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El Metropolitan de Nueva York ‘descubre’ las estrechas relaciones entre África y el Imperio bizantino

Una exposición recorre siglos de historia, tradiciones e influencias artísticas entre las dos orillas del Mediterráneo a través de 200 piezas, algunas de ellas nunca expuestas

María Antonia Sánchez-Vallejo
Mosaico que muestra los preparativos para una celebración. Cartago (Túnez), finales del siglo II.
Mosaico que muestra los preparativos para una celebración, en Cartago (Túnez), de finales del siglo II.EL PAÍS

Entre la fastuosa programación del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met), que cada año presenta una veintena de exposiciones mayúsculas, pasan a veces desapercibidas muestras menores, esas que parecen escritas con minúscula entre grandes nombres propios de la historia del arte (el año pasado, por ejemplo, un monográfico dedicado a los girasoles en la obra de Van Gogh, o un vibrante diálogo entre Manet y Degas). Música de cámara frente a las colosales sinfonías que son las exposiciones más visitadas. Pero esas muestras pequeñas, como la dedicada a desvelar las relaciones artísticas entre África y Bizancio, convierten al Met en lo que es: el buque insignia de las instituciones culturales de EE UU.

Africa & Byzantium, organizada en colaboración con el Museo de Arte de Cleveland, es una joya en muchos aspectos. A lo largo de casi 200 obras, muchas de ellas inéditas en EE. UU., repasa la tradición del arte y la cultura bizantinos en el norte y el este de África desde el siglo IV hasta el siglo XV y sus postrimerías. Africa & Byzantium arroja luz sobre un área de la historia del arte insuficientemente representada y muestra un nuevo campo de estudios interdisciplinares sobre el África medieval, otro periodo casi inexplorado en las grandes galerías y museos. Aunque Bizancio fue un vasto imperio que abarcó partes de África, Europa y Asia, sus estrechas conexiones con África han sido poco estudiadas.

Díptico de San Jorge y la Virgen y el Niño, finales del s. XV (Etiopía)
Díptico de San Jorge y la Virgen y el Niño, finales del s. XV (Etiopía).Metropoli

Hubo mucha más relación entre esos dos mundos de lo que se supone. El Mediterráneo que los separaba y a la vez unía fue testigo del tráfico de bienes y personas entre ambas orillas, igual que hoy del de migrantes que escapan de guerras y miserias rumbo a Europa. Desde su capital en Constantinopla, símbolo temporal de intrigas, opacidad y opulencia, el imperio bizantino (331-1435) gobernó gran parte del norte de África durante siglos, en los que el cristianismo primitivo se desarrolló en los reinos del cuerno de África del IV al VII de nuestra era. Pero la religión oficial del imperio no impidió el desarrollo de las distintas tradiciones religiosas ―y artísticas― que florecieron en Túnez, Egipto, Sudán y Etiopía entre los siglos VIII al XV. Por eso, los símbolos de las tres religiones del libro atraviesan la muestra como un hilo conductor de la convivencia: junto a cruces, hay candelabros de siete brazos y medias lunas; también representaciones antropomórficas anteriores a la prohibición de las imágenes en el islam. Destacan las menoras de la sinagoga de Hammam Lif, en lo que hoy es el sur de Túnez.

La fe, la política y el comercio por tierra y mar vincularon estas tradiciones a Bizancio, dando lugar a un fecundo intercambio de técnicas artísticas y creencias. Las piezas que se muestran en la exposición abarcan casi 2.000 años en una amplia gama de soportes, desde frescos monumentales, mosaicos, pinturas sobre tabla y trabajos en metal, hasta joyas, cerámicas y manuscritos iluminados, sin olvidar varios ejemplares de precioso mobiliario taraceado o puertas finamente labradas. Numerosos retratos en la tradición de Al Fayum (Egipto) animan la escuela iconográfica cretense o los mosaicos de Cartago. Son alardes de belleza y rareza, de una fascinante Edad de Oro hasta ahora opacada, como el hermoso icono de San Jorge, del siglo XIII, en Egipto. O el mosaico de Nuestra Señora de Cartago (fechado entre el siglo IV y el V), que representa la personificación de la ciudad tunecina.

