Manuel Fraga sale de la tumba
El Centro Dramático Nacional estrena una feroz sátira teatral que desmonta el relato oficial de la reciente historia de España a través de la biografía del político gallego
Esta comedia comienza con un par de frases proyectadas en una pantalla: “Desde que comenzó el proceso de creación de esta obra, la pregunta más formulada a la autora es: ¿por qué sacas a Fraga de la tumba? La dramaturga tiene la responsabilidad de responder a esta pregunta y, si no lo hace, deberías pedir el dinero de vuelta en la taquilla”. La autora es Esther F. Carrodeguas y el espectáculo está protagonizado, en efecto, por Manuel Fraga Iribarne: ministro de Información y Turismo durante el franquismo, vicepresidente y ministro de Gobernación durante la Transición, redactor de la Constitución, fundador de Alianza Popular en 1976 (que posteriormente se convertiría en el Partido Popular) y presidente de la Xunta de Galicia durante 15 años (1990-2005). La respuesta está implícita en esa retahíla de cargos, pero además se llena de matices a medida que avanza el texto: un político clave de la dictadura que rebrota como demócrata y después se reinventa como galleguista sin despeinarse no solo es un personajazo, sino también un vehículo perfecto para explorar la reciente historia de España y entender los pilares sobre los que se asienta la democracia actual. A lo que hay que añadir el atractivo de su proverbial vehemencia y unos expresivos ademanes adorados por los imitadores.
Lo raro es lo que ha tardado Fraga en convertirse en protagonista de una comedia. En vísperas del estreno del espectáculo este jueves en el teatro Valle-Inclán de Madrid, coproducido por el Centro Dramático Nacional, la compañía ButacaZero y la Mostra Internacional de Ribadavia, Carrodeguas explica su teoría a EL PAÍS tras un ensayo el domingo pasado: “Es muy difícil abordar una figura tan camaleónica. Ningún bando lo puede reivindicar completamente, ni siquiera el PP. La prueba está en que no hubo conmemoraciones ni publicaciones el año pasado, cuando se cumplía el centenario de su nacimiento y el décimo aniversario de su muerte. A eso hay que sumar que fue un hombre muy hermético, nadie supo nunca exactamente lo que sentía ni lo que pensaba. ¿Era facha Fraga? ¿Demócrata? ¿Galleguista? No lo sabemos. Sus memorias parecen escritas por un robot”.
Con todo lo que remueve el texto y teniendo en cuenta el momento de gran polarización actual de la sociedad española, con la extrema derecha censurando espectáculos, ¿no teme la autora que se le echen encima? ¿O que levante ampollas el hecho de que en la producción participe el Centro Dramático Nacional, buque insignia del teatro público estatal? “Posiblemente. Pero no hay que confundir el teatro político con un panfleto. Esto no es una soflama a favor ni en contra de nadie, sino una obra para abrir debates sanadores. No solo sobre la España del pasado, sino sobre la del presente”, responde. Baste decir que palabras y expresiones que se repiten en la función como “amnistía” o “libertad de expresión” resuenan con fuerza durante la función.
Carrodeguas se ha pasado los últimos dos años metida en hemerotecas para escribir la obra. Mucho lo tenía interiorizado ya: nacida en Rianxo hace 44 años, la autora creció en la Galicia de Fraga, omnipresente en la región durante todos sus años de mandato. Como si el personaje formara parte de la propia biografía de la dramaturga.
A pesar de esa cercanía, no hay ni rastro de complacencia en la disección de Fraga que hace Carrodeguas. Tampoco de la historia de España: Iribarne es una obra tremendamente desfachatada y feroz no solo con Fraga o el franquismo —que es lo fácil— sino también con la sacrosanta Transición y sus símbolos, entre ellos la famosa foto de Pasionaria y Rafael Alberti bajando por las escaleras del Congreso de los Diputados, icono del inicio de la democracia en España. “Los símbolos son necesarios para avanzar en un momento determinado, pero no tienen por qué ser intocables. Pasado el tiempo es legítimo revisarlos porque nos pueden explicar muchas cosas que nos pasan ahora. Por ejemplo, sabemos que introducir las lenguas cooficiales en el Parlamento no es práctico, pero es un símbolo importante en este momento, lo que no impide que dentro de unos años no pueda ser puesto en cuestión o no se considere necesario. ¿Por qué no podemos poner en cuestión determinados periodos de la historia? ¿Por qué no podemos hablar de Fraga?”, pregunta Carrodeguas. No podía esperarse menos de una autora que irrumpió en 2022 en el Centro Dramático Nacional con Supernormales, un texto apabullante que dispara contra todos los tabúes y prejuicios asociados al sexo de las personas con discapacidad, que se convirtió en el espectáculo revelación hace dos temporadas y ahora está de gira.
Iribarne empieza como una sátira a lo Berlanga —”O como una historieta de la serie 13, Rue del Percebe”, apunta Xavier Castiñeira, director del montaje— y evoluciona hacia un tono más mordaz cuando Fraga se apunta a la democracia y finalmente se convierte en el gran cacique de Galicia: “el Emperador”, lo llaman en la obra. “Es como un Ubú contemporáneo”, explica Castiñeira, en referencia al famoso tirano creado por Alfred Jarry. Uno de los grandes hallazgos del espectáculo es que no hay un actor que interprete a Fraga, sino que lo encarnan de manera sucesiva los seis que componen el reparto, entre los que se encuentra la propia autora. En las partes dedicadas al franquismo y la Transición, les basta subir o bajarse los tirantes (aquellos famosos tirantes de Fraga con los colores de la bandera de España) para entrar y salir del personaje. A veces eso sucede de manera vertiginosa: como si fuera una pelota que se lanzan unos a otros. “Esto es una sátira y no queríamos hacer una imitación. La consigna fue: busca al Fraga que hay en ti”. En el último tercio de la función, cuando aparece el Emperador, solo hay un Fraga: lo interpreta Carrodeguas.
El espectáculo transcurre entre risas, sentencias lapidarias de Fraga como aquella de “la calle es mía” —cuando intentaba impedir la manifestación del Primero de Mayo en 1976— y episodios bien conocidos de su biografía como el célebre baño en la playa de Palomares tras la caída de cuatro bombas nucleares estadounidenses en la zona. Pero también hay otros menos aireados que posiblemente sorprendan a muchos espectadores. Por ejemplo, las trampas de la Ley de Prensa de Fraga o cómo se forjaron los pactos de la Transición. Porque precisamente ese es el objetivo de Iribarne: meterse en la trastienda de la política para mostrar cómo se construye el relato oficial de la historia. Y nadie mejor para desenmascararlo que Fraga, que fue uno de sus redactores durante el franquismo y los primeros años de la democracia. “Aunque hay cosas que puedan parecer increíbles en la obra, lo cierto es que no hay nada inventado. Todo lo que se dice lo he leído. ¡Otra cosa es que sea verdad!”, exclama socarronamente Carrodeguas.
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