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Muere José Luis Abellán, historiador antifranquista del pensamiento español

El intelectual que proyectó su racionalismo crítico sobre el erasmismo, el exilio y el Ejército ha fallecido a los 90 años en Madrid

El filósofo y ensayista español José Luis Abellán, en Ciudad de México en 2009.
El filósofo y ensayista español José Luis Abellán, en Ciudad de México en 2009.José Méndez (EFE)

Ha muerto en Madrid José Luis Abellán, intelectual sistematizador de la Historia del Pensamiento Español de cuya disciplina fue catedrático en la Universidad Complutense. Su muerte fue confirmada por directivos del Ateneo de Madrid, institución cultural que él dirigió durante ocho años. Será enterrado en San Lorenzo de El Escorial, donde tenía un panteón familiar. Estuvo casado y era padre de dos hijos.

José Luis Abellán había nacido en el madrileño Postigo de San Martín el 19 de mayo de 1933. Era hijo de un ama de casa y de un letrado. Su infancia y adolescencia transcurrieron en Ávila, hasta que a los 15 años llegó a Madrid para seguir sus estudios de bachillerato en el Instituto Ramiro de Maeztu. Al culminarlos y tras cursar dos años de Derecho, abandonó esta carrera para iniciar la de Filosofía y Letras, donde se doctoró en 1957 con una tesis dirigida por el Profesor José Luis López Aranguren. En el campus Complutense vivió en primera persona las revueltas estudiantiles antifranquistas de 1956, orientadas contra el Sindicato Español Universitario, de sindicación obligatoria y de corte fascista. Por ello, sería detenido y encarcelado en la prisión de Carabanchel junto con el exlíder falangista Dionisio Ridruejo y los entonces dirigentes estudiantiles comunistas Ramón Tamames, Enrique Múgica, Javier Pradera y el poeta Jesús López Pacheco, así como con Gabriel Elorriaga, entre otros.

Los cargos que la policía política y los jueces franquistas le imputaron —y por los que fue procesado— fueron de “complicidad con la propaganda ilegal, por omisión”. Pese a no tener militancia orgánica en ningún partido, la Policía afirmaba que Abellán tuvo en su poder ejemplares del órgano comunista Mundo Obrero y como no lo denunció, es decir, como no se acusó a sí mismo, era culpable. Un indulto por la muerte de Pío XII le salvó de cumplir condena. Con el estigma de sus antecedentes policiales, el horizonte profesional en España, abocado hacia la enseñanza universitaria, quedó para él zanjado. En 1961 viajó a Puerto Rico, donde se desempeñaría como profesor visitante de Literatura Española. Allí entraría en contacto con el exilio intelectual y académico español acogido por las autoridades puertorriqueñas, éxodo sobre el cual centraría parte de su obra filosófico-política. La figura y la obra del pensador José Gaos, a quien allí conoció, fueron decisivas en su trayectoria intelectual. Tras aquel encuentro, José Luis Abellán comenzó a combatir lo que consideraba el mito según el cual España carecía de una trayectoria de pensamiento filosófico propio. Por el contrario, según escribió, “a partir del siglo XVI, floreció una estela de extraordinarias personalidades intelectuales, la constelación de los erasmistas, desde Luis Vives a los hermanos Valdés, muchos de ellos estigmatizados por la persecución ideológica, la proscripción y el exilio, condenados al olvido por la intolerancia y el dogmatismo”.

De este modo se propuso sistematizar una historia crítica del pensamiento español, que condensó en siete tomos editados por Espasa Calpe, obra que se convirtió en el corpus filosófico español más vertebrado desde el esfuerzo realizado por Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles. “Pese a su espléndida erudición” —explicaba José Luis Abellán— “don Marcelino siguió una pauta apologética hacia la religión católica; por mi parte, en mi Historia del Pensamiento, me guie por la razón crítica”, señalaba.

Erasmismo

Sus estudios y escritos versaron, entre otros temas, sobre el erasmismo español, ámbito en el que incluía a Miguel de Cervantes; sobre el exilio, como “estigma permanente” de la historia de España, “flagelo y legado de una herencia inquisitorial”; en torno al Ejército, enjuiciado por él desde los efectos de la persistente injerencia militar y autonomía en la política española, “avaladas por la siniestra ley de Jurisdicciones de 1906″, en frase suya. Tales fueron algunos de los enjundiosos universos que Abellán ha abordado a lo largo de su dilatada trayectoria intelectual, con conferencias impartidas por Europa, América, incluso por Oceanía, donde realizó una estadía de varios meses de 2011 en Nueva Zelanda, como profesor invitado por la Fundación Vista Linda, que distingue anualmente a intelectuales españoles como Manuel Vázquez Montalbán, quien le precedió en Auckland y falleció en Bangkok durante una escala de su retorno a España.

José Luis Abellán rigió durante ocho años el Ateneo de Madrid y vivió de cerca las vicisitudes ideológicas y políticas que tan vivamente agitan la veterana institución madrileña, que él vincularía a cuestiones reglamentarias, “por los exiguos plazos electorales para renovar sus cargos directivos”, según él mismo explicaba a este diario. Igualmente, se vio concernido en polémicas intelectuales y académicas que demostraron su adscripción al racionalismo crítico, de cuya praxis intelectual se reclamaba adscrito.

A propósito de la Generación del 98, el pensador madrileño abogaba por su desmitificación, por cuanto que, a su juicio, solo mostraba como aglutinante un cruce de biografías entre los años 1900 y 1915 y un trasfondo común: la crisis de la pequeña burguesía. Consideraba, pues, que tres fueron los nombres fundamentales de los que no cabía duda alguna sobre su pertenencia a la generación: Juan Martínez Ruiz Azorín, Pío Baroja y Miguel de Unamuno, que tuvieron en común su colaboración en revistas como Germinal. Empero, entre sus respectivos rasgos ideológicos Abellán destacaba la tibieza que caracterizaba a Baroja, el socialismo a Unamuno y el anarquismo, al primer Azorín. La mitificación histórica y excluyente de Castilla respecto de otras áreas de España, por parte de algunos de ellos, “ideada con miras terapéuticas sobre el postrado ánimo nacional” consecutivo a la pérdida de las colonias tras la guerra hispano-estadounidense del 98, señalaba Abellán, fue percibida por los nacionalismos periféricos, incipientes entonces, como un agravio a las respectivas contribuciones históricas de Cataluña y el País Vasco a la historia general de España, causando, a su juicio, la ulterior desafección.

Autor de numerosos libros, ensayos y traducciones, galardonado con numerosos premios, como el Nacional de Ensayo, objeto de decenas de tesis doctorales con un alumnado hispanófilo repartido por cinco continentes, su legado convierte a José Luis Abellán en un pensador de primera fila de la historia cultural española y en un precursor, bajo el franquismo impuesto, de la democracia y la concordia. Entre numerosos homenajes recibidos destaca en que le tributó la Universidad de Murcia en 2010, así como el que recientemente le dedicó en vida el Ateneo de Madrid, que contó con su presencia.

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