Shakira actúa por sorpresa en la gran noche de Bizarrap y Peso Pluma en Coachella

Festivales como Coachella nos recuerdan el poder de las marcas. Citas como esta, que cada año convoca a más de 100.000 personas en pleno desierto en California, son para las compañías una oportunidad única para promocionarse. ¿Quiere una cerveza? Camine 600 metros para llegar al jardín de la bebida del patrocinador. ¿Desea ver celebridades? Puede ver a Paris Hilton en exclusiva en la zona reservada por un famoso vodka. Pero sobre el escenario, los artistas siguen siendo los mayores productos de consumo. Shakira, una de las marcas más valiosas de la industria musical, apareció este viernes sin aviso previo con el argentino Bizarrap. Ante la sorpresa de todos los que desbloqueaban sus teléfonos para grabar el momento, hizo un anuncio:

―Me les voy, dijo la colombiana.

―¿A dónde te nos vas? ―respondió Bizarrap, quien apenas había hablado hasta entonces.

―Me les voy de gira mundial, por fin ―decía emocionada la cantante.

Una enorme pantalla anunciaba a sus espaldas Las mujeres ya no lloran world tour.

El instante quedó en la memoria como un anuncio más en un mar de impactos publicitarios. Shakira detalló que comenzará en noviembre en Los Ángeles la gira de promoción del álbum que ha lanzado este año. Esta es de momento la única ciudad confirmada. Minutos antes, la estrella había cantado la ya famosa Sesión 53, con la que saldó cuentas con su expareja, el futbolista Gerard Piqué. El tema se convirtió en un éxito internacional y ayudó a Bizarrap a consolidar su reputación de productor capaz de conquistar las listas globales. A esta primera colaboración entre ambos siguió La fuerte, incluido en el disco que da nombre a la nueva gira de Shakira. El dúo mostró buena química. “Biza, tú eres mi parce, mi coleguis”, dijo Shakira a Bizarrap. Cuando la cantante se fue, el argentino dijo, sobrado, al micrófono. “Y me preguntaban si iba a tener invitados en Coachella...”.

Antes del fugaz paso de la estrella, Bizarrap (Gonzalo Julián Conde), vestido de riguroso chándal, había ejecutado un gran set de DJ con muestras de sus sesiones. Desde su arranque con el tema que lanzó hace tres años con Nathy Peluso hasta otros más recientes, como el que hizo junto a la cantante puertorriqueña Villano Antillano o con el mexicano Natanael Cano, estrenado hace menos de 10 días. Del argentino Milo J pinchó dos temas. Pero el viaje por la región no lo hizo saltando de género en género, sino uniendo las voces en un sólido empaque de música electrónica que pasó por el house, el tecno clásico y hasta el dubstep popularizado por Skrillex. Cerró con otro de sus temas más virales, Quédate, del canario Quevedo.

Una hora más tarde llegó el momento de Peso Pluma, quien ocupó el escenario principal del festival. Su presencia allí deja claro su ascenso meteórico. El año pasado, el artista conocido también como Doble P, cuyo nombre verdadero es Hassan Emilio Kabande, tuvo su debut en Coachella. Su participación se limitó a unos minutos, como invitado de Becky G en Chanel. Este viernes fue él quien devolvió la invitación de la artista estadounidense de raíces mexicanas. Peso Pluma fue el penúltimo antes del melancólico cierre de Lana del Rey y sus invitados, entre los que figuraron los multipremiados Jack Antonoff, Jon Batiste, con quien cantó la apertura de Did You Know That There’s a Tunnel Under Ocean Blvd; y Billie Eilish, con quien interpretó Ocean Eyes, compuesto por la dos veces ganadora del Oscar.

Así como 1986 fue el año del rap o 1991 el de la irrupción del grunge, 2023 quedó marcado como el del despegue del regional mexicano, una sola etiqueta que la industria ha utilizado para vender una amplia oferta sonora que incluyen los corridos tradicionales, la banda sinaloense, el grupero y el tex mex. Sobre esa ola se montó Génesis, el álbum que ha servido a Peso Pluma para darse a conocer al gran público después de dos lanzamientos más modestos. Esta noche tocó varios temas del disco, entre ellos el que ha generado polémica fuera de su país por su apología del narcotráfico y el cartel de Sinaloa. “Bien forrados los paquetes van. / No hay pendiente, no puedo fallar. / Siempre estoy listo para cruzar. / Polvo, ruedas y también cristal”, cantaba en PRC, uno de sus corridos tumbados. A sus espaldas se proyectaban titulares de la prensa mundial que han recogido su “incómoda” relación con el crimen organizado.

“¡Arriba México, a la verga, viejo!”, fue su grito de guerra durante el concierto. Tuvo como invitado a Arcángel, el rapero Santa Fe Klan y Junior H, a quien también rindió tributo en el vídeo que cerró el espectáculo. En las imágenes, el artista mexicano de 24 años contó la que considera la historia del corrido, que va desde Chalino Sánchez hasta él, autoproclamado heredero de esa tradición.

A la misma hora, en el interior de una carpa, un inclasificable fenómeno mostraba uno de los rostros más alternativos de Coachella. Clown Core ha hecho su debut en el festival dando una muestra de su número, mitad performance, mitad pesadilla. El trío de Nevada está conformado por músicos que se han mantenido en el anonimato detrás de máscaras de payaso, dejando que hablen por ellos los vídeos que publican de tanto en tanto y que son grabados en vehículos en movimiento o letrinas públicas. Son enigmáticos videoclips que dejan un pasajero sabor a un mal viaje musicalizado con una mezcla de easy listening, jazz y ruido. El grupo se ha convertido en una sensación en Los Ángeles, donde agotan rápidamente las entradas de sus conciertos.

El dueto francés de música electrónica Justice volvió a Coachella en un estiloso número en vivo. En él han presentado su nuevo álbum, Hyperdrama, que estará disponible el 26 de abril y cuenta con una colaboración con Tame Impala. Es la primera vuelta al desierto californiano desde que la agrupación de Xavier de Rosnay y Gaspard Augé se diera a conocer en 2007 con una memorable actuación. Esta noche apostaron por un increíble set de luces móviles que subían y bajaban para formar un techo sobre sus cabezas. De traje y lentes oscuros, los franceses dejaron otro gran espectáculo visual solo usando el color blanco y su gran cruz, con la que suelen acompañar el evangelio de la música electrónica bailable.

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