Lucha libre, guateques, toros y flamenco: resucitan las películas con las que la artista Nadia Werba capturó la España de los sesenta
La restauración de los primeros cortometrajes de la documentalista francesa, rodados en su estancia en Madrid, muestran su singular mirada y talento
En Madrid en octubre (1967), del francotunecino Marcel Hanoun, Nadia Werba se enciende con autoridad un cigarrillo en su casa-estudio de la capital española. También aparece mientras pinta, o cuando explica, sentada en un sofá, qué es para ella el cine. Werba (París, 98 años) fue una pieza clave en el rodaje de esta innovadora película-ensayo, pero sus ideas no se limitaron a enriquecer el trabajo de los otros. Durante los 12 años que vivió en España, entre mediados de los años cincuenta y finales de los sesenta, también dirigió sus propios documentales sobre un país cuya belleza, dolor y complejidad le fascinaban, películas que ahora recuperan todo su esplendor gracias a la colaboración entre la Filmoteca Española, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (Cima) y el Instituto Universitario del Cine Español, de la Universidad Carlos III de Madrid.
El conjunto restaurado se presenta este viernes en el festival de Málaga, coincidiendo con el Día de la Mujer y con la intención de poner el foco en una artista y documentalista pionera en España. San Juan del Toro, Maestros del duende, Unos chicos, unas chicas… y Catch son los cuatro documentales realizados entre 1965 y 1967 por una mujer nacida en París en 1926 en el seno de una familia judía que huyó de Europa ante el avance del nazismo.
Werba cursó Filosofía y Letras en Buenos Aires y, ya de regreso a Francia, estudió pintura en París junto a Fernand Léger y André Lhote. En los cincuenta, casada con el periodista estadounidense Hank Werba, cruza los Pirineos y descubre España. “Mi padre era entonces el corresponsal para Variety”, recuerda por correo electrónico su hijo menor, Marco Werba, nacido en España. Eran los años de las grandes producciones de Hollywood a las afueras de Madrid, en los estudios Bronston, y de las noches etílicas en el bar de Nicholas Ray, en cuya inauguración colgaban los cuadros de Nadia Werba. “La situación no era fácil por el régimen de Franco, y varios años después mi padre pidió trasladarse a Roma. Mi madre fue una pintora de éxito en España y muchas actrices famosas, como Julie Christie, vinieron a visitarla a su estudio en Madrid”. En un recorte de la época, Werba —que estuvo entre los artistas que representaron a España en la Bienal de Venecia de 1964— aparece junto a otras pintoras como María Droc, Juana Francés o Isabel Santaló durante la inauguración de una exposición colectiva en la galería Niebla. El titular: “Cuatro mujeres ante el lienzo”.
Pero el lienzo no era la única página en blanco que le interesaba. “Dio un curso de especialización sobre la cámara y su uso con [el fotógrafo] Claudio Gómez Grau y bajo la dirección del [director de fotografía] Manuel Berenguer. Y otro de montaje con Robert Laurence, el montador de Espartaco y El Cid”, continúa su hijo, que, como su madre, vive en Roma y quien cree que el carácter multidisciplinar de su madre ha diluido su faceta cinematográfica. Y eso que Werba trabajó en Italia junto a Joseph Losey, William Wyler y Joseph Mankiewicz, investigó la obra de Roberto Rossellini o el uso del color en el cine de Nicholas Ray durante los rodajes en España de Rey de reyes (1961) y 55 días en Pekín (1963). En 1967 logró la Concha de Oro al mejor cortometraje por Piero Gherardi, y en los ochenta filmó dos películas de ficción, My Mother, My Daughter y Eva’s Dreams.
La curiosidad de Werba por las imágenes en movimiento la llevó a acercarse a la Escuela Oficial de Cine, que entonces era un oasis dentro de la España franquista para una mujer extranjera, que además era artista plástica. Sus cuatro documentales españoles contaron con un equipo excepcional, en el que destacan dos leyendas del cine nacional como el cámara Luis Cuadrado y el montador Pablo G. del Amo. El guion de Unos chicos, unas chicas… lo firmó junto a Jesús García de Dueñas y Pedro Olea. “Tengo un recuerdo maravilloso de ella, me regaló un cuadro suyo por la película que me gustaría donar a la Filmoteca”, afirma Olea en conversación telefónica. “Era mayor que nosotros, una mujer muy lista y estupenda. Se presentó un día en la Escuela y nos pusimos a colaborar en su proyecto, que era un estudio sobre la juventud. ¡Incluso salgo bailando en la película... ahora me da mucha vergüenza! Aunque Saura nos gustaba mucho, nuestro profesor favorito era Berlanga, porque nos llevaba de tertulia a un bar que estaba al lado de la Escuela. Allí conocimos a Nadia”. La proximidad de Werba con el mundo de los estudios Bronston la convertía en una fascinante mujer de mundo en un país cuya juventud acusaba las secuelas de la posguerra, la falta de libertad y el retraso social de la educación nacionalcatólica.
Los documentales de Werba captan el clima de aquel país con un foco muy especial en las mujeres. Se detiene (Unos chicos, unas chicas…) en una juventud que compraba los discos de Joan Baez y Bob Dylan, que bailaba Los Brincos y Los Shakers (ambas bandas aparecen en el filme) ante unos padres que no aceptaban estos signos de rebeldía. También, ante las clases de flamenco de dos grandes, La Quica y Enrique el Cojo (Maestros del duende); en el arraigo de las fiestas populares (San Juan del Toro), que la directora muestra con toda su crudeza y que es la única rodada en color —el punto de partida ha sido una copia de exhibición con una importante degradación cromática—, o ante el público que asistía a las peleas de lucha libre que vemos en la impresionante Catch, cuyos negativos, como en el caso de Maestros del duende, estaban en un estado excelente.
En un momento de Madrid en otoño, su director, Marcel Hanoun, habla de “la extraordinaria devoción” de Werba a la hora de ayudarlo con su filmación, un entusiasmo que solo frenará el paritorio, ya que ella, que ya tenía dos hijas, estaba entonces embarazada de su tercer hijo, Marco. “Cuando me desanimo, ella me da energía”, afirma la voz de Hanoun sobre una mujer que minutos antes ha sentenciado ante la cámara: “Las películas no deben ser lineales, deben estar hechas como la propia vida, que nunca va en una sola dirección”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.