Épica del dolor de muelas
Dos obras de Stravinski forman un dinámico programa presentado en Madrid por la formación de Biarritz y su excelente plantilla de jóvenes artistas
El ballet de Biarritz vuelve a Madrid y al teatro que siempre lo alberga y donde suele triunfar, como este miércoles, que el público ovacionó con entusiasmo tras la representación de dos obras cumbres de la música de ballet del siglo XX en versiones actuales.
Thierry Malandain (Petit-Quevilly, 1959) fundador y director artístico de su conjunto, como coreógrafo se sostiene en los márgenes del ballet contemporáneo, y su invención se canaliza sobre la acción coral, los grandes efectos plásticos y una cierta ampulosidad formal, o envaramiento que quiere traducirse en elegancia expositiva. No hay un contexto propiamente neoclásico, sino una absorción de los modos y las tendencias actuales, buscando un estilo distintivo o propio, pero a la vez, sin desdeñar algo muy francés: esa pretensión lectiva que a veces cuaja bien, y a veces no; pensemos que las dos obras musicales de Stravinski escogidas se estrenaron, en su día en suelo francés. Siendo como es Malandain, un artista de la danza de amplia cultura coréutico y filológica, pone en sus trabajos muy conscientemente elementos que ayudan a enmarcar las coreografías de una justificación bien estructurada y presentada con pulimento y buen baile. La muy joven plantilla salió airosa. Este programa se estrenó en 2021, fue llevado a París (Chaillot) y en general, recibió elogios.
Entre los estrenos de Pájaro (coreografiado por Mijail Fokin) y Sacre (coreografiado por Vaslav Nijinski), como creaciones, hay tres años de distancia, pero dependiendo de por dónde lo enfoquemos, como entes estéticos, puede haber muchos más o algo menos. La potente calidad y pujanza de ambas partituras ha generado, en poco más de un siglo, multitud de versiones en los más diversos estilos. Hacerlas coincidir en un mismo programa, es arriesgado (lo soñó en su día el compositor, y lo consiguió parcialmente, al llevar hermanadas las suites de ambos ballets en concierto). En los tiempos actuales, Maurice Béjart lo hizo dos veces con sus propias coreografías: primero el 30 de enero de 1979 en el Palacio de los Deportes de París, con Sacre y la tercera versión de Pájaro bailados por el Ballet del Siglo XX; y un año después en la Ópera de París con el ballet de la casa parisiense (Patrick Dupond y Charles Jude se alternaron el rol del ave mítica, mientras Elizabeth Platel hizo la elegida en Sacre). Este “programa doble stravinskiano-bejartiano” fue una de las primeras cosas que Peter Schaufuss compró cuando asumió la dirección del Ballet de la Ópera de Berlín Oeste en 1990 y allí se hizo muchísimo. Ahora Malandain reta al hado y retoma la combinación, pero sólo coreografiando la primera obra, la segunda la encargó al que fuera uno de sus bailarines de fila.
Para Pájaro de fuego Malandain se acoda a la parte ritual, lo extrapola del ambiente natural de la pieza, el folclore ruso estilizado, y lo lleva a su terreno, ciertamente mixto y en una línea de diseño severa, aderezada con figuras de su propia fantasmagoría. La lectura de renacimiento y continuación del milagro de la vida, que ya está en el original, aparece de nuevo con símbolos y pantomimas. La versión musical utilizada, de la que no se da ningún dato, es dudosa. Tampoco lo ayudó la mecánica de amplificación sonora.
La sorpresa la ha dado en esta función Martin Harriague (Bayona, 1986), que empezó tarde con la danza, pero que no ha perdido tiempo; él compone su música y se denomina a sí mismo coreógrafo polimorfo. No sé lo que es eso, pero suena casi misterioso. Este es el primer trabajo de Harriague que veo, y hay algo más intuitivo que analítico que me hace pensar en lo que he visto y en su futuro como hombre regidor de cuerpos y estructuras dinámicas; ¿hay ahí un coreógrafo? ¡Sin duda! Quizás alguna parte suya deba aún liberarse de las tendencias en boga y del deseo de agotar sensorialmente al espectador, pero confío en su sensible manera de orientarse o de referirse a un pasado que es parte de su linfa seminal, y es por eso que en su versión de Sacre está el anciano, la elegida, el corro procesional y el espasmo animista. Pero de todo eso podrá despojarse también para llegar a sí mismo y al espectador que lo espera. Massine vio mucho la versión de Nijinski antes de hacer las suyas, la primera en 1920, y no provocó una ruptura. No era necesario. Forjó delicadamente una continuidad y una reelaboración de los elementos disponibles. En cierto sentido, Harriague hace lo mismo.
Harriague usa la algo manida metáfora visual de que, del piano vertical, salga el ánima musical convertida ya en cuerpo coréutico. Siempre es conmovedor ver eso, aunque no sea nuevo. Quizás Harriague alude a que Stravinski compuso Sacre en Les Tilleuls, una modestísima pensión de Clarens, un villorrio de Montreux cerca del lago Leman, y escribe casi toda la partitura de “en una habitación diminuta, o mejor dicho, en una especie de armario de tres metros por tres, cuyo único mueble era un piano vertical de pared que mantenía silenciado, una mesa y un par de sillas”. A petición de la patrona del hotelillo, la mujer de Stravinski colocó unas mantas en el arpa del piano para que no se oyera, de modo que compuso “a la sorda”, sin oírse. Dice Stravinski: “La idea de La consagración de la primavera se me ocurrió mientras estaba componiendo El pájaro de fuego. Había soñado una escena de un ritual pagano en el que una virgen sacrificial bailaba hasta morir”. No es arriesgado decir que La consagración de la primavera es, a pesar de su temática, la primera obra “europea” o “transrusa” de Stravinski y esto es importante a la hora de coreografiar, anécdotas aparte, como que orquestaba en el trencito que lo llevaba a un pueblo cercano a ver al dentista, pues esta obra se hizo bajo la presión de un fuerte dolor de muelas.
Malandain Ballet Biarritz
Programa Stravinski. 'El pájaro de fuego' (1910): coreografía: Thierry Malandain; 'La consagración de la primavera' (1913): coreografía: Martin Harriague. Sala Roja. Teatros del Canal. Hasta el 22 de diciembre.
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