El renacer de los Sylvanian: los animales cuquis forman ahora familias diversas o con miembros gays o neurodivergentes
Desde inicios de 2024, aumentan las ventas de estos juguetes que las nuevas generaciones resignifican y se unen a la tendencia de la nostalgia y lo tierno
El primer capítulo de esta historia de las familias Sylvanian comienza en algún claro de un bosque. Huele a hierba mojada y a frambuesas. Se escuchan los pájaros, las risas de los niños, el correr del agua por los riachuelos. Al fondo aparece una aldea de casitas inglesas. La banda sonora es bucólica. Familias de animales de clase media rural se ocupan en sus tareas cotidianas. Las mamás cocinan, cuidan de los hijos. Los papás salen de sus casas para ir a trabajar. Son los años ochenta. Y un niño y una niña manipulan estos muñecos peluditos y antropomórficos en su cuarto.
En el segundo capítulo de esta misma historia se repite el escenario rural y el sonido ambiente. La aldea es idéntica y los habitantes tienen la misma apariencia súper cuqui. Es 2024 y ahora suenan de fondo Karol G, Taylor Swift y alguna otra diva del pop. Los personajes son homosexuales, neurodivergentes, configuran familias desestructuradas y viven dramas propios de las telenovelas. El mismo niño y niña (que en la entrega anterior) ya son veinteañeros y treintañeros (milenial y Z) así que no solo juegan de puertas para adentro, los Sylvanian son protagonistas de sus cuentas de TikTok.
Más de tres décadas separan estos dos capítulos que, aunque imaginados, se sustentan en el reciente renacer de los Sylvanian, unos juguetes que creó la marca japonesa Epoch en 1985 inspirándose en las típicas casas de muñecas y figuras antropomórficas de animales. Durante muchos años, estas familias que al principio solo representaban a especies de los bosques como conejos, ardillas, osos, castores, erizos… y que con el paso del tiempo incorporaron a los gatos, perros, pingüinos, elefantes… estaban alineados con tres valores: naturaleza, amor y familia. A finales de 2023, pero sobre todo en estos primeros meses de 2024, el cuento ha cambiado.
Quienes en su infancia jugaron con estos muñecos y los que ahora los han descubierto gracias a las redes sociales los han resignificado. “A las chicas y a los gays nos da igual que un producto esté clasificado como heteronormativo. Nos gusta porque vamos a convertir a esa madre Sylvanian en una divorciada”, explica Carlos Peguer, de 24 años, uno de los responsables del podcast La Pija y la Quinqui. “En mi caso, todos mis muñecos son gays, es que no me puedo ni imaginar que estos bichos adorables y monísimos que ahora viven en mi casa sean heterosexuales”, agrega.
Una parte de la generación Z, a la que pertenece Peguer, llegó a los Sylvanian a principios de 2024, cuando se produjo un boom de los sobres sorpresa (se lanzaron en 2019) que, como su nombre indica, esconden animales que no descubres hasta que no abres la bolsa. En este efecto está otra de las explicaciones a este auge: ya no son solo los nervios que provoca no saber qué figura te va a tocar, sino que esa emoción se debe (casi es un mandato) compartir en TikTok. “Está ese punto de azar y luego todo el proceso de grabarte comprando un sobre y abrirlo en redes”, detalla Peguer, “el hecho de poder compartirlo”.
@carlospeguer Respuesta a @mauroto unboxing de las bolas de gachapón de #sylvanianfamilies 🐰🤍
♬ sonido original - carlospeguer
Los vídeos de usuarios abriendo sobres, mostrando familias Sylvanian, piezas descatalogadas, cuartos enteros decorados como la aldea en la que viven estos muñecos,… se aglutinan bajo la etiqueta #sylvanian families en TikTok que suma más 145.000 publicaciones. Hay un segundo lugar virtual en el que ir a encontrar las nuevas historias que viven estos muñecos, muy alejadas de esa heterenormatividad con la que estas familias fueron concebidas: #Sylvaniandrama.
