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Llevamos 5.000 años llamando a las mujeres brujas y provocadoras, pero también maternales y compasivas… ¿en qué quedamos?

Una exposición en CaixaForum repasa desde la Prehistoria hasta la actualidad los conceptos que se han aparejado a las figuras femeninas de diosas y otras representaciones espirituales

Máscara india de Taraka, del British Museum en Londres.
Máscara india de Taraka, del British Museum en Londres.Maximo Garcia de la Paz
Ana Marcos

La imagen con la que el CaixaForum de Madrid promociona la exposición Veneradas y temidas. El poder femenino en el arte y las creencias es la de una máscara india que simboliza a un espíritu femenino. Taraka data del 650-350 a. C., pero al leer la cartela, se descubre que podría ser María, Lucía o Sofía, cualquier mujer del siglo XXI. Empezó siendo un espíritu bueno de la naturaleza con la fuerza de mil elefantes. Hasta ahí todo correcto. Una mujer poderosa que salvaguarda el entorno. Pero como dice el meme con ironía, lo que viene después te sorprenderá. “Cuando un sabio asesina a su marido, ella intenta vengar su muerte pero la castigan y transforman en una ogresa devoradora de personas, una manifestación exterior de su rabia interior”. Taraka es esa mujer que cuando levanta la voz, trata de hacer justicia o se queja recibe una condena social, en este caso, convertirla en un monstruo. ¿Esto le pasaría a un hombre?

Ante la máscara de Taraka surge esta pregunta. Al repasar las 166 piezas traídas del British Museum, las cuestiones se amontonan. La exposición recorre 5.000 años de historia a través de distintas culturas de todos los continentes con piezas que van desde la Prehistoria hasta el arte contemporáneo. Y, al contrario de lo que podría presumirse, no hay respuestas claras. Tal vez la convicción de que llevamos hablando de lo mismo durante demasiado tiempo, siglos, y de que el sujeto en cuestionamiento siempre es la mujer o su representación.

La que provee, pero también quita

En primer plano, una pieza actual que representa el cuerpo de la mujer sin una identificación real. Al fondo, en la vitrina, las dos piezas cicladas que simbolizan a Deméter y Perséfone.
En primer plano, una pieza actual que representa el cuerpo de la mujer sin una identificación real. Al fondo, en la vitrina, las dos piezas cicladas que simbolizan a Deméter y Perséfone.JAVIER LIZÓN (EFE)

Deméter y Perséfone están representadas como dos de las diosas principales de la Antigua Grecia en la exposición. La primera era la deidad de la agricultura y la abundancia. Por tanto, la que garantizaba la vida y la muerte. El mito dice que “la esterilidad del invierno es causada por su dolor e ira después de que Hades raptara a su hija Perséfone”. Deméter se negó a que llegara la primavera y, de esta manera, impidió cualquier forma de vida hasta que le devolvieran lo que más quería. Es decir, hicieron de ella la representación de la peor de las venganzas.

En esa misma sala está Sedna, la madre de todas las criaturas marinas para el pueblo inuit del Ártico. Es una figura amable, de volúmenes redondeados, que con su pelo esconde a los animales que van a ser cazados.

Cuidado con lo que deseas

En el centro de la sala, la escultura a tamaño real de Venus o Afrodita.
En el centro de la sala, la escultura a tamaño real de Venus o Afrodita.JAVIER LIZÓN (EFE)

Una de las piezas más importantes de la exposición es la escultura en mármol de Venus o Afrodita del 100-150 a. C. La diosa sale del baño y pone sus manos en su pecho y en su vulva. ¿Los está escondiendo o los está señalando? A lo largo de la Historia, cuenta Belinda Crerar, comisaria de la muestra, se consideró como “escandalosamente erótica” pero también como símbolo de justicia y valentía. Ante una pieza que representa a una mujer en tamaño real surgen preguntas similares siglos después. ¿Es una pose sexy o púdica?, ¿depende del ojo que mire?, ¿por qué hay que cuestionar los cuerpos de las mujeres?

