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‘Autobahn’, el disco de los pioneros Kraftwerk que inauguró la era del pop electrónico, cumple 50 años

El influyente álbum de los llamados ‘Beatles de la electrónica’ es analizado en un ensayo que explica cómo revolucionó la música popular y abonó el surgimiento de bandas como Depeche Mode, OMD y New Order

Una actuación del grupo alemán Kraftwerk.
Una actuación del grupo alemán Kraftwerk.KRAFTWERK
Elena G. Sevillano

Fue con su cuarto disco, Autobahn, en 1974, cuando la banda alemana Kraftwerk encontró su santo grial. Con una osadía que desconcertó a los críticos de la época, colocaron los sintetizadores y las cajas de ritmos en el centro de sus composiciones. Aquel disco, que cumple 50 años, fue la semilla de algo nuevo: en sus temas destilaron un sonido sintético, robótico y minimalista; algo que era frío y a la vez intensamente evocador. Autobahn había inaugurado la era del pop electrónico.

Su sonido, consolidado en los siguientes álbumes con temas como The Model, The Robots y Computer Love, abonó en los ochenta el surgimiento de grandes bandas británicas del techno-pop como Depeche Mode, New Order, Orchestral Manoeuvres in the Dark (OMD) y Human League, y sigue latiendo hasta hoy en temas de Coldplay y en la puesta en escena de Daft Punk, entre muchos otros. El grupo, que tras la muerte de Florian Schneider continúa activo con Ralf Hütter como capitán, sigue cultivando su aura enigmática, con escasísimas entrevistas y la distancia habitual con sus fans.

“Kraftwerk son el grupo más importante de la historia de la música popular de los últimos casi 60 años”, escribía Andy McCluskey, cantante de OMD, en la revista británica NME el pasado septiembre. Escuchó Autobahn a los 16 años y le cambió la vida: “Aquello era el futuro.”

¿Qué evocaba esta nueva música? Paisajes sonoros industriales en entornos futuristas al ritmo del avance tecnológico. El tema que daba nombre al disco, Autobahn (autopista, en alemán), de casi 23 minutos, quería sugerir el placer de conducir por las eficaces autopistas alemanas, uno de los grandes orgullos nacionales.

Su propuesta, sin embargo, no convenció demasiado. “La crítica fue tibia”, recuerda el veterano periodista musical alemán Jan Reetze, que acaba de publicar el ensayo Die Geschichte von Kraftwerks Autobahn (La historia de Autobahn, de Kraftwerk), en el que desgrana el álbum desde las perspectivas musical, cultural y técnica.

“Era algo nuevo, y los críticos de música rock apuntaron que funcionaba bien y que Kraftwerk había logrado un gran salto en comparación con sus álbumes anteriores, pero no sabían muy bien dónde colocarlo. Esto ya no era música rock, pero tampoco era música seria, como Stockhausen o Ligeti”, responde Reetze a EL PAÍS desde su residencia en Pittsburgh, Pensilvania (EE UU).

Jan Reetze, periodista musical, en una imagen cedida de la editorial Halvmall.
Jan Reetze, periodista musical, en una imagen cedida de la editorial Halvmall.

Guiados por la experiencia del productor e ingeniero de sonido Conny Plank, el planteamiento del disco era técnicamente disruptivo: “Autobahn fue el primer álbum pop que usaba la electrónica, en especial el sintetizador Minimoog, como el elemento definitorio para un disco completo”, resume.

Clasificar al grupo tampoco resultaba sencillo. Los fundadores de la banda, Florian Schneider y Ralf Hütter, procedentes de Düsseldorf, en la cuenca del Ruhr, se veían a sí mismos como una especie de alquimistas que utilizaban las últimas tecnologías para crear nuevos sonidos. Con la incorporación de Wolfgang Flür y Karl Bartos poco después, completaron el cuarteto original que llegaría a ser apodado como los “Beatles de la electrónica”.

Combinaban una puesta en escena ensimismada, con los cuatro intérpretes tocando sus teclados como técnicos de un laboratorio. “Desde el principio se vieron a sí mismos no tanto como una banda al uso, sino como una especie de proyecto de arte multimedia”, sugiere Reetze, una suerte de gesamtkunstwerk, u obra de arte total de raíz wagneriana, que conjugaba la música con el diseño y las artes escénicas. Además, cultivaban una imagen distante: “Se hacían inaccesibles tanto a los fans como a la prensa; anteponían el proyecto conjunto y rechazaban el estrellato personal”.

