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Salvador Sobral: “Necesitaba sentir que soy mucho más que la canción de Eurovisión”

El cantante portugués publica su disco más hedonista, ‘Timbre’, donde dedica un canción al donante de corazón que le salvó la vida

Salvador Sobral, en el Jardim dos Plátanos, en Linda-a-Velha, Portugal, a finales de septiembre.
Salvador Sobral, en el Jardim dos Plátanos, en Linda-a-Velha, Portugal, a finales de septiembre.Joao Henriques (Joao Henriques / El País)
Tereixa Constenla

Hay músicos que citan en hoteles de lujo y músicos que citan en parques. Salvador Sobral es de los últimos. A la entrevista en el Jardim dos Plátanos, en Linda-a-Velha, no lejos de Lisboa, llega con el pelo aún húmedo y sin desayunar un día antes de la publicación de su cuarto disco, Timbre (Warner Music). Es un Salvador Sobral hedonista, tropicalista y hasta bailón, lo propio de los días felices en los que vive desde que recibió un corazón nuevo que le ha concedido tiempo de vida y le ha permitido tener a su hija Aïda. Al donante desconocido que le ha dado la segunda oportunidad le dedica la bellísima canción El regalo que me hiciste, donde se repite como un mantra: “Cosas para recordar, el valor de poder volver a empezar”.

Sobral (Lisboa, 33 años) vive ahora entre su ciudad natal y París, donde trabaja su pareja, la actriz Jenna Thiam, y donde dedica buena parte de su tiempo a cocinar para su hija. Ha relajado sus obsesiones. En la vida lo más importante ya no es ganar un Grammy. “Me gustaría ganarlo, pero de una forma más romántica. No hago concesiones para eso, yo hago la música que me sale del alma y eso no me quita el sueño y antes me lo quitaba”, responde, sentado en un banco del parque.

“Yo tenía un montón de ambiciones superfluas como tocar en el Carnegie Hall o en el Blue Note Tokyo. Me sentía angustiado por no alcanzar eso. Cuando vino Aïda empecé a relativizar esos objetivos. Ya no les doy tanta importancia porque no tengo tiempo, estoy haciendo cremas todo el día. Eso es buenísimo porque sentir que sobrevive día tras día es una cosa muy útil y concreta, me di cuenta de que no soy solo cantante, descubrí que también era buen padre. No quiero hacerlo todo por la música. Estoy feliz si puedo cantar y ganar dinero, pero tenía un hambre insaciable de conciertos y ahora pienso que tal vez no me apetezca estar dos semanas lejos de Aïda”.

El cantante Salvador Sobral, en el Jardim dos Plátanos, en Linda-a-Velha, Portugal, el pasado jueves 28 de septiembre.
El cantante Salvador Sobral, en el Jardim dos Plátanos, en Linda-a-Velha, Portugal, el pasado jueves 28 de septiembre.Joao Henriques (Joao Henriques / El País)

La paternidad también ha iluminado su música. Timbre es un disco alejado de zonas umbrías del pasado, cuando estaba condicionado por la enfermedad y el carrusel que le atrapó en 2017.

–¿Ha superado el riesgo de ser solo el cantante portugués que ganó Eurovisión?

–Toda mi vida voy a estar asociado a Eurovisión. Tendré 85 años y saldré al escenario a cantar Amar pelos dois y la gente lo cantará conmigo. Estuve un año y medio sin tocar la canción.

–¿La castigó?

–Necesitaba respirar y sentir que soy mucho más que esa canción. Al principio la tocaba feliz y después tuve esa época de rechazo durante el disco anterior [bpm]. Pero de repente, veo a mis ídolos como Caetano [Veloso] o Bruce Springsteen que siguen cantando O leãozinho y Born in the USA. ¿Quién soy yo para no cantar Amar pelos dois? Esa canción me trajo la casa donde vivo, el coche que conduzco, esta entrevista, todo esto me lo ha traído Eurovisión, tengo que estar en paz y ahora la toco en todos los conciertos. Aunque no me apetezca, la toco. Es parte de este oficio. Esa canción toca un montón a la gente.

–Se convirtió en una especie de himno.

–Sí. Muchísima gente la asocia a cosas distintas de su vida. Un padre que tenía cáncer o alguien que se casó. Entonces, ¿quién soy yo para no tocarla? Soy el embajador de esa canción.

En 2017 el ganador menos eurovisivo del festival de Eurovisión se transformó en el personaje más divinizado y perseguido de Portugal, donde hasta entonces apenas le habían escuchado fuera de los circuitos del jazz. “La fama instantánea debería ser ilegal. Nadie me conocía y de la noche al día todo el mundo, todo este país, me conocía y me recibió por millares en el aeropuerto. Es sobrehumano, no estamos preparados para lidiar con eso. Yo tenía algo más grave que era una enfermedad terrible que se añadía a lo surrealista de la situación. En un aspecto me ayudó porque no me dejó que se me subiera a la cabeza, yo solo pensaba en sobrevivir”.

El año de los vendavales de Sobral comenzó en un escenario en Kiev y concluyó en un quirófano en Portugal. La prensa sensacionalista mordió su filón. “Una vez mi madre fue a tomar un café antes de entrar en el hospital y se encontró una portada que decía: ‘Salvador Sobral a punto de morirse’. Y tenían informaciones increíblemente ciertas. De repente me fallaron los riñones después de la operación y ellos al día siguiente ya lo sabían. Igual le pagaron a alguien, al que no culpo porque lo que se gana en Portugal es una vergüenza. No le culpo por haber cobrado por dar informaciones mías”.

