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Cuatro años de cárcel para un anticuario por engañar a unas monjas de clausura para llevarse una escultura barroca

Un tribunal lo considera culpable de apropiación de la talla, en 2018, y de dar el cambiazo a las propietarias por una “copia burda”

La escultura de José de Mora, 'santa Margarita de Cortona', requisada por la Policía Nacional. CORTESÍA DE L S. G.
La escultura de José de Mora, 'santa Margarita de Cortona', requisada por la Policía Nacional. CORTESÍA DE L S. G.El País
Javier Arroyo

La Audiencia de Granada ha condenado a Santos Boy Jiménez, anticuario de Alagón (Zaragoza), a cuatro años de prisión y 3.650 euros de multa por apropiación indebida de una escultura barroca del siglo XVIII atribuida a José de Mora que, desde la década de los cincuenta del siglo pasado, se encontraba en un convento de clausura en el granadino barrio del Realejo. La talla, en madera y de unos 1,5 metros de altura, salió del edificio en abril de 2018, camino de Zaragoza, en una furgoneta de Boy Jiménez. El convento había cerrado en febrero de ese año y las monjas, según la sentencia, convocaron al anticuario para que les diera un presupuesto de restauración de esa pieza y algunas otras. Le entregaron la talla, pero como pasaba el tiempo y no la recibían de vuelta, las monjas la reclamaron. Lo que recibieron fue una “burda copia”, según el fallo. El condenado ha informado a EL PAÍS de que recurrirá la sentencia.

El anticuario asegura que pagó 10.000 euros por adquirir la pieza. Pocos meses después, la vendió por 90.000 y la siguiente noticia pública fue que se ofrecía en Nueva York, donde se encontraba, por 350.000. Denunciada la salida al extranjero por parte de asociaciones patrimonialistas de Granada, la figura fue confiscada por la policía y de entre los numerosos intervinientes en la ruta de la pieza desde Andalucía hasta EE. UU., pasando por Alagón, Madrid, Londres y Maastricht, el único que hizo algo ilegal a sabiendas fue el anticuario zaragozano, según los jueces: se quedó una escultura que no era suya y engañó a las monjas devolviendo prácticamente un muñeco. Para la justicia, nadie más hizo nada contra la ley.

La historia arranca en los primeros días de febrero de 2018, cuando el convento de clausura de los Ángeles cerró sus puertas. Tras fallecer la abadesa y con solo tres monjas, la orden de las clarisas estableció el cierre definitivo. Pero cerrar un convento abierto casi cinco siglos antes, en 1538, va más allá de tirar de la puerta y salir. Allí quedaban decenas y decenas de antigüedades que, con más o menos valor, había que trasladar para evitar su pérdida y saqueo. Ese traslado de enseres tuvo lugar en su mayor parte entre aquel febrero y el mes de julio posterior. Las monjas se habían marchado a un convento en Estepa y una de ellas, sor Josefa Palacios, quedó nombrada comisaria pontificia a cargo de un desalojo ordenado y de hacer inventario del patrimonio. Lo cierto es que la salida del material no fue todo lo ordenada y anotada que debía ser porque, meses después, algunas piezas aparecieron en el rastro de Madrid.

En lo que respecta a la escultura de José de Mora, es relevante saber que hasta 2019 se conocía bajo la advocación de Santa Rosa de Viterbo. Ese año, el galerista Nicolás Cortes —quien compró la estatua a Boy Jiménez por 90.000 euros en junio de 2018 y ha resultado absuelto en el juicio— publicó Seven Centuries of Spanish Art (Siete siglos de arte español). Ahí ya aparece como Santa Margarita de Cortona. Aunque de clausura, el convento celebraba misas abiertas al público y la talla era bien conocida por los granadinos que acudían. Estaba cerca del altar, en alto, a su derecha.

El cierre del convento fue publicado en los medios, por lo que no pasó inadvertido para anticuarios, galeristas y gente de ese ámbito de toda España. Más de uno pasó por allí y, previo pago en metálico y salida rápida, el convento se fue quedando vacío. Algunas piezas aparecieron en el rastro de Madrid y otras, como la entonces todavía Santa Rosa de Viterbo, salieron de Granada en la furgoneta de Santos Boy Jiménez. Este anticuario admite que se enteró, como tantos, de la situación del convento y viajó a Granada. Dio dos viajes en la furgoneta y explica a EL PAÍS que todo fue una venta con conocimiento de las monjas. Sin embargo, ellas, y ahora también la sentencia, hablan de que se llevó esta pieza —a 750 kilómetros del convento y otros tanto de retorno— para hacer un presupuesto de restauración.

