soy una intrusa. Porque vengo de la moda y porque a la gente que se dedica al arte la tengo idolatrada. Me parece un oficio tan de compromiso. Tienen una vida muy diferente.
Me siento muy identificada con la gente que es marginal, que ha sufrido, que siente dolor. Yo de pequeña sufrí bullying por ser diferente, por ser una niña grande, torpe, risueña, despistada"
P. ¿Diferente?
R. Dedicarte a ello en cuerpo y alma es agotador. Entran muchas ilusiones, cosas que tienes en la cabeza; cuando esas ilusiones no se realizan, son frustraciones, miedos, inseguridades. Estás todo el rato peleándote contigo mismo. Luego la gente que tienes a tu alrededor tiene que entender a qué te dedicas. A mis amigas no las he visto en meses.
P. Habrá quien le diga que no está usted operando a corazón abierto o cambiando leyes. Está creando: una necesidad pero no una obligación.
R. Es tan egocéntrico, realmente. Yo necesito hacer esto para sobrevivir. Sé que podría vivir de otra forma, he trabajado de camarera o limpiando habitaciones de hotel. Tengo dos manos, puedo trabajar de lo que sea. Pero necesito expresarme de alguna manera. Ya sea escribiendo, haciendo las obras que hago, cocinando. Cuidando a la gente. Con los proyectos sociales estoy descubriendo un camino, que no es todo el rato estar viéndome en un espejo.
P. ¿Qué tipo de proyectos sociales?
R. En enero, hice en el Casal Solleric de Mallorca una de mis madres, una mujer de cuatro metros: durante una semana pasaron 500 voluntarios a coser en ella sus iconos, sus identidades. Mujeres de una asociación de vecinos, abuelitas, personas con discapacidad. Una chica ciega. Chicos que acaban de llegar en patera, y estaban ahí, con pijas de Mallorca, cosiendo. La obra ahora está en el hospital Son Espaces.
P. ¿Eso qué le ha inspirado?
R. Con el tiempo, el artista será como un canal. Mi galerista me va a matar, pero me parece que la obra como souvenir, como recuerdo de ese artista, empezará a diluirse. Y el arte empezará a transformarse en otras disciplinas, no solamente será un objeto de lujo o de deseo. Acabaremos siendo como unos integradores sociales, canales para que la gente pueda vivir en comunidad. Por ejemplo, ya no voy a hacer una exposición sin programa de actividades [Fragmento Ausente se complementa con mesas redondas, danza con una pedagoga o la proyección de una obra audiovisual sobre el suicidio].
P. ¿Ha pasado de hacer arte para la expresión de sus heridas a hacerlo para la conexión entre personas?
R. Un acto de valentía muy heavy de un artista sería dejar de firmar sus obras para que otros entraran en ellas, que se vieran como un círculo que no tuviera un fin. Claro, te hablo de una utopía.
P. Porque el mercado da de comer a mucha gente...
R. Pero hay una sensación de que algunos cimientos se tambalean. Hay galerías que cierran, ferias a las que ya no va tanta gente. Como que no se sienten acorde a los tiempos. Como si desde los noventa nos hubiéramos vuelto demasiado esnobs, y ganado demasiado dinero a costa de hacer producciones y reproducciones y no hablar de cosas del alma.
P. ¿Por ejemplo, los cuidados, de los cuales trata su exposición?
R. Con la llegada de la inteligencia artificial, los oficios que quedarán, y serán importantísimos, son los relacionados con el cuidado. Educadores sociales, las personas que están por y para las personas. Eso una máquina no lo puede hacer. Puede cuidar a nivel físico, pero tiene que existir empatía, lo que nos caracteriza por ser humanos.
Sé que la siguiente ola van a ser personas con discapacidad. Y me emociona muchísimo"
P. ¿Esto también se traduce al arte?
R. Siento que el futuro es la discapacidad. En el arte hay tendencias: mujeres afroamericanas, artistas queer… Está genial y es necesario. Sé que la siguiente ola van a ser personas con discapacidad. Y me emociona muchísimo.
P. ¿Por qué?
R. Creo que es porque me siento muy identificada con la gente que es marginal, que ha sufrido, que siente dolor. Yo de pequeña sufrí bullying por ser diferente, por ser una niña grande, torpe, risueña, despistada…
P. Creo que la palabra es soñadora.
R. Era la rara. Y aunque he sufrido muchísimo, hoy en día agradezco al universo haber sido así. Ser raro es lo más maravilloso que te puede pasar. Te buscas mucho, te preguntas constantemente por qué eres así, tienes diálogos de reflexión contigo mismo y llegas a preguntas que a lo mejor nunca vas a poder responder, pero lo importante es preguntártelo. Al final vas acogiéndote a la gente que también se siente igual. El dolor es universal, y te sientes identificado con ellos.
P. ¿Por eso hay una pieza dedicada a Palestina?
R. Bueno es que si no hablas de esto, ¿de qué hablas? ¿De flores? ¿Cómo puedes estar vendiendo belleza en un mundo así?
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