En esta etiqueta es donde se recopilan los vídeos en los que, por ejemplo, una ardilla y un zorro portan una pistola mientras suena uno de los memes más compartidos y recordados de la serie Paquita Salas: “pim pam pum, tengo una pistola, que dispara sola…”. O ese otro en el que una oveja ejerce de pastor evangélico y alerta a otros animales de “los peligros de la homosexualidad”. La marca Marc Jacobs hizo uno con motivo del día de la madre en el que una familia le hace una intervención a la madre, obsesionada por comprar bolsos de la marca (acumula más de medio millón de corazones y se ha compartido 61.000 veces). En España, los Sylvanian también protagonizan varios de los mejores momentos de programas de televisión como Sálvame. El pasado junio, además, se estrenó una película sobre estos juguetes.
@brujitaaaaa asi suena mi pist0la 🔫💕 #sylvanianfamilies #sylvanian
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“La política de la empresa siempre ha sido representar un mundo bastante diverso”, defiende Paula Mar, responsable de Marketing de la filial de Epoch en España. “Se nos ha intentado encasillar en que perpetuamos una serie de roles: tenemos figuras de alcaldesas de la Aldea Sylvanian desde los años noventa. Sí, tenemos a una madre con una lavadora, pero también a una niña que viene con un set de escritorio de estudio y a un niño con el de limpieza para el baño”, continúa la portavoz de la marca que llegó a España en 2017, aunque se comercializaba desde antes. “Como padres debemos educar de la manera en la que queramos a nuestros hijos, por eso es importante presentar juguetes diversos, para que sean los niños y las familias quienes le busquen el sentido que quieran para el desarrollo de los pequeños.”
Son, precisamente, las madres, sobre todo las milenial, las que más compran estos juguetes, según datos de la empresa. Las que jugaron en su momento que ahora quieren estas familias para sus hijos, las que están metidas en el bucle de la nostalgia y han acabado por convertirse en coleccionistas. “Las chicas que ahora están en sus 20 intentan reconectar un poco con su yo interior”, explica Dan, experto en cultura pop que comenta en Instagram (más de 160.000 seguidores) y TikTok (1,4 millones). Dan conoció a los Sylvanian de “peque” aunque “en aquel momento eran el accesorio de mis bratz, mi juguete favorito”.
“Los bebés con accesorios son ahora mismo el producto estrella de la de la marca. Luego hay determinadas familias que son más favoritas y las casas, la insignia del producto”, apunta Paula Mar. Un bebé ronda los seis euros. Las casas y otro tipo de accesorios más grandes pueden superar los 100. La marca Sylvanian Families acumula más de 18 meses en el primer puesto en la categoría de muñecas del mercado. En 2019, en el 35º aniversario, lanzó una encuesta para que los compradores eligieran a su familia favorita y ganaron los patos.
Cosas de chicas
El renacer de los Sylvanian se enmarca en esa tendencia imperecedera con cientos de expresiones culturales que es la nostalgia, pero también en otra relativamente reciente que tiene un mayor reflejo en la moda y la literatura. A quienes llevan años poniéndose un lazo o añadiéndolo a cualquier producto se les llama coquette, en español, coqueta. Define un estilo hiper femenino con raíces en la época victoriana, es decir, un estilo no solo de lazos, también de volantes, colores pastel y mejillas sonrojadas. Todas características de muchos de los miembros de las familias Sylvanian. “Mis sylvanians favoritos son los flora rabbit”, dice Dan, “son la familia más mona y el padre y la madre tienen una flor en el pelo, no puedes pedir nada más”.
@carlospeguer Respuesta a @MLL unboxing de sonny angels con @DAN! 🐰 (voy otra vez retrasado con los vídeos jiji os quiero)
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En el caso de la literatura, impera la idea de la ternura como agente del progreso social en varias publicaciones recientes. “Una profunda preocupación emocional por el otro”, en palabras de Olga Tokarczuk cuando recogió su premio Nobel de Literatura en 2019. “Es el arte de personificar, de compartir sentimientos y, por lo tanto, descubrir similitudes”, dijo la escritora.
Como explica Carlos Peguer: “No hay activismo en apropiarse de estos juguetes. Los hemos convertido en lo que nos gusta: gays y neurodivergentes”. Desde sus habitaciones abiertas al mundo a través de las redes sociales consiguen, un poco, que “el desprecio por la experiencia femenina”, en palabras de la escritora Annie Ernaux, cada vez sea menor. O que les importe cada vez menos.
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