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CRÍTICA DE ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La vida breve / Tejas verdes, un grito de dignidad frente a la violencia política

La principal similitud entre ambas óperas, en un programa doble estrenado en el Real, se produce en la trágica peripecia de sendas protagonistas femeninas

Una escena de 'La vida breve', con Alejandro del Cerro y Ana Ibarra, arriba, y bailarines y Natalia Labourdette, en el papel de Colorina, abajo.
Una escena de 'La vida breve', con Alejandro del Cerro y Ana Ibarra, arriba, y bailarines y Natalia Labourdette, en el papel de Colorina, abajo.JAVIER DEL REAL / TEATRO REAL

Hay un poso destacado de justicia poética en el programa doble que se estrenó el jueves por la noche en el Teatro Real. Una importante ópera española de repertorio, La vida breve, de Manuel de Falla, ampara y cubre el estreno absoluto de una producción de un autor español actual, Tejas verdes, de Jesús Torres. Casi al modo de las alternativas taurinas. Pero no acaba ahí la justicia poética. La ópera de Falla, ahora venerada, guarda uno de los escamoteos más flagrantes de la historia del Teatro Real. Ganadora de un concurso que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando organizó en 1906, cuyo premio incluía el posible estreno de la ópera en el Real, no llegó a su escena. Eran otros tiempos y otro Teatro Real, claro está, pero aquella decepción motivó que el joven Falla decidiera marcharse a Francia en busca de mejores perspectivas, y las encontró. La vida breve consiguió el eco suficiente para ser presentada en Niza en 1913. Allí nació el Falla que conocemos y a raíz de eso el gaditano se convirtió en figura indiscutible de la composición europea.

La vida breve se presentó pronto en Madrid, 1914, pero en el Teatro de la Zarzuela. Sobre el Real cayó encima la pesada losa del siglo XX: primero, cierre por peligro de demolición; más tarde, la Guerra civil; luego, el abandono hasta que, en los sesenta se recuperó el edificio, pero no sus funciones de teatro de ópera. Aquellas se recuperaron al acabar ese fatídico siglo, y el primer reconocimiento de aquel error llegó cuando La vida breve fue elegida para inaugurar el nuevo Teatro Real, en 1997.

La actual presencia del clásico de Falla es, pues, la segunda en el Real en casi 120 años de historia; tiene, pues, un valor simbólico. Así que todo un peso de indiferencia, incomprensión y abandono de lo que debería ser el teatro lírico nacional sobrevuela esta presencia de Falla que asume la responsabilidad de cubrir las espaldas a un estreno español. Había anoche en el Real una emoción sobrevenida al hecho mismo de presentar un programa interesante.

La cantaora María Marín (izquierda) y Carmen Mateo, en el papel de Carmela, en el montaje de 'La vida breve', de Falla, estrenado en el Teatro Real el jueves.
La cantaora María Marín (izquierda) y Carmen Mateo, en el papel de Carmela, en el montaje de 'La vida breve', de Falla, estrenado en el Teatro Real el jueves.JAVIER DEL REAL / TEATRO REAL

Además de lo ya dicho, sigue siendo relevante preguntarse por las razones de juntar estas dos obras, tan coincidentes en el meollo de su argumento como divergentes en su sustancia musical.

Jesús Torres hablaba en las notas al programa de que fue iniciativa suya proponer este emparejamiento, lo que es ya garantía de congruencia; no estamos, pues, ante una supuesta ocurrencia del regista de turno. De hecho, Rafael Villalobos, director escénico de esta producción, ha realizado un trabajo de similitudes y diferencias de gran elegancia y riesgo.

La principal similitud entre ambas óperas se produce en la trágica peripecia de sendas protagonistas femeninas, Salud, en La vida breve, que muere de decepción amorosa y engaño, y Colorina, en Tejas verdes, exterminada en un campo de concentración indeterminado. Aunque el original de Tejas verdes sucede en un campo de la dictadura de Pinochet, en Chile, como lo concibió su libretista, Fermín Cabal, el músico ha universalizado el argumento. Hay, pues, un juego de espejos entre ambos argumentos, la mujer como víctima y su inevitable muerte.

Carmen Mateo (Carmela) y bailarines haciendo el saludo nazi en un momento de la ópera 'La vida breve', estrenada el jueves en el Teatro Real.
Carmen Mateo (Carmela) y bailarines haciendo el saludo nazi en un momento de la ópera 'La vida breve', estrenada el jueves en el Teatro Real.JAVIER DEL REAL / TEATRO REAL

Pero, la verdadera sorpresa de esta producción se encuentra en el desafío que el equipo artístico lanza al respetable. Las dos óperas se contaminan una a la otra, el elemento tóxico que las enlaza es el de una descarnada y, con frecuencia, desagradable violencia política que se convierte en destacado personaje del juego. En la ópera de Falla, la atmósfera represora se encarna en un cuerpo de baile con coreografías decididamente fascistas y que tienen su clímax en las célebres danzas españolas que son la seña de identidad musical de la ópera. Es casi estremecedor ver un zapateado preciso y contundente, al servicio de una gesticulación de ultraderecha en una música tan bien conocida. Y, cuando la mayor parte del público se pregunta qué pintan esos escuadrones de la muerte en el Albaicín, aparece la segunda ópera, en la que los mismos elementos organizan el ritual de torturas y excesos de violencia, y siempre sobre mujeres.

