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La Transición vista por quienes murieron en ella

El documental ‘Las armas no borrarán tu sonrisa’ recuerda al estudiante Arturo Ruiz y más de 200 personas asesinadas entre 1975 y 1982 por fuerzas del orden y la extrema derecha, la historia menos conocida de la conquista de la democracia

Tráiler del documental 'Las armas no borrarán tu sonrisa', sobre las víctimas olvidadas de la Transición
Íñigo Domínguez

Manuel Ruiz decidió que tenía que hacer un documental sobre su hermano para que su asesinato, y muchos otros, no quedaran en el olvido. Arturo Ruiz fue asesinado el 23 de enero de 1977, con 19 años, por disparos de un matón ultraderechista en el centro de Madrid, en una manifestación. Este crimen dio inicio a la llamada Semana Negra ―retratada en el filme Siete días de enero (1979) de Juan Antonio Bardem―, porque al día siguiente, en la manifestación para protestar por la muerte de Ruiz, otra joven, Mari Luz Nájera, de 21 años, murió por el impacto de un bote de humo. Y esa noche fue la matanza de los abogados de Atocha. Esos siete días negros representan muchos otros días que ni siquiera se recuerdan, que también fueron negros porque otras personas murieron. Son las muertes olvidadas de la Transición. El Colectivo por los Olvidados de la Transición (COT), impulsado por Ruiz, estima que fueron 271 las personas muertas por acción de la policía y la extrema derecha entre 1975 y 1981.

Manuel Ruiz quería hacer esa película, y tenía prisa, porque estaba enfermo y no sabía cuánto tiempo le quedaba. “No te puedes imaginar lo que ha significado para él, ha estado muchísimos años que no podía ni pronunciar el nombre de su hermano. Las primeras veces que dijo con un micrófono que era hermano de Arturo Ruiz se emocionaba, le costaba mucho romper el silencio. Decía: ‘Mira, los abogados de Atocha tienen un monumento, nosotros no tenemos nada’”. En los últimos años, Ruiz trabajó por recuperar la memoria de su hermano, intentó reabrir el caso porque el asesino huyó y nunca fue localizado, apoyó la querella presentada en Argentina por los crímenes sin juzgar de la dictadura, logró que se colocara una placa conmemorativa en el lugar del crimen, en la plaza Santa María Soledad Torres Acosta. Pero quería hacer una película, porque sobre todo le preocupaba que se mantuviera la memoria de lo ocurrido.

Inauguración de la placa en recuerdo del asesinato de Arturo Ruiz, en la plaza Santa María de Soledad Torres Acosta de Madrid, en 2019.
Inauguración de la placa en recuerdo del asesinato de Arturo Ruiz, en la plaza Santa María de Soledad Torres Acosta de Madrid, en 2019.Claudio Álvarez

Finalmente dio con el director de documentales y largometrajes Adolfo Dufour, que se implicó en el proyecto y en marzo de 2023 comenzó a rodar. Uno de los primeros días, viendo viejas fotografías en casa Manuel en busca de material, vio un retrato de su hermano Arturo, le dio la vuelta y vio una frase que su padre había escrito detrás, a los dos años de su muerte: “Las armas no borrarán tu sonrisa”. “Me di cuenta de que ese era el título. Era lo que queríamos, representaba la memoria de los que hemos perdido. Me pareció tan bello humanamente, tan profundo, que lo vi claro”.

El rodaje fue complejo, porque Manuel era el hilo conductor y había que acoplarlo a sus entradas y salidas del hospital, y fue “emocionalmente muy intenso”, recuerda Dufour. También había una gran escasez de imágenes de archivo de la época, solo algunas de la televisión alemana, del PCE, y poco más, con el problema añadido de que las de RTVE y EFE tienen un precio “muy elevado”, lamenta el realizador, para una pequeña producción. “En otros países europeos esto es más fácil y más asequible, si queremos que la memoria vaya adelante los organismos públicos deberían colaborar. En este país los precios son excesivamente altos”, opina. El documental ha salido adelante con la colaboración altruista de profesionales de cine y televisión, que han puesto también el material, las cámaras, las luces, todo de manera gratuita.

