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Ivor Bolton, director musical del Teatro Real: “No debemos convertir la ópera en una sauna”

El maestro se despide del cargo que ocupa en el coliseo madrileño desde 2015 con un montaje de Mozart. La próxima temporada tomará el relevo Gustavo Gimeno

Ivor Bolton, director musical del Teatro Real.

En la vida todo son etapas, y la de Ivor Bolton (Blackrod, Reino Unido, 66 años) como director musical del Teatro Real concluirá tras la última función del nuevo montaje de Mitridate, re di Ponto, de Mozart, que se estrena este domingo en el coliseo madrileño. “Tengo tanto que agradecer a esta casa que, la verdad, no sabría por dónde empezar”, se sincera el maestro británico en el mismo camerino que lleva usando desde su debut en el cargo, allá por octubre de 2015, con Las bodas de Fígaro del mismo compositor. “Aunque he compartido experiencias inolvidables con la orquesta de la mano de Händel y Britten, me hacía especial ilusión cerrar el círculo con Mozart, que da buena cuenta de la enorme evolución de los músicos en el que puede considerarse, sin duda, uno de los mejores fosos de Europa”.

Esa “madurez estilística” de la que habla Bolton no es sino una suma de pequeños detalles: el sentido del fraseo, el uso del vibrato o la expresividad de los arcos. “Insisto mucho a los violinistas en que la emoción también se consigue con el brazo derecho…”. Su designación como titular de la Sinfónica de Madrid puso fin al sistema de rotación implantado durante la era Mortier. “En este tiempo me he involucrado mucho en las audiciones para garantizar el relevo generacional en los atriles”, asegura. “Y creo que ha sido un acierto invitar a diferentes concertinos especializados en las necesidades de cada título del repertorio”. Dicho lo cual, insiste en que el éxito no obedece a ninguna fórmula: “No hay señal más clara del trabajo bien hecho que acabar la jornada con la camisa empapada de sudor”.

Nieto de un minero e hijo de un maquinista, Bolton hizo sus pinitos musicales como clavecinista y al frente de formaciones corales en iglesias de su Blackrod natal. “Mis padres no tenían afición por la música clásica, pero en mi casa la capacidad de sacrificio nunca estuvo reñida con la sensibilidad artística”, dice con un arrebol de sofoco en las mejillas, aun bajo los efectos del cansancio del último ensayo. “Mozart compuso Mitridate con 14 años, pero no hace una sola concesión al virtuosismo, quizá porque quería mostrar de lo mucho que era capaz con unos roles verdaderamente endiablados y una vertiginosa y complejísima sucesión de recitativos”, que él mismo acompañará desde el clave, como ya hizo en Theodora de Händel y en esa magistral recuperación que fue Aquiles en Esciros de Corselli.

Bolton, en el Teatro Real.

La cuarta de las 22 óperas que compuso Mozart conjuga hechos históricos y elementos ficticios para describir el regreso a palacio del rey de Ponto tras librar una batalla en la que todos lo dan por muerto, lo que desencadenará una cruenta lucha de poder y lo enfrentará a sus propios hijos. Ese ambiente de traiciones y lealtades vendidas recuerda, en la adaptación escénica de Claus Guth, a la tan adictiva como malhablada serie Succession. A Bolton semejante planteamiento, el de los conflictos familiares dirimidos con la frialdad de una junta de accionistas, le parece “un punto de partida fascinante” y hasta aplaude la decisión del regista alemán de incluir el personaje de un siniestro y mudo mayordomo que no figura en el libreto, un recurso que ya le funcionó en Rodelinda con el fantasmagórico Flavio.

No disimula Bolton su natural timidez. “Digamos que soy muy poco dado al exhibicionismo social que suele acompañar a las muchas funciones y conciertos que comprometen mi agenda”. No solo en Madrid, también en sus constantes viajes a tierras austriacas, cuya nacionalidad solicitó tras la “debacle del Brexit”, como director laureado de la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo. Lo suyo son las cenas reducidas, que organiza en su casa del barrio barcelonés de Sarrià con su mujer, la musicóloga Tess Knighton, o las reuniones de amigos, como el también especialista Álvaro Torrente, en su apartamento con vistas al Palacio de Oriente, donde analizan la letra pequeña de partituras olvidadas. Así ocurrió con La Calisto de Cavalli, una joya del barroco veneciano que cautivó al público en 2019.

En lo único en lo que Bolton se siente “genuinamente británico”, de bufanda al cuello y pinta en alto, es en el once contra once. “Me apasiona el fútbol y me hace inmensamente feliz que mi equipo de toda la vida, el Arsenal, vaya a enfrentarse por fin al Real Madrid en Champions”. Verá los dos partidos con su hijo Samuel, de 33 años, que nació con una discapacidad y trabaja en el Centro de Educación Especial de Aspasim, en Vallvidrera. “El clima, la gente, el estilo de vida y la gastronomía de España han tenido un efecto extraordinariamente beneficioso para su desarrollo. Mi mujer se ha desvivido para que Samuel sea un chico feliz que contagia su energía a todo el mundo”, dice con la mirada cargada de emoción. “Nada me produce mayor satisfacción que ver a mi hijo sonreír…”.

A su sucesor en el cargo, el valenciano Gustavo Gimeno, quien tomará las riendas de la orquesta titular la temporada que viene, solo se permite darle un consejo: “Que disfrute, pues reúne todas las cualidades para marcar una época”. Lo dice quien hace 10 años llegó a Madrid para liderar un teatro joven, “liberado del peso de la historia”, y ha acabado ganándose el respeto y el cariño del público a base de noches memorables, como sus tres aproximaciones a Britten (Gloriana, Peter Grimes y la premiada producción de Billy Budd), la Medea de Cherubini y su lectura del Idomeneo de Mozart. “Me marcho con la conciencia tranquila y los deberes hechos. Pero si se me permitiera cerrar los ojos y pedir un deseo me gustaría dirigir en un futuro no muy lejano King Priam de Michael Tippett”.

Opera Teatro Real

De momento tiene apalabradas, como director invitado del curso que viene, varias funciones de El sueño de una noche de verano de Britten en un prometedor montaje de Deborah Warner. “Todavía no se ha anunciado de manera oficial, así que si lo publica… ¡yo no se lo he dicho!”, se carcajea. “Espero seguir colaborando con el Teatro Real, pues no conozco una maquinaria mejor engrasada que la de este equipo artístico. En ese sentido, Joan Matabosch me parece un absoluto genio”. Tras el último telón de Mitridate, lo esperan en La Fenice, el Festival de Salzburgo y la Ópera de Múnich, donde hace años su entonces intendente, Peter Jonas, compartió con él una interesante reflexión, que ahora hace suya: “La ópera debe resultar placentera, pero no debemos convertir esto en una sauna”.

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