Mateo Sujatovich (Conociendo Rusia): “Los ejecutivos del negocio musical hoy le dirían a un niño que no haga rock”
El músico argentino, una estrella en su país que sigue la estela de Calamaro o Fito Páez, se abre paso con firmeza en España con un sobresaliente nuevo disco y una gira por cinco ciudades españolas en noviembre
A Mateo Sujatovich (Buenos Aires, 33 años) se le conoce artísticamente como Conociendo Rusia, un proyecto musical que sigue el mejor legado de los grandes compositores argentinos como Charly García, Andrés Calamaro, Fito Páez o Luis Alberto Spinetta. Nacido en Buenos Aires, este músico entusiasta vivió varios años de su infancia en Madrid. Su filosofía y nervio aúnan lo mejor del rock de ambos lugares, como bien demuestra en su último álbum, Jet Love, el quinto de una carrera exitosa en Argentina y que en España está llamada a agrandarse por la calidad de sus canciones. Presenta Jet Love a partir del 17 de noviembre en distintas ciudades españolas empezando por Madrid y, después, Barcelona (19), Valencia (21), Alicante (23) y Málaga (24).
Pregunta. Jet Love. ¿Por qué?
Respuesta. Mira, esta noche no he dormido. Vengo de México con ocho horas de diferencia. Ya en el disco hablo en la primera canción que no sé ni el día ni la hora que son y tengo otra canción que se llama ‘Cinco horas menos’. Básicamente, el jet lag forma parte de mi vida, como la de muchos músicos que viajamos mucho. El título del disco vino en un vuelo. Estaba dentro oyendo los sonidos del avión y empecé a tararear parte de esta canción. Y no solo la grabé, sino que dio el título al álbum. Al igual que en los viajes con jet lag, el jet love podría definirse como las distancias que hay en el amor. Vivir fuera de horarios y a destiempo.
P. ¿Incluso viviendo en la misma ciudad?
R. Sí, claro. Puedes tenerlo incluso viviendo en la misma casa. Eso ya es irse mucho a la mierda.
P. En el disco, el desamor va virando hacia una ilusión por recuperarlo.
R. Sucedió natural. Las primeras canciones son desgarradoras porque me encontraba en ese momento. Después, mi vida fue cambiando y fui encontrando la luz al final del camino. Empecé a vivir otras experiencias y conocí a mi pareja actual.
P. ¿Hubo una ruptura en mitad del disco?
R. Sí, eso me pasó. Y supongo que se nota.
P. Canta que hay canciones que no le dejan dormir. ¿Cuáles?
R. Las que escuché al menos tres veces en un día porque me gustan mucho y voy a por una cuarta. Esa cuarta escucha ya me dice claramente que me estoy metiendo en un problema (risas). Estoy comenzando un problema, lo sé y voy a entrar igual. Es como cuando sabes que no te tienes que tomar esa cerveza más, pero lo haces (risas).
P. ¿Siempre tienen que ver con el amor?
R. No siempre. También son esas que te introducen en un universo. Ya cuando tenía 14 años y vivía en Madrid, en Ciudad Lineal, le dije a mi padre que me gustaría tomar clases de guitarra. Me dijo: ‘Ándale con Claudio’. Era con Claudio Gabis, un mítico guitarrista argentino que vive en Madrid desde hace 40 años y que ya le dio clases a mi padre cuando tenía 12 años. Claudio me preguntó: ‘¿Conocéis a Jimi Hendrix?’. Dije: ‘No’. A partir de ahí, todo cambió. Aprendí las notas y conocí que es una Stratocaster, luego una Telecaster o una Les Paul. Con Jimi Hendrix, conocí el deseo por investigar de música y me transformé en músico.
P. ¿Cuál fue la última canción que le quitó el sueño?
R. Una de Nathy Peluso. Se lo dije el otro día. Se llama ‘Legendario’. No podía parar de escucharla.
P. ¿Cómo recuerda sus años en Madrid?
R. Un lugar que me acogió muy bien. Me enamoré muchísimo de las calles y los paisajes. Fue el sitio donde empecé a ser independiente. Iba al colegio solo y fue, sobre todo, el sitio donde empecé a tocar la guitarra. Eso es importantísimo. De todas formas, siempre eché mucho de menos Buenos Aires.
P. ¿Por?
R. Algo familiar. Nos pasaba a todos en la familia. Volvimos por eso. Pero Madrid se me quedó tatuado. Entiendo el ambiente, su humor… Por ejemplo, no me tienen que explicar qué es la mili (risas).
