¿Qué pasa con las novedades cuando dejan de ser novedades?
La Feria de Libro es una gran oportunidad para que las editoriales muestren su fondo. Y existen otras opciones para moverlo a lo largo del año: el catálogo supone el 68% de las ventas en España
Con lo que cuesta publicar un libro y luego, salvo excepciones, pasa apenas un suspiro en las mesas de novedades. Es un mantra en el sector: cuánto se publica en España, qué poco dura una novedad, menuda competencia por el espacio físico, mediático, mental. Pero los libros tienen una vida trascendente más allá de la novedad: ese Más Allá de los libros es el catálogo o fondo editorial. Y aunque sea un Más Allá, muchos títulos siguen muy vivos. En la Feria del Libro de Madrid, que este domingo llega a su fin, el fondo está muy presente en las casetas de los editores, donde pueden desplegarlo con orgullo y sin tanta limitación espaciotemporal.
El fondo es muy importante: a pesar de su menor visibilidad, la mayoría de las ventas anuales procede de sus profundidades. En todos los géneros supera el 50% de las ventas y de media supone un 68%, según datos de GFK para 2022. Según la propia auditora, muchas editoriales descuidan sus fondos y les sacarían más partido con más promoción o, simplemente, actualizando los metadatos con asiduidad. El fondo es como una sopa que hay que remover con frecuencia para que no se hundan los tropezones: los títulos pretéritos necesitan energía para seguir a flote.
Cada descubrimiento, una novedad
“Nos gusta pensar que una novedad es cualquier libro que llega a un lector por primera vez”, dice Pilar Reyes, directora editorial de varios sellos literarios del grupo Penguin Random House, como Alfaguara, Random House, Lumen o Caballo de Troya. Es decir, los libros del fondo también son novedosos para mucha gente y así hay que tratarlos. Pone ejemplos: Rayuela, de Cortázar, o Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, son libros que son descubiertos constantemente por nuevos lectores. Qué hermoso es cumplir 18 años y sumergirse en aquel París del enorme cronopio argentino.
“Trabajar con el fondo es una de las cosas que le permite más creatividad a una editora, es estimulante pensar estrategias para que el catálogo permanezca vivo”, dice Reyes. Algunas estrategias habituales son hacer ediciones especiales con nuevos prólogos o rediseñar las cubiertas de la obra de un autor consagrado. Un ejemplo notable es la edición que Alfaguara publicó de Cien años de soledad, de García Márquez, en el octogésimo cumpleaños del autor, acompañada de textos críticos de Mario Vargas Llosa, Víctor García de la Concha o Sergio Ramírez, en una colaboración con la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Otro ejemplo fue el relanzamiento de El mundo de la Antigüedad tardía (Taurus), de Peter Brown, que supuso un pelotazo editorial. “Nuestra propuesta no es solo incrementar el número de títulos nuevos sino replantear lecturas del pasado en el presente”, añade la editora.
Si bien el fondo es fundamental para el negocio editorial, desde la pandemia, con el incremento de la venta en línea, su peso en facturación ha ido creciendo con respecto a la novedad. Al fin y al cabo, en internet las novedades y el catálogo gozan de una accesibilidad más equilibrada, a diferencia de en las librerías físicas, donde los títulos nuevos brillan rutilantes, mientras que los del fondo se esconden en las estanterías o también brillan, pero por su ausencia.
Fondo de feria
Aunque en la Feria del Libro son vistosas las comparecencias de los escritores que rubrican sus lanzamientos, es también un escenario propicio para que las editoriales saquen pecho por todo lo que han publicado y no solo por la espuma del momento. Aquí hay tiempo (dos semanas) y espacio (una caseta) para mostrar (y vender) el patrimonio libresco reunido con el trabajo acumulado.
Hay quien defiende la bibliodiversidad que aporta el fondo. “Está muy bien que las editoriales vengan a la feria para mostrar sus fondos, porque en las casetas de las librerías suele primarse la novedad”, dice Matilde Martínez Sallés, editora de Godall, que debuta este año en la feria con su catálogo de 40 libros en castellano (tienen muchos más en catalán). “Queremos luchar contra la dictadura de la novedad”, dice. Reivindican que se saquen menos libros, que vayamos más lento. “Tenemos que salir de esa maldita rueda de las novedades que imponen los grandes grupos, donde los libros solo duran dos o tres semanas”, opina la editora.
