Muere Shane MacGowan, de The Pogues, el poeta punk de Irlanda
El indomable líder del grupo, que pasó gran parte de su vida sumergido en alcohol y drogas, puso banda sonora a una generación de inmigrantes en el Reino Unido
Shane MacGowan, el indomable líder de la banda The Pogues, ha fallecido este jueves a los 65 años, según anunció su esposa, Victoria Mary Clarke, a través de Instagram. “No sé cómo decir esto, así que simplemente lo diré. Shane, quien siempre será la luz a la que me aferro, la medida de mis sueños, el amor de mi vida, un alma bella, un ángel hermoso, el sol y la luna, el inicio y el final, se ha ido con Jesús y María y su bella madre Therese”, dejó escrito hoy la viuda, aunque quizá el cantante habría preferido rodearse de otros bebedores como él.
El músico llevaba muriéndose al menos una década. Su biografía estuvo atravesada por la adicción a las drogas, el alcohol y una cierta inclinación por la violencia en los bares y fuera de ellos. En Crock of Gold: bebiendo con Shane MacGowan, un documental dirigido por Julien Temple y producido por Johnny Depp, el mismo vocalista traía a la memoria una de sus más traumáticas experiencias infantiles: su padre le hacía cantar con seis años sobre la mesa del comedor si había visita en casa. Aquello sucedía de madrugada y, para mantenerse despierto, el chaval daba tientos a sus primeras cervezas Guinness. Después vinieron el alcoholismo, el speed y la heroína, la sonrisa desdentada y la voz rota. Todo ello antes de fundar a principios de los ochenta la banda con la cual gozó de una inesperada fama.
The Pogues aunó por primera vez folclore y punk. En sus baladas, los instrumentos típicos de la Isla Esmeralda —banjo, armónica, mandolina, acordeón o flauta— destacaban sobre la furia de las guitarras. El sexteto puso banda sonora a una generación de jóvenes irlandeses, de la cual formaban parte, que había abandonado el verdor atlántico por el gris londinense en busca de un futuro mejor. En Thousands Are Sailing (1988), MacGowan rinde homenaje a los compatriotas que emigraron a Estados Unidos a comienzos del siglo XX en uno de los llamados barcos ataúd. “Miles navegan / A través del Atlántico / Hacia una tierra de oportunidades / Que algunos de ellos nunca verán”, cantaba con una costra de tabaco y whisky vibrando en su garganta. A medida que el éxito del grupo crecía, su líder se hundía cada vez más en el vicio. Solo tres años después, sus compañeros le invitarían a dejar la banda, aunque siguió actuando en solitario.
Hijo de inmigrantes, MacGowan se crio con su hermana, padres, tíos y primos en una bucólica granja del condado de Tipperary que ya pertenecía a la familia durante la guerra de la independencia de 1919. Allí aprendió a rezar y a blasfemar, a tocar la guitarra y a odiar a los ingleses, aunque el destino quiso que viviera en Londres buena parte de su vida. El gusto por el folclore lo tomó de su madre, cantante de música tradicional, de quien también heredó la nostalgia por los prados verdes y el mundo rural cuando la familia tuvo que dejarlos atrás para buscarse un sustento en la capital. Las ideas políticas de MacGowan le granjearon a The Pogues poderosas enemistades en unos años ochenta marcados por los troubles (problemas, disturbios), de las etapas más duras del conflicto norirlandés.
Algunas de sus canciones llegaron a censurarse en la televisión británica, lo que no impedía al vocalista dejarse ver con miembros del Sinn Féin, entonces brazo político del IRA y hoy primera fuerza política de Irlanda del Norte. Cuando Gerry Adams, histórico líder del partido, fue al Ulster a reunirse en secreto con Tony Blair, MacGowan mandó a través de él un mensaje al primer ministro: “Dile que Tiocfaidh ár lá [Nuestro día llegará, en irlandés]”. Ávido lector de niño, el músico intentó aprender la lengua materna de sus antepasados con manuales que habían sido prohibidos bajo el dominio de la corona. Su curiosidad nunca fue premiada en la escuela, donde ya mostraba la rebeldía punk que le acompañó durante toda su vida, así como un talento para las letras que dejaría patente mucho más tarde en sus canciones.
Con solo 13 años ganó el premio literario del tabloide Daily Mirror, y una beca para estudiar en el colegio Westminster, el bastión de las élites tories del que fue expulsado por fumar y trapichear. MacGowan siempre sostuvo que gran parte de su inestabilidad emocional —dos ingresos psiquiátricos incluidos— estuvo relacionada con el exilio en Inglaterra, que decía odiar con todas sus fuerzas. El cineasta Julien Temple contaba en 2021 a EL PAÍS: “El consumo de estupefacientes alimentó su creatividad, pero castigó irremediablemente su salud”. Una grave rotura de cadera en 2015 postró al artista para siempre en una silla de ruedas, en la que no era capaz de permanecer erguido. Irlanda rindió homenaje a su etílico poeta tres años más tarde, con ocasión de su 60º cumpleaños. El National Concert Hall de Dublín organizó un concierto con Bono (U2), Sinéad O’Connor, Nick Cave o Glen Hansard.
En aquel acto, el presidente irlandés, Michael D. Higgins (Partido Laborista), le condecoró con un premio por su trayectoria profesional, no solo como cantante, sino también como músico, compositor y poeta. El artista habría cumplido 66 años el 25 de diciembre, cuando volverá a sonar con más significado Fairy Tale of New York, un cuento navideño interpretado junto a Kristy McCall: “Era Nochebuena, nena. En un tanque de borrachos”. Si existen tabernas en la otra vida, a estas horas MacGowan ya habrá pedido varias rondas.
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