Envejecer con Bridget Jones es asumir que cualquier tiempo pasado no fue mejor
En la cuarta entrega de la franquicia, titulada ‘Bridget Jones, loca por él’, la protagonista enviuda de Marc Darcy y se entrega al amor de un chico 22 años menor
![Ana Marcos](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F6b66c00d-554d-4551-812d-506b193ba153.png?auth=2e03873311b4b51ee9258f603cf10ee62bb9ef053b380395dbf31efc028e5b80&width=100&height=100&smart=true)
Bridget Jones ha llegado a los 51 años con el objetivo cumplido que se propuso hace ya un cuarto de siglo: casarse con el amor de su vida, tener hijos, adelgazar hasta alcanzar un cuerpo normativo y dejar el tabaco. Con el alcohol se sigue permitiendo alguna licencia de vez en cuando. Y en cuanto a su capacidad organizativa e incontinencia verbal, aún le quedan algunos ajustes por hacer, pero ya no le atormentan tanto como en el pasado. El único problema que afronta en la cuarta entrega de la franquicia, que llega este viernes a los cines españoles con el título de Bridget Jones, loca por él, es que ha cambiado la categoría de casada por viuda. Marc Darcy (interpretado por Colin Firth), el abogado de derechos humanos, el príncipe y caballero que siempre fue a su rescate en las tres películas anteriores, ha muerto en acto de servicio, es decir, en una misión humanitaria en Darfur. Un héroe hasta el final.
La película se sitúa cuatro años después del asesinato de Darcy. Bridget Jones ha dejado su trabajo de productora de televisión y lleva todo este tiempo dedicada al cuidado de sus dos hijos pequeños. Ahora vive en una casa de varias plantas en el norte de Londres y trata de lidiar con el duelo y la crianza. Sigue sin peinarse y no le da mucha importancia a su ropa —no se quita su icónico pijama navideño ni para acompañar a sus hijos al colegio—. Aunque el verdadero problema que desde el inicio del filme identifican sus amigos y familia es que necesita acostarse con alguien. El sexo lo resolverá todo, no el amor. O eso parece.
A partir de esta premisa, se desarrolla una trama que se suma a la última tendencia de las comedias románticas: mujeres de entre 40 y 50 años que tienen romances con hombres mucho más jóvenes, en la misma línea que Babygirl, La idea de ti, Un asunto familiar o El verano pasado, entre otros títulos. En el caso de Bridget Jones, con Roxter, un chico de 29 años con el que empieza a ligar en la aplicación de citas Tinder. Esta ficción también destierra conceptos como el de MILF (madre a la que me follaría), cougar, Señora Robinson y todos esos chistes sobre las madres, para subvertirlos en una mujer que toma las riendas en una relación sin caer en la caricatura de la madre de Stifler de American Pie.
![From left, director Michael Morris with actors Chiwetel Ejiofor, Renée Zellweger, Leo Woodall and Sally Phillips at the Australian premiere of the film.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/P2KNPG4YBFZ7DLIMPSJCRV7TCA.jpg?auth=a526abe95c576501e490c6d8cdf35d4766294206577cb2843949254f20a4aec7&width=414)
El director Michael Morris y Helen Fielding, la autora de los libros, una de las reinas del chik lit (nombre en inglés de este género literario para mujeres), además de guionista de las películas, han vuelto a leer el espíritu de esta época al situar a Bridget Jones en mitad de este escenario. Sin embargo, como sucedió en las tres entregas anteriores, asumir en una sola mujer todas las imposiciones del sistema heteronormativo y las escasas vías de escape que tiene la mitad de la población mundial conlleva sus riesgos y contradicciones.
Bridget Jones disfruta de esta relación con un tipo 22 años menor, casi como un premio de consolación por la muerte de su amor verdadero. Pero como siempre sucede en esta saga, aparece un tercer actor para completar el triángulo amoroso y ofrecerle a la protagonista, una vez más, el camino del romanticismo por el que siempre ha apostado. No hay manera de despegar a Bridget Jones de la moraleja: fueron felices y comieron perdices, por mucho que se presente en esta ocasión mucho más liberada de algunas ataduras patriarcales.
La trama principal compone una nueva versión de esta mujer que, sin perder parte de su idiosincrasia, ha ido minimizando aquellos rasgos que la hicieron tan famosa. Que no se preocupen las fans, las referencias a Orgullo y prejuicio de Jane Austen a través de Darcy y su nuevo ligue, continúan y encontrarán guiños constantes a los elementos que convirtieron en un icono a Bridget Jones: la música (la banda sonora sigue siendo incuestionable), el Chardonnay, la bragafaja, las minifaldas y camisas transparentes, o sus torpezas traducidas en tropiezos, insultos y primeros planos de su culo. Sigue siendo esa heroína que parece que para caer bien siempre tiene que pagar la cuota de revolcarse por el barro (literal y metafórico).
¿Una mujer de su tiempo?
El mundo conoció a Bridget Jones a los 32 años en 2001 en la exitosa El diario de Bridget Jones. Entonces era, según sus propias palabras, una solterona, gorda, alcohólica, fumadora y un desastre. Y solo estaba al inicio de la treintena. Una mujer cuyo único objetivo era casarse con un hombre que la sacara del caos, porque solo el amor romántico podía salvarla. En 2004, seguía igual cuando se estrenó Bridget Jones, sobreviviré. Presionó tanto a Mark Darcy para que le pidiera matrimonio, que el abogado se asustó y ella casi terminó, otra vez, en la cama de Daniel Cleaver (Hugh Grant), ese hombre tóxico al que se siente irremediablemente atraída hasta esta última entrega en la que ya, por fin, son solamente amigos.