Imagen barroca original de Santa María de Cortona. CORTESÍA DE L. S. G.
Imagen barroca original de Santa María de Cortona. CORTESÍA DE L. S. G.Cortesía de L. S. G.

A partir de ahí, el galerista Nicolás Cortás le compra la imagen al anticuario “sin conocimiento de su origen ilícito”, dicen los jueces. Se pone en marcha entonces una maquinaria que en cinco días le consigue un permiso de exportación por parte del Ministerio de Cultura y acaba con la pieza en la galería de Cortés en Londres. La pieza se pone en el mercado por 350.000 dólares (320.000 euros al cambio de hoy). La escultura ya aparece como Santa Margarita y con ese nombre y la documentación viaja desde Londres a Maastrich (Holanda) y Nueva York. Nadie la quiere por ese precio y, durante su estancia en Estados Unidos, se hace pública la historia de la obra y se requiere al galerista que la traiga de vuelta y la entregue a la policía mientras se investiga de quién es y, también, si puede venderse en el extranjero.

Una parte central de esa operación es el cambio de nombre, que no es baladí. La pieza está catalogada pero, incluso a día de hoy, el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, encargado de la tutela y la investigación sobre el patrimonio histórico de Andalucía, mantiene la ficha de esta pieza en su archivo digital bajo la denominación Santa Rosa de Viterbo y la sitúa en Estepa. La imagen de la ficha es la que ahora conocemos como Santa Margarita de Cortona, pero, por ello, nadie que buscara Santa Margarita de Cortona en archivos, internet o base de datos especializada encontraría entonces, en 2018, imágenes o fichas sobre la pieza objeto de controversia. Para que nombre e imagen hicieran match había que buscarla por Santa Rosa de Viterbo.

Copia de la imagen barroca de Santa Margarita de Cortona. CORTESÍA DE L. S. G.
Copia de la imagen barroca de Santa Margarita de Cortona. CORTESÍA DE L. S. G.Cortesía de L. S. G.

El periplo tiene otros momentos de interés. Por ejemplo, cuando las monjas, según los jueces, le piden al anticuario de Zaragoza que les devuelva la pieza porque hace tiempo que se la llevó. Según las monjas, algo que niega Santos Boy Jiménez, este les devolvió una copia fácilmente distinguible por, entre otras cosas, la postura de manos, falta de una cruz, etc. Lo cierto es que ellas dieron la copia por buena y no lo denunciaron hasta algún momento de 2019, como han reconocido las religiosas, cuando ya todo el asunto de las idas y venidas de la pieza era público.

Desde el 14 de enero de 2020, entregada la pieza por el galerista a la policía, la anteriormente conocida como Santa Rosa de Viterbo descansa en uno de los almacenes del museo de Bellas Artes de Granada, en la Alhambra. Una vez que se resuelva el trámite judicial, la obra debería partir hacia su destino, casi seguro el convento de las clarisas en Écija. El convento que cerraron en 2018 es ahora propiedad de una comunidad budista, que lo compró por 2,5 millones de euros para convertirlo en centro de meditación.

Jesús Villamor Blanco, abogado del despacho Ayuela Jiménez y defensor de Nicolás Cortés, y Laura Sánchez Gaona, asesora de Derecho del Arte de ese despacho, destacan: “El tribunal ha cogido los cuatro principales argumentos que esgrimimos para considerar que nuestro defendido no conocía en ningún caso que la obra pudiera haber sido sustraída”. Y subrayan que Cortés hace público en todo momento que es el propietario y la quiere vender, por lo que “no se mueve en un ámbito de clandestinidad, sino todo lo contrario”.

Santos Boy Jiménez, por su parte, se ha mostrado muy molesto con el hecho de que el tribunal no admitiera una grabación en la que, según él, quedaría demostrado que las monjas no le dieron la obra para un presupuesto, sino que se la vendieron.

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