Polke en la casa de Goya, dos titanes de la pintura muestran sus afinidades
El Museo del Prado reabre sus puertas al arte contemporáneo con uno de los grandes artistas alemanes del siglo XX
Dos mujeres viejas y cadavéricas, una rubia y otra morena, vestidas y adornadas con todo lujo, se miran presumidas en un espejo en cuyo dorso se puede leer: “¿Qué tal?”. Detrás de ellas, el gigante Cronos aparece armado con una escoba dispuesto a barrer a las mujeres y convertirlas en polvo porque a la vanidad también le llega su hora. Francisco de Goya pinta esta desasosegante escena en Las viejas o ¿Qué tal? (1810-1812), un tema que ya había abordado en la serie Los Caprichos. Es un cuadro, propiedad del Museo de Bellas Artes de Lille, ante el que nadie permanece indiferente. El artista alemán Sigmar Polke (Oels, Baja Silesia, Alemania Oriental, 1941 - Colonia, Alemania, 2010) pudo observar de cerca el lienzo en 1982. Había llegado a la ciudad francesa con un grupo de amigos y disponía de incontables referencias sobre toda la obra de Goya y, en especial, sobre Las Viejas. El encuentro no pudo ser más impactante porque su obra entró en nuevos derroteros. Hasta entonces (con 44 años), sus intereses creativos eran múltiples.
Después del viaje a Lille, Goya y sus viejas pasaron a inspirar la mayor parte de la producción de este artista considerado como un estandarte de la pintura. El Museo del Prado narra las consecuencias del explosivo encuentro artístico en la exposición Sigmar Polke. Afinidades desveladas que desde mañana y hasta el 16 de marzo se puede ver en el Museo del Prado. Comisariada por la historiadora Gloria Moure, la exposición está producida por la Asociación de Amigos del Prado en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid.
La muestra ocupa las salas C y D del edificio Jerónimos y exhibe más de 40 piezas del artista alemán (pinturas, fotografías y dibujos). El eje central del discurso con el que se recibe al visitante está formado por el cuadro de Las Viejas y su radiografía. Es la primera vez que el óleo de Goya se expone en el Prado. Durante un recorrido previo a la presentación de la exposición, Moure explica que ha querido mostrar el paralelismo poético y político entre ambos artistas. Profunda conocedora de la obra de este artista, ya que ha comisariado dos exposiciones anteriores: en 1993 en Espai Poblenou y en el 2000 en la Fundació Miró.
Moure recuerda que Polke fue un visitante asiduo del Museo del Prado desde los años 70 del pasado siglo y que su encuentro en 1982 con Las Viejas de Goya en el museo del Lille no hizo más que confirmar y acelerar su interés por el pintor aragonés, que ya había estudiado con detenimiento. “Para un pintor de cualquier siglo este museo es un lugar de referencia y estudio, poder mostrar su obra aquí era un sueño muchas veces comentado. Como artista considero que es uno de los pintores más importantes de mediados del S. XX, con gran influencia en las generaciones posteriores. Ha revitalizado el concepto de pintura desde los parámetros del pensamiento contemporáneo”.
Anna Polke, hija del artista y responsable de la difusión de su legado, se mostró feliz con la exposición en el Prado y recordó que a comienzos de los años 80 su padre viajó con su pareja a Madrid: “Estuvo seis semanas y cada día entraba en el Prado. Tuvimos largas conversaciones sobre este museo. Estaría feliz”.
El coloso
Sobre el impacto del cuadro de las ancianas momificadas, Polke contó en varias entrevistas que el encuentro fue un hallazgo más que una sorpresa. La confirmación de su manera de entender la pintura. No era un cuadro que le pareciera bonito, pero le impactó la técnica pictórica de las superposiciones de capas. “Lo que le atrajo”, detalla Moure, “es lo que intuía que había detrás”.
Señalando lo que podría ser una grieta en Las viejas, la comisaria cuenta que detrás del agujero, el artista alemán estaba seguro de que había un mundo lleno de alegorías y fantasías. “Estaba en lo cierto porque una radiografía desveló la existencia de una pintura oculta. El óleo escondía un Cristo resucitado y una virgen bajo un cielo lleno de angelotes. Tapó al Cristo con una imagen de Saturno/Cronos que escenifica la muerte sobre las divinidades católicas. Esa forma de trabajar, con capas sobre capas, añade Gloria Moure, es la base de la manera de pintar de Polke. El imponente lienzo El coloso, atribuido a Goya hasta 2018, cierra este apartado de la exposición.
Pesadillas infinitas
La muestra avanza sin orden cronológico. Los temas se cruzan y llama la atención la diversidad de materiales de un creador que fue conocido como un alquimista o un mago de la pintura. Amante de la experimentación, solía usar materiales como resina, hollín y polvo de meteoritos, así como imágenes fotográficas y objetos encontrados. En la década de 1970 se interesó por las drogas alucinógenas e incorporó sus efectos visuales a su arte, creando obras que a veces se describían como “psicodélicas”.
Las grandes telas están cargadas de símbolos alusivos a la guerra o a la injusticia que su familia tuvo que padecer. Las calaveras y las esvásticas aparecen una y otra vez como un fondo de pesadilla infinita. ¿Qué sentiría ante las amenazas y tambores de guerra que ahora vuelven a amenazar a todo el mundo? “Difícil hablar por alguien que no está, pero es cierto que vivió profundamente las consecuencias de la guerra y también la caída del Muro de Berlin”, concluye la comisaria. “Era consciente del auge incontrolable del neoliberalismo y de sus nefastas consecuencias que ya se podían apreciar cuando murió, hace ahora 14 años. Por entonces se estaban creando las bases para un posible crecimiento de la extrema derecha. La gestión del miedo, el aumento de la pobreza, el dinero como único valor y la falta de cultura son elementos que ya hemos conocido en la historia y sabemos a dónde nos van a llevar”.
Babelia
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