![Bridget Jones, in her now legendary Christmas pajamas.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/XRSANVSKDZNO7HVKCJX66TSKBY.jpg?auth=694741a23a9619c3879ff8bd6efb394f45ef6f0392a49fa4c3076b1114e33daf&width=414)
Desde la primera entrega se acumularon las decenas de artículos que defendían que la ficción tenía el derecho a mostrar los defectos de aquella sociedad, incluidos los que atenazaban a las mujeres; y otros tantos que fueron implacables con los libros y las películas de Fielding, acusándolos de machistas. No se trataba solo de denunciar que estar gorda no debía ser un insulto, que el único físico posible entonces para una mujer no podía ser el llamado heroin chic de Kate Moss (la extremadamente delgada modelo británica) o que se criminalizase a las mujeres que beben, fuman y no son organizadas. Las críticas abarcaban otros aspectos, como las múltiples secuencias en las que se normalizó el acoso sexual de varios personajes masculinos, como el del propio Grant.
El debate siguió en 2016 con El bebé de Bridget Jones. Justo antes de que estallara el Me Too y con este movimiento, el de la última ola feminista, la protagonista fue una madre geriátrica (este es el nombre médico que se da a las mujeres embarazadas mayores de 35 años) en un momento en el que ya era un tema de conversación la bajada de la natalidad, la infertilidad, la precariedad laboral y la incapacidad de proyectar un futuro tras la crisis económica de 2011.
![A scene from 'Bridget Jones. The Edge of Reason.'](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NWXYMBOXTZLSNJ4J7CP25TII7E.jpg?auth=f17274a96a882ab19a87dd1db99f10e9f8c3fc95c12d52fa66d208f666ceaae6&width=414)
Para entonces, el personaje de Renée Zellwegger ya había entrado en una talla socialmente aceptada y el aspecto de su cara había cambiado. Las preguntas para la actriz estadounidense ya no solo eran cómo había engordado y adelgazado posteriormente para interpretar a Jones, sino que le inquirían que confesara si se había hecho algún retoque. Fue la intérprete, cansada de esta fiscalización, la que respondió en una tribuna en el Huffington Post: “No es que sea asunto de nadie, pero no tomé la decisión de alterar mi rostro ni de someterme a una cirugía en los ojos. Esto no tiene verdadera importancia para nadie, pero el hecho de que la posibilidad haya sido discutida entre periodistas respetados y se haya convertido en una conversación pública es una desconcertante ilustración de la confusión entre noticias/entretenimiento y la obsesión de la sociedad con el físico”.
No parece que esta obsesión haya cambiado mucho en 2025, en un momento en el que se ha pasado del body positive (tratar de no encerrar en una talla el cuerpo de la mujer) a la era Ozempic (nombre del medicamento prescrito para diabéticos que se ha convertido en la moda en Hollywood y, por imitación, en el resto del mundo, para adelgazar).
![Bridget Jones overcomes a new love disappointment with ice cream.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UVP4FKJJDFNJTFWRXPKFSEROIU.jpg?auth=6b8b3d092ee076a5f4850cb3a293f990c38ef8c0732fbc2a3e39c7c98dbb8b5c&width=414)
Revisar las tres primeras películas en 2025 es asumir con optimismo que cualquier tiempo pasado no fue mejor y que no siempre hay que volver a los lugares en los que alguna vez fuiste feliz. Esta sensación la he compartido con mis amigas, todas ya al final de los 30 y al principio de los 40, para entre todas hacer un ejercicio de memoria y situar cómo percibimos a Bridget Jones. Y me he vuelto a encontrar con interpretaciones ajustadas a un momento de nuestras vidas, que no era exactamente el del personaje, pero que sí nos permitió, cada una a su manera, vernos representadas en el mainstream. “Una mujer que no era normativa como yo, comiendo helado y bebiendo, en su piso de soltera de Londres, mientras cantaba All by myself, a mí me pareció mi yo del futuro”, me dijo una. “Yo llegué a serlo porque viví allí, la sociedad nos castigaba por no ser flacas”, contestó otra que se confiesa fan de los libros y las películas. “En aquella época era alguien libre que trataba de ser feliz”, añadió una tercera. “Dice mucho de cómo nos educaron que Bridget se considerara gorda”, continúa otra de mis amigas. “Yo no la veía gorda, pero me convencí de que lo estaba porque así lo decía la película. Y era algo, encima, que estaba mal”, me contó otra.
Nos ha resultado más complicado proyectarnos en la actual Bridget Jones, a sus 51 años. Tal vez, el mejor resumen que seguramente repetirán nuestras yo del futuro si volvemos a esta conversación es esta frase clarividente de una de mis amigas cuando le planteé: “Bridget Jones es libre, pero siempre está buscando la validación masculina a través del amor romántico”. (Podemos ser muy intensas en WhatsApp). “Ya, bueno, pero cuándo no es fiesta”.
![A moment from 'Bridget Jones's Baby'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KGEZTOYQZBP5PIFU6BLQXWZTDE.jpg?auth=2c211a13dd8f0e357f0248184996d4dc82f9921f306d91980effbbc3321e9213&width=414)
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