P. ¿Qué recuerda musicalmente de aquellos años?
R. Había un boom de muchos grupos: Pereza, El canto del loco, La oreja de Van Gogh, Ska-P… Era un momento en el que la canción como concepto estaba de moda y yo podía echar mano de ello.
P. ¿Le marcaron?
R. Sí, claro, pero tengo que citar a mi top argentino por encima de todos, el de los titanes: Charly García, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta y Andrés Calamaro. Son los que más escuché en mi vida. Por ese orden.
P. Quizá Charly García debió ser más conocido en España.
R. Es una institución en Argentina. Fue el profe de Fito y Andrés. Siempre dice que Fito fue su mejor alumno y él se muere cuando lo oye. Fue su teclista. Spinetta y Charly son dos contemporáneos. No hubiesen sido lo que son si no hubiesen tenido al otro. Son como un Lennon y McCartney que no hicieron algo juntos. Casi sucede. Se mejoraban en su rivalidad.
P. Su abuela fue profesora de piano de Charly García, su padre tocó con Luis Alberto Spinetta y su hermana también es una exitosa solista. ¿Cómo fue crecer en una familia tan musical como la suya?
R. Tuve que irme a buscar otro instrumento (risas). Fue mi mejor estrategia y mi mayor virtud fue poder encontrar algo con lo que separarme un poquito al apellido Sujatovich, que está muy ligado al piano. Todos en mi familia son super pianistas y yo era el último. Empezaba perdiendo 4-0 el partido. Yo intentaba armar el la menor y mi hermana ya tocaba a Bach. Pensé en dedicarme a los deportes (risas). La guitarra me salvó y además no tenía mucho con quien compararme.
P. ¿Cómo sentó que cogiera la guitarra?
R. Buenísimo. Mi padre me dijo: ‘Che, en casa tienes dos. Dale’. Y un día ya mi padre me compró una guitarra española para mí.
P. Hace pop-rock en tiempos en los que en Argentina los músicos de su generación con éxito están con el trap y la música urbana.
R. Lo sé. Es algo natural. Empecé con Jimi Hendrix, luego Clapton y luego Calamaro. Nunca se me ocurrió hacer otra música que no saliera así. Soy un afortunado de que me vaya bien porque no es el género de moda ni tendencia. En el negocio musical, los ejecutivos le dirían hoy a un niño que no hiciese rock, pero tampoco a nadie le ha ido bien haciendo música siguiendo los consejos de otros. Uno tiene que hacer lo que le nace y siente.
P. El disco suena con un rock muy actual.
R. Hay varios sintetizadores y quizá eso ayuda, pero la verdad que no tenía ni idea de cómo iba a sonar al principio. El mérito es del productor, Nicolás Cotton, quien trabaja conmigo de siempre. Encontramos juntos ese sonido muy ochentas modernos. Pensando mucho en The War on Drugs y Bleachers.
P. Además, se adentra en terrenos del folk como en ‘Late más’.
R. Cuando uno toca mucho un instrumento, se envicia. Por eso, hay que tocar con instrumentos que se desconocen para caer en lugares distintos. Y así redescubrir cosas. Yo estaba en Mar de Plata en mis vacaciones y un amigo estaba tocando en una afinación distinta, una que usa Jimmy Page. Me obsesioné con ello. Plasmé esa obsesión en el disco.
P. Lleva tiempo trabajando el puente entre Argentina y España.
R. Sí, tuve la suerte de conocer a Leiva y transformarlo en una amistad. Sé que tengo un hermano mayor en España. Eso me da mucha seguridad y alegría. No descarto pasar temporadas en Madrid. En Argentina, me va súper bien. El camino está muy hecho. Creo que puedo hacer un poco más de camino aquí.
P. ¿Cómo conoció a Leiva?
R. Lo primero que hicimos fue trabajar a distancia con la canción ‘Mundo de cristal’. Estábamos en pandemia. Meses después, yo vine a cantar a Madrid y quedamos en vernos y me pasó a buscar en coche para ir juntos al concierto de Rufus Wainwright. La pasamos genial.
P. Argentina acapara mucha información desde la llegada de Milei. ¿Cómo lo ve?
R. Lo veo con mucha atención, mucho disgusto. Es un clima muy difícil el que vivimos. Creo que va quedando claro que lo que votó el pueblo argentino es muy duro.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.