Una muestra que dinamita el etnocentrismo

Africa & Byzantium es una exposición desafiante, no solo porque muchos de los objetos visitan por primera vez Nueva York, también por dinamitar el etnocentrismo (o eurocentrismo, si la denominación puede usarse para el rincón oriental de Bizancio): si alguno de los mejores iconos se pintaron en Egipto, ¿dónde queda el centro y dónde la periferia? ¿Quién fue el maestro y quiénes los discípulos? Preguntas muy pertinentes siempre que se habla de tradición y creación culturales. La muestra derriba expectativas y plantea preguntas: ¿cuándo empieza y, sobre todo, dónde termina Bizancio? San Agustín de Hipona, citado en la exposición, se interrogó sobre lo mismo en el año 416, ante su congregación en Cartago: “Quién sabe ahora qué es cada quien en el Imperio romano, ya que todos nos hemos convertido en romanos y todos nos llamamos romanos”.

“Esta impresionante exposición aporta un nuevo enfoque y erudición a un campo poco estudiado, ampliando nuestro conocimiento del arte bizantino y paleocristiano dentro de una visión más amplia del mundo”, dijo Max Hollein, director y consejero delegado del Met, en la presentación de la muestra. “A través de obras de arte espectaculares y ampliamente desconocidas, Africa & Byzantium ilumina el desarrollo, la continuidad y la adaptación del arte y la cultura bizantinos en el norte y el cuerno de África, reenfocando las contribuciones artísticas africanas al periodo premoderno”.

Africa & Byzantium recorre las tres etapas de intercambio entre las dos orillas del imperio. Del siglo IV al VII, la cultura visual e intelectual bizantina temprana fue moldeada por ricos mecenas, artistas y líderes religiosos del norte de África, la región que albergaba algunas de las provincias más ricas del Imperio romano tardío y el bizantino temprano. Del siglo VIII al XVI, en los reinos africanos florecieron tradiciones religiosas y artísticas cristianas específicas y, en la última etapa, del siglo XVII al XX, los artistas etíopes y coptos de África oriental se inspiraron en el arte romano y bizantino.

'Nuestra Señora de Cartago', mosaico (siglos IV-V)
'Nuestra Señora de Cartago', mosaico (siglos IV-V).EL PAÍS

Bizancio nació cuando el primer gobernante cristiano de Roma, Constantino el Grande, trasladó la capital imperial al este, a la antigua ciudad de Bizancio, rebautizada Constantinopla (hoy Estambul). A partir de entonces, un nuevo arte, inspirado en las tradiciones griega y romana y transformado por los influjos intelectuales y espirituales del lejano oriente, evolucionó y se expandió hacia el exterior, lo que aumenta los interrogantes respecto a dónde empieza y termina Bizancio.

Para quienes no tengan la fortuna de visitar la exposición in situ, en un costado de la galería griega del Met, un excelente vídeo de 20 minutos en el que Andrea Achi, conservadora de arte bizantino del Met, recorre y explica la muestra, puede ser un buen sucedáneo. ”Africa & Byzantium reúne nuevas investigaciones de más de 40 estudiosos de todo el mundo, aborda el modo en que diversas comunidades vinculadas a Bizancio florecieron en imperios y reinos lejanos durante más de mil años y sin duda ampliará la comprensión pública del mundo bizantino, su alcance y su autoridad transcultural, a la vez que analiza el papel fundamental de las primeras civilizaciones cristianas africanas en esta esfera creativa”, explicó Achi en la presentación de la muestra. La exposición viajará al Museo de Arte de Cleveland tras su clausura en Nueva York, el próximo 3 de marzo.

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