Un baile de cuento de hadas
El Malandain Ballet Biarritz capta en Peralada la dualidad del ser humano con ingenio y destreza gestual a partir del popular 'La Bella y la Bestia'
Poética, inquietante y bien interpretada resultó la versión que sobre La Bella y la Bestia bailó la compañía de estilo neoclásico Malandain Ballet Biarritz la noche del viernes en el Festival Castell de Peralada. Esta compañía dirigida por el francés Thierry Malandain (1959) está formada desde 1998 por 21 bailarines con una excelente formación clásica. Su actuación en Peralada estuvo arropada por la excelente Euskadiko Orkestra Sinfonikoa, dirigida por Ainars Rubikis, que interpretó los diferentes fragmentos de la música de Chaikovski que Malandain ha escogido para esta historia.
El cuento de hadas que Jeanne-Marie Leprince de Beaumont creó en 1757 (inspirado por un texto previo de Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve), centrado en el triunfo del amor sobre lo material y el de la belleza interna sobre la externa, ha sido llevado al cine por Walt Disney en 1992, también ha sido objeto de diversos musicales y, recientemente, el director norteamericano Bill Condon ha rodado otra versión cinematográfica. Sin embargo, Malandain se ha dejado subyugar por la película que realizó el poeta y cineasta francés Jean Cocteau en 1946 y que interpretaron Jean Marais y Josette Day.
A partir de ese notable influjo, Malandain lleva a escena una obra de 80 minutos donde La Bestia liberará sus demonios internos merced al amor de La Bella, utilizando un planteamiento moderno del tema. Bien y mal, verdad y mentira, egoísmo y generosidad trenzan un vocabulario coreográfico potente donde el trabajo coral es de gran impacto. La fuerza de los bailarines expresa el alma de un ser atormentado que irá cambiando y evolucionando hacia la luz. Los artistas encarnan los diferentes personajes del cuento, pero también todos ellos son bellas y bestias a la vez. Es la dualidad del ser humano la que Malandain muestra con ingenio y destreza gestual. A lo largo de la obra también abundan emotivos y fluidos pasos a dos, en los que destacan la pareja protagonista Claire Lonchampt y Daniel Vizcayo.
El coreógrafo divide el ballet en seis escenas, cada una arropada por un fragmento de la sublime música de Chaikovski de diferentes composiciones, como las de Eugeni Oneguin, la famosa Sinfonía núm 6. Patética, Hamlet y la Sinfonía núm.5.
Otro acierto de este montaje es la escenografía y vestuario, firmados por el artista chileno Jorge Gallardo. Los diferentes telones negros que crean estancias palaciegas y laberintos mentales son de una gran plasticidad. Al igual que la majestuosidad de la mesa central, apoyada en patas de caballos, los ornamentados candelabros y los vestidos dorados combinados con los modernos maillots. Las estilizadas máscaras de Annie Onchalo logran que las caracterizaciones no huelan a naftalina. Al final de la obra el público aplaudió con ganas mientras los bailarines desaparecían bajo un mar dorado. De cuento de hadas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.