Ni era dueño de su privacidad ni era dueño de un cuerpo acosado por una dolencia cardiaca. Se aferró a la música. “En el hospital me dio tiempo para reflexionar. Cuando sané y dejé de tener interés para esos medios que buscaban sangre, fue una bendición. La gente que ahora se acerca a hablarme es muy respetuosa. Les gusta de verdad mi música. Ya no tengo 6.000 personas viéndome cantar pero tengo mil que están por la música y no por la fama. Me ha ocurrido también en España”.

–¿Y cómo cambia la vida y la música un trasplante de corazón?

–Cuando salí del hospital me sentía la persona más afortunada de este mundo. A la salida hay una rotonda donde siempre hay tráfico. Me acuerdo de estar en la rotonda y pensar ‘nunca más en mi vida voy a enfadarme con el tráfico’, el tráfico es una bendición que significa que estamos vivos y yo estaba fascinado con la sociedad y cómo se organizaba en las rotondas. Me dije también que todos los días iba a agradecer estar vivo y con la oportunidad de poder hacer lo que me gusta. Y luego poco a poco te vas acostumbrando a la salud como te acostumbraste a la enfermedad.

–Y llega a las rotondas y se enfada de nuevo con el tráfico.

–Pero igual procuro todos los días estar agradecido. Y con la música, que me ha costado. En el hospital recibí un email de mi exmanager de una cantante de ópera que se había hecho un trasplante y había tardado dos años en volver a cantar. Salí en febrero del hospital y en marzo fui a un local a cantar medio clandestino, fue fatal porque había perdido la masa muscular y me caí en el escenario. Pensé que era la decadencia máxima. Me levanté y dije a los músicos que parasen el concierto. Mi contrabajista, que es uno de mis grandes amigos, me animó a seguir. Poco a poco gané confianza, pero la cantante tenía razón, pasaron dos años hasta que sentí que la voz estaba completamente bien.

El contrabajista André Rosinha, que le empujó a seguir el concierto, aguardaba el último jueves de septiembre en el local de ensayo del nuevo disco. Es el único de los músicos de la banda anterior que Sobral ha mantenido para este trabajo, en el que se ha rodeado de tres instrumentistas catalanas (la pianista Lucia Fumero, la flautista Magalí Sare y la saxofonista Eva Fernández) y tres portugueses (además de Rosinha, el guitarrista André Santos y el baterista Joel Silva).

Salvador Sobral ensaya con su banda en el estudio de Linda-a-Velha, Portugal, el jueves 28 de septiembre.
Salvador Sobral ensaya con su banda en el estudio de Linda-a-Velha, Portugal, el jueves 28 de septiembre.Joao Henriques (Joao Henriques / El País)

Timbre, que comienza con un tema a capella, es una celebración de su voz. Necesitó tiempo para llegar aquí. “Tardé mucho en encontrar mi identidad artística. Es difícil porque ya hay todos los timbres posibles. Que suene tu voz en la radio y la gente sepa que eres tú es algo muy difícil. Yo imitaba a Stevie Wonder, Ray Charles, Caetano y muchísimo a Chet Baker, que fue mi última obsesión. Durante mucho tiempo dudaba de mi voz y supongo que la gente notaba que yo imitaba. Supongo que es normal. Los cantantes y los instrumentistas tenemos que pasar por la imitación hasta llegar a la originalidad”.

En el estudio Sobral y la banda dan los últimos retoques a la puesta en escena que al día siguiente sorprenderá a muchos turistas en una calle del Chiado. Es probable que a partir de ahora deje de gustarle Timbre, donde comparte temas con su hermana Luísa, Jorge Drexler, la mexicana Silvana Estrada y la francesa Barbara Pravi, que compitió en Eurovisión en 2021 con una canción, Voilà, que evocaba el estilo Sobral. “En cuanto el disco sale, empiezo a encontrarle defectos. Este estuvo mucho tiempo en el cajón y le tengo muchísimo cariño porque siento que no solo está mi timbre, sino también mi personalidad, con temas más latinos y alegres. No me gustaría nada que me dejara de gustar, pero intuyo que me va a pasar y eso está bien porque significa que tengo que seguir buscando y componiendo hasta encontrar el disco perfecto”.

–¿Existen?

–Sí.

–¿Siempre son de los otros? ¿Alguna vez pensó que había hecho la canción perfecta?

–Nunca me pasó, pero tengo 33 años y la esperanza de que me pase. En mi vida hay discos perfectos como Songs in The Key of Life, de Stevie Wonder, Fina estampa, de Caetano, Tinta y tiempo, de Jorge Drexler, o Maria João Pires tocando Chopin.

Igual que persigue la plenitud en la música, también lo hace en el fútbol. No a la manera del forofo incondicional de un equipo, sino como amante de la plasticidad del juego. “Para mí”, dice, “el fútbol es arte”.

–¿Qué le pareció lo ocurrido en la selección femenina española?

–En el vídeo parece claramente que él la forzaba. Estamos en 2023. De repente en el Festival de Venecia de cine los principales invitados son Woody Allen, Roman Polanski y Luc Besson [los tres, acusados en casos de abusos sexuales, si bien solo el segundo fue condenado; Besson fue absuelto y Allen no llegó a ser procesado]. En 2023 no puede seguir el endiosamiento de estos hombres perversos. Tiene que terminar. Ya pasó su época. Separar el hombre del arte... eso es pura mierda, no existe. El hombre es su arte.

–¿Un artista tiene que tener principios éticos en su obra?

–En esta época donde vivimos, sí. El arte no puede servir como excusa para decir que es algo superior a los derechos de la mujer. El arte es un oficio como el periodismo.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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