En Capitán Swing desembarcan con todo su catálogo, compuesto por unos 400 títulos, para ponerlo a la vista del visitante. “Además, por la feria imprimimos un catálogo con todos nuestros títulos, desde el primero, y que cada año, claro, es más grueso. Lo regalamos a los lectores, hay quien viene a buscarlo expresamente”, explica Verónica Vicente, responsable de comunicación. “A través de él se pueden conocer libros que quizás ya no estén en el radar”, añade. La otra manera de sacar partido al fondo son las redes sociales: como en Capitán Swing se dedican al ensayo de temas sociopolíticos candentes, es común que algún suceso de actualidad les permita sacar a colación alguna de las obras de su nutrido catálogo. Desde Palestina a la gentrificación, pasando por los impuestos, el acceso a la vivienda o el ascenso de la ultraderecha.
En Pepitas de Calabaza también traen todo su material, más de 380 títulos. “Hay editoriales que están más enfocadas a las novedades, pero nosotros nos consideramos una editorial de fondo”, dice Víctor Sáenz-Díez, que atiende la caseta con un mandil, como si fuera un tendero de libros. Eso implica no solo elegir los textos pensando en su supervivencia más allá de la novedad, sino también en hacer tiradas más largas sin preocuparse porque no se agoten en el lanzamiento. En Logroño tienen la tienda Semilla Negra en la que puede encontrarse todo su catálogo mostrado de frente, como si más que una librería fuera un antiguo videoclub. “A la Feria viene mucha gente a buscar esos libros del fondo que no se encuentran fácilmente en las librerías”, dice Sáenz-Díez. Durante del año se van “inventando cosas”: buscan efemérides para airear algunos libros o elaboran playlists con canciones relacionadas con algún título (lo hicieron con libros como Fidela, de Elvira Valgañón, o La filosofía es La Polla, de Tomás García Azkonobieta) . “Nuestro fondo está muy vivo”.
“Nuestro motor es el fondo”, dice David Lacal, comercial de la editorial Kalandraka, “hay algunos clásicos que llevan vendiendo 20 o 30 años y siguen. No tienen fin”. Suena cierto, porque esta editorial enfocada a lo infantil y juvenil tiene en su haber algunos de los long sellers que los padres con experiencia van recomendando, generación tras generación, a los padres novatos, esos que están en todas las escuelas infantiles (por ejemplo, la colección De la cuna a la luna, de Antonio Rubio y Óscar Villán o ¿A qué sabe la luna? de Michael Griejniec). El boca a oreja funciona a toda máquina. En la caseta de Kalandraka tienen cierta estrategia: durante la semana, cuando hay algo más de calma y tiempo para dar explicaciones, colocan en los puestos más visibles algunos de sus libros más subterráneos; el fin de semana sacan su material más vendible, sus grandes éxitos. “Nuestro objetivo es conseguir sacar títulos que perduren en el tiempo”, señala.
El libro de bolsillo
Una opción clásica para seguir jugando con el catálogo es la del libro del bolsillo: después de su edición trade (así se llama la edición original en tapa dura), algunos títulos, los que adquieren cierta notoriedad y ventas sostenidas, son relanzados en formato bolsillo. A eso se dedica el sello Debolsillo con el catálogo de Penguin Random House. “Lo que intentamos hacer con los autores actuales es crear sinergias, que las novedades en trade lleven al lector a libros de bolsillo, y que los libros de bolsillo le lleven a las novedades en trade”, explica la editora Lucía Luengo. “Buscamos el formato idóneo para la publicación de cada obra”, añade.
Un ejemplo: cada novedad del autor de crecimiento personal Robin S. Sharma hace que se vendan libros del catálogo, como su ya clásico El monje que vendió su Ferrari. Cuando los lectores se entusiasman con un autor tratan de llegar a toda su obra, y toda su obra, como es lógico, está en el catálogo. Además, las ediciones en bolsillo pueden convivir perfectamente con los otros formatos, pues los lectores pueden preferir diferentes tamaños, calidades y precios según sea un libro para leer en el metro o para quedar bien en un regalo de Navidad.
Al fondo del fondo hay obras realmente antiguas que siguen dando rendimiento. Es el ejemplo de El arte de la guerra de Sun Tzu, recientemente relanzado, o del long seller inagotable Meditaciones, de Marco Aurelio (sobre todo ahora que el estoicismo está de moda). “A veces se dice que un best seller lleva no sé cuántas semanas en las listas de más vendidos”, apunta Luengo, “nosotros podemos decir que Marco Aurelio lleva siendo best seller desde hace dos mil años”.
Babelia
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