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Salvador Sobral, el chico que odiaba Eurovisión

El ganador portugués es un cantante de jazz que no ve la televisión y que considera al fútbol “una forma de arte”

Salvador Sobral, ganador de Eurovisión.Vídeo: SERGEI SUPINSKY (AFP)

Ha ganado Eurovisión sin enseñar parte alguna de su cuerpo, y cuando se desvistió fue para mostrar una camiseta de SOS Refugees. Salvador Sobral ha ganado Eurovisión sin confetis ni majorettes.

El portugués que odia los festivales, que nunca en su vida vio una edición de Eurovisión, que ni siquiera enchufa la tele en su casa, ha ganado el festival de festivales con su voz y una canción de su hermana.

Toda su corta vida es una pura contradicción pues siente que fuerzas externas le han ido empujando hacia donde no quería ir. No le gusta la farándula, pero en 2009, con 19 años, se encontró en el programa televisivo Ídolos por culpa de una novia que le apuntó al casting. En el caso de Eurovisión, la culpa es de su hermana, quien le apuntó al Festival de la Canción, organizado por la Radio Televisión Portuguesa (RTP). Allí ganó con Amar pelos dois, compuesta por su hermana Luisa.

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El mundo se le cayó encima. "El mundo de la televisión no es el mío", les dice a los de la televisión RTP. "Es un trauma que tengo y que tengo que superar". Salvador Sobral es de tal inocencia que sus palabras, sin su imagen natural, siempre parecen pretenciosas y políticamente incorrectas. "Nada de Eurovisión tiene mucho que ver conmigo. No recuerdo nunca haber visto nunca un solo festival. Tengo un televisor en casa, pero sin mando; mi pareja la enchufa con la aplicación de su móvil, así que si no está ella no la veo".

No le gustaba ninguna de las canciones del festival, con la excepción de la del italiano Francesco, Occidentali's Karma. "Es festivalera, pero superdivertida, con una letra inteligente, superirónica; es la única con la que me identifico". A Sobral le gusta también, claro, la de su hermana. "Es una canción que no me compromete como artista; bonita, sencilla, que podría interpretar en mis actuaciones o incluir en mis discos".

El portugués es un cantante de jazz que solo el pasado año publicó su primer disco, Excuse me, que nadie quiso. "Las radios quieren ahora mi música que antes no querían, los auditorios tienen fechas libres que antes no tenían y mi disco está entre los más vendidos". En Excuse me canta casi todo en inglés y español. "Adoro cantar en español, no sé por qué; no sé si en alguna vida anterior fui español o latinoamericano. Es supermusical, admiro a muchos artistas de allá".

Salvador Sobral era, desde los cuatro años, el niño que cantaba en las fiestas, pero profesionalmente quería ser psicólogo deportivo; por tal motivo se fue de Erasmus de Lisboa a Palma de Mallorca a estudiar un año con Alex García. Estudiaba de día y cantaba esporádicamente de noche, hasta que empezó a encadenar bolos diarios de a cien euros. Demasiada tentación para seguir con la psicología. De Palma saltó a Barcelona para ingresar en una escuela de música, donde aprendió a componer, a entrenar el oído y la historia del jazz, su pasión. "El jazz es como la vida, un diálogo, una conversación constante, en lugar de entre personas, entre instrumentos; y, como la vida, tiene constantes sorpresas".

Sus actuaciones son siempre diferentes; las interpretaciones de las canciones, de Ray Charles a Rui Veloso, y, por su puesto, Chet Baker nunca se repiten, por eso, previendo lo peor, su hermana le obligó a que interpretara siempre de la misma forma Amar pelos dois, al menos hasta que pasara Eurovisión.

Sus movimientos espasmódicos atraen la atención del público sin necesidad de otros oropeles; sale con una chaqueta tres tallas grande y, calculadamente, despeinado, y con sus primeras palabras, el público se le queda enganchado. "Soy el vehículo emocional de la canción. No solo la voz o la música, también los movimientos corporales ayudan a transmitir y a comunicar con el público", explicaba a RTP tras ganar el festival portugués.

La pasión que tiene por la música, por el jazz, solo la comparte con el cine y, sobre todo, con el fútbol. Es benfiquista de corazón, aunque no le gusta la industria y la violencia que hay alrededor del fútbol. "El fútbol, bien practicado, es una forma de arte; aún así, me gustaría que algo del dinero que mueve se dedicara a la cultura".

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