Inesperadamente, el disco Autobahn fue un éxito tremendo en Estados Unidos. “Fue de chiripa”, subraya Reetze; “nadie podría haberlo previsto”. “Fueron sobre todo las emisoras de radio de las universidades las que descubrieron el álbum y lo emitían todo el rato; a los estudiantes les encantaba y lo pedían por correo (las tiendas de disco locales normalmente no lo tenían)”.

La melodía de Autobahn quería emular un largo viaje en autopista. “Es básicamente la descripción de un viaje en coche desde Düsseldorf a Hamburgo”, resumía Wolfgang Flür, citado en el ensayo Kraftwerk: Future Music from Germany, de Uwe Schütte, publicado en 2020: “Si conoces la ruta, reconocerás los sonidos: los sonidos mecánicos representan la industria del valle del Ruhr, las cintas transportadoras de las ciudades mineras de Bottrop y Castrop-Rauxel. Luego tienes la franja a través de la zona rural de Münsterland, donde el campo está simbolizado por la flauta y la canción da una sensación completamente diferente. En resumen: Volkswagen y Daimler, Thyssen y Krupp, bellos paisajes, y en medio la larga y ventosa autobahn, un cuento clásico alemán de nuestros días”.

A su éxito transatlántico quizá ayudó uno de esos curiosos malentendidos en la comprensión de las canciones. Mientras que la letra original recitaba “Wir fahr’n, fahr’n, fahr’n auf der Autobahn” (conducimos por la autopista), en inglés sonaba muy similar a “We have fun, fun fun on the Autobahn” (nos divertimos por la autopista). Parece que de alguna manera esa semejanza conectaba a la banda con los Beach Boys y su tema Fun, fun, fun. “Por supuesto, esto es una tontería, pero no había artículo en la prensa estadounidense que no lo mencionara”, indica Reetze.

“El triunfo en las emisoras universitarias fue suficiente para empujar el álbum al puesto 5 de las listas de discos de Billboard”, recuerda Reetze. Luego la discográfica acortó el tema de los 22:40 a tres minutos y medio y fue también un éxito en las listas de singles: 23 del Top 40. En EE UU, Kraftwerk encontró un público muy receptivo e incluso dieron una gira de 40 conciertos.

Ese golazo inesperado les abrió las puertas de Reino Unido, donde su música, con álbumes como Trans Europe-Express (1977), The Man-Machine (1978) y Computer World (1981), inspiró a una nueva hornada de grupos jóvenes que serían referentes mundiales de la música electrónica.

“Su mayor influencia, creo, fue en la segunda mitad de los setenta y los ochenta. La new wave y los nuevos románticos de Reino Unido, con bandas como Depeche Mode, OMD y New Order, entre otros, no podrían haber sido lo que fueron sin Kraftwerk; incluso una banda como ABBA tiene influencias de Kraftwerk”, enumera Reetze.

Su éxito también se atribuye a un enfoque más terrenal que otros grupos coetáneos que hacían música electrónica. “Mientras que Tangerine Dream, Klaus Schulze y la mayoría de la escuela de Berlín creaban una música cósmica muy meditativa y abstracta, Kraftwerk desarrolló una especie de narrativa con la que todo el mundo podía conectar”, apunta Reetze. Su “música folk de las fábricas” fascinó a popes como Brian Eno y David Bowie, que le dedicó una canción a Schneider.

En EEUU la huella de Kraftwerk es más indirecta. “Autobahn fue un éxito, pero se quedó ahí”, señala Reetze. Sin embargo, en 1977 el disco Trans Europe-Express fue muy bien acogido por disc-jockeys de Chicago, Detroit y Nueva York, que lo usaron para sus mezclas. “Ahí es donde puedes encontrar el rastro de Kraftwerk, en el house y el hip-hop de hoy”, detalla.

Medio siglo después, Kraftwerk, ya sin Florian Schneider, fallecido en 2020, sigue incorporando los últimos avances en creación musical. “Siempre han intentado estar a la vanguardia de la tecnología, y con ella adaptan su repertorio. Si vas a un concierto de Kraftwerk hoy, es sorprendente lo frescos que suenan temas de hace 50 años como Autobahn, que aún es uno de sus temas centrales”, subraya Reetze.

Aquel disco de hace medio siglo inició un movimiento que sacudió el pop. Schütte resume así su impacto: “Como sabemos hoy, Autobahn acabaría cambiando para siempre el curso de la música popular del siglo XX”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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