El día que por fin terminó de montar la cinta, llamó a Manuel para darle la noticia, y él le dijo al oncólogo: “Ya he acabado la película, así que ya me puedo morir”. Dufour le dijo que se la llevaría al día siguiente al hospital, pero falleció. “No la pudo ver por un día, por poco. Su obsesión era que se terminara, me hizo prometer que la acabaría”. En los mismos días, antes de morir, Manuel Ruiz pudo ver cumplido otro deseo: EL PAÍS, que en los últimos años ha recordado e investigado el caso de Arturo Ruiz, localizó en Buenos Aires al asesino, José Ignacio Fernández Guaza. La noticia se publicó el pasado 2 de noviembre. No obstante, el mes pasado la Audiencia Nacional rechazó reabrir la investigación.

Jose Ignacio Fernandez
José Ignacio Fernández Guaza, el fugitivo ultraderechista acusado del asesinato de Arturo Ruiz, en su casa de Ingeniero Maschwitz (Buenos Aires), en octubre de 2023, localizado por EL PAÍS.ENRIQUE GARCIA MEDINA

Dufour aceptó hacer el documental porque tenía una vinculación personal con esa historia: estaba allí aquel día, en la manifestación donde murió Arturo Ruiz. “Estábamos allí para pedir amnistía y libertad. Eran manifestaciones pacíficas, y además en aquella se había solicitado autorización. Hoy no se entiende lo que era eso, te jugabas la vida, te podía tocar. La película ha sido posible por la insistencia de Manuel Ruiz, pero yo tenía un compromiso ético, moral, con todas aquellas personas que se jugaron la vida por las libertades democráticas, y quedaron grabados en nuestra conciencia, éramos jóvenes, una juventud ilusionada”. Dufour cree que este punto de vista, el de esa gente, raramente se ha visto en una película, pues han quedado relegadas de la historia de la Transición. “Es el punto de vista desde abajo, no es el dominante, que la democracia es algo que el poder nos concedió, cuando buena parte del mérito lo tuvo también la gente en las calles, que se manifestaba y recibía balas, y a toda a esta gente se la ha olvidado, y más que a nadie a las víctimas. Lo hablé con Manuel, queríamos que en la película solo aparecieran familiares de víctimas, o testigos, contar estos hechos de los que se habla tan poco”.

En el documental aparecen familias rotas, que cuentan a la cámara cómo las muertes de sus seres queridos aparecieron en el periódico y luego se olvidaron. Nunca han tenido homenajes ni reconocimiento oficial. Hay testimonios impactantes y conmovedores, como la mujer que era la novia de Arturo Ruiz, cuya foto llevaba en la cartera, o uno de los supervivientes de la matanza de Atocha, Alejandro Ruiz Huerta, que se salvó porque el cuerpo de un compañero le cayó encima y le hizo de escudo a los balazos. También la mujer que estaba asomada a la ventana de su oficina y vio cómo un policía disparaba el bote de humo que mató a Mari Luz Nájera. O Javier Almazán, que perdió a su hermano Ángel, de 18 años, en diciembre de 1976, cuando fue a una manifestación para pedir la abstención en el referéndum para la ley para la reforma política y fue apaleado por la Policía.

“Todas estas personas son gente que fue contactando Manuel y las fue juntando”, recuerda su viuda, Olga Gutiérrez. “Mucha gente que le pasó lo mismo, lo habían vivido a solas todos estos años y no se conocían, y él fue poniéndolos en contacto, hablaba con todos, le daba igual de qué partido fueran, y se organizó un grupo, el Colectivo por los Olvidados de la Transición (COT). No había ningún colectivo de este tipo, es increíble, pero es así”.

Arturo Ruiz.
Arturo Ruiz.

El documental estuvo a tiempo para ser proyectado por primera vez el pasado mes de enero, en el aniversario del asesinato de Arturo Ruiz, y fue a pocos metros del lugar donde ocurrió, en el Palacio de la Prensa de la plaza de Callao. Próximamente será el estreno en cines y Dufour espera que luego pueda ser proyectada en ayuntamientos, festivales e instituciones públicas: “Que al menos quede el relato de lo que ocurrió, nuestra verdad. Para eso hemos hecho la película, no hay más interés que ese, que se sepa”.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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