Estos ingredientes no son fáciles de manejar, pero el equipo artístico de la producción parece que se ha juramentado para que el mensaje sea nítido: dirección de escena eficaz de Villalobos, coreografías solventes y estremecedoras de Estévez / Paños y Compañía, unos elementos escénicos brindados por la artista Soledad Sevilla que añaden espesor conceptual a la previsible desnudez de un montaje que no desea decorados, sino espacios de dolor y desolación; el reparto, del que hablaremos ahora, pero unido en la aventura; una orquesta sólida como esos yunques ampliamente citados en La vida breve, y majestuosamente dirigida por un Jordi Francés en estado de gracia, y, sobre todo, un compositor activo dispuesto a correr todos los riesgos, Jesús Torres, que brinda una lección de coraje añadido a su buen hacer musical habitual.

Ana Ibarra, en el papel de Doctora, y la soprano Natalia Labourdette, como Colorina, en una imagen de la ópera 'Tejas verdes', estrenada el jueves por la noche en el Teatro Real.
Ana Ibarra, en el papel de Doctora, y la soprano Natalia Labourdette, como Colorina, en una imagen de la ópera 'Tejas verdes', estrenada el jueves por la noche en el Teatro Real.JAVIER DEL REAL / TEATRO REAL

Para el público inadvertido, este montaje sorprende y por momentos irrita; ese era el precio y Torres demuestra que es un auténtico valiente. Tras haber mostrado una excelente factura en su anterior Tránsito, sobre Max Aub, que apuntaba maneras sobre cuál es su adscripción moral, pero que se presentó en Matadero también con producción del Teatro Real, donde el público que accede a esos espacios plebeyos es mucho más cómplice, su llegada al espacio principal del regio coliseo era un reto de grandes dimensiones. En la remilgada sesión de estreno, unas cuantas decenas de personas abandonaban airadas la sala sin esperar a los aplausos, mostrando a la vez su desagrado y el hecho de que quizá habían entendido realmente de qué se trataba todo aquello.

En lo que respecta a los elementos puramente artísticos de la producción, redundar en lo anteriormente dicho, un Villalobos muy comprometido con el envite y mostrando una narrativa actoral de enorme eficacia. Lo mismo vale para los responsables del cuerpo de baile y otro tanto para los coros que, en la pieza de Torres, brindan eficacia y versatilidad a partes iguales en una ópera con gran peso reposando sobre sus espaldas. Jordi Francés está de diez, su Falla explora las sonoridades orquestales turbias y casi telúricas de un compositor al que se le valora poco su aportación en esta su primera ópera, quizá porque lo que llegó después es ya parte de la historia de la música, pero basta con escuchar los tres primeros segundos, en la lectura de Francés, para darse cuenta de que aquello estaba a años luz de lo que se esperaba de un creador español casi debutante. En lo que respecta a la segunda ópera, Francés vuelve a salir triunfante con problemas de espesor sonoro muy distintos a los de Falla, pero no menos complejos e intrincados.

Una escena del montaje de la ópera 'Tejas verdes', en el Teatro Real.
Una escena del montaje de la ópera 'Tejas verdes', en el Teatro Real.JAVIER DEL REAL / TEATRO REAL

El reparto tiene sus mejores exponentes en las voces de Adriana González, que hace de una Salud limpia y muy bien equilibrada para la complejidad que este personaje solicita, intenso e inmaduro a partes iguales. El resto del reparto de La vida breve cumple con nota su papel y la cantaora María Marín merece especial mención, ella se acompaña con eficacia a la guitarra y encaja a la perfección en el delicado encaje teatral de su momento escénico.

En Tejas verdes, la protagonista, Colorina, encarnada por la soprano Natalia Labourdette, canta, se arrastra y sufre con una eficacia que estremece al público, y el resto se entreteje en un orgánico vocal de filigrana donde coros y cantantes empastan hasta crear una masa coral fascinante.

Todo un logro artístico, en suma, pero del que, si hubiera que destacar alguna de sus partes, sería la valentía, especialmente en los tiempos que vivimos.

'La vida breve', música de Manuel de Falla; libreto de Carlos Fernández Shaw. 'Tejas verdes', música de Jesús Torres; libreto de Fermín Cabal

Dirección musical, Jordi Francés; dirección de escena y vestuarios, Rafael Villalobos; escenografía, Emanuele Sinisi; asesora plástica, Soledad Sevilla; coreografía, Estévez / Paños y Compañía; dirección del coro, José Luis Basso.

Reparto, La vida breve: Salud, Adriana González; Paco, Eduardo Aladrén; La Abuela, Ana Ibarra; La Madre, Sara Jiménez; El tío Sarvaor, Rubén Amoretti; Cantaora, María Marín. Tejas verdes: Colorina, Natalia Labourdette; Doctora, Ana Ibarra; Delatora, Alicia Amo; Hermana, María Miro; Madre, Sandra Ferrández; Enterradora, Laura Vila; Miguel, Alejandro del Cerro; Niño, Raúl Benítez / Edu Rodríguez; Voz en off, Gloria Muñoz. Orquesta y Coro titulares del Teatro Real. 13, 15, 17, 19, 20, 22 de febrero, 19.30. Teatro Real.

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