Cerca de Venus hay una vitrina con varias monedas de Julio César donde aparece la diosa siendo honrada como fuente de fuerza, virilidad y éxito. Ni impúdica, ni pasiva o coqueta. “Venus encarnaba la pasión en todas sus formas: desde el amor y el deseo hasta la ira y la violencia”, explica la comisaria.

Frente a la escultura de Venus está la diosa mesopotámica Ishtar, Reina de la Noche (c. 1750 a. C.), en posición de dominio. Y en otra pared de la sala, el grabado Castigo o iluminación, con el que Lucas Cranach (1500-1515) representa el episodio de la Biblia de Adán y Eva en el que es ella la tentadora y seductora que lo inclina al pecado, es decir, es la culpable de la caída de la humanidad.

Cualquiera de las tres podría ser un icono feminista o todo lo contrario, un símbolo de lo que las mujeres no deberían ser por erigirse con fuerza como Ishtar o por hacer uso de “sus dotes femeninas” con intenciones pecaminosas como siempre le atribuyeron a Eva.

Medusa, ¿villana o rabia feminista?

La interpretación actual de una bruja. Zanele Muholi, Somnyama IV, Oslo, 2015. Cortesía de la artsita y de Yancey Richardson, Nueva York.
La interpretación actual de una bruja. Zanele Muholi, Somnyama IV, Oslo, 2015. Cortesía de la artsita y de Yancey Richardson, Nueva York.

Mujer soltera, sin hijos, con conocimientos esotéricos, interés por seguir investigando y ambición por mejorar. Peligro. Sospecha. Así se concibió a las brujas hace 500 años como se narra en la exposición. Disney y una parte de la literatura mantienen este estereotipo que, sin embargo, no se aplica a brujos y magos.

El mito de Medusa ejemplifica en otra sala cómo ha pasado de ser ese icono que representaba el caos, la violencia y la aniquilación del enemigo a ser considerada sinónimo de rabia y rebelión feminista. Parte de la mitología griega se construye sobre las violaciones. A Medusa, una chica mortal, la violó Neptuno en el templo de Minerva. Y en vez de castigar al dios del mar, Minerva convirtió a Medusa en un ser con serpientes en vez de cabello, capaz de convertir a las personas en piedra solo con la mirada.

Una representación de Medusa. 'Descripciones contrastadas', c. 500 a. C., terracota pintada, Italia. 1877,0802.4 © The Trustees of the British Museum (2023).
Una representación de Medusa. 'Descripciones contrastadas', c. 500 a. C., terracota pintada, Italia. 1877,0802.4 © The Trustees of the British Museum (2023).

Marina Abramović, una de las artistas contemporáneas que dialogan con las piezas antiguas, presenta Dragon Heads (2018), donde usa la serpiente, símbolo de Medusa y del demonio en la cultura cristiana. Este animal se caracteriza por ser capaz de sentir el calor del miedo que se genera en el cuerpo del que va a atacar. La artista demuestra que es capaz de controlar todos estos elementos cuando se pone una pitón en el cuello.

Lideresas sanguinarias y de valentía suprema

La diosa leona Sekhmet.
La diosa leona Sekhmet.Cortesía CaixaForum

En la sala dedicada a la Justicia está la gran estatua de la diosa leona Sekhmet, relacionada con la guerra, la aniquilación y la enfermedad, pero también con la protección. Una vez más encierra la contradicción: ¿protectora y aniquiladora? Como si tuviera que ser ambas cosas para compensar una de las dos. “Fue llamada dama de la matanza y también dueña de la vida porque podía retenerla”, se lee en la cartela. Cerca está Hathor, una diosa con cabeza de vaca que simbolizaba la belleza, el placer, la fertilidad y la sexualidad. Estas dos deidades no son seres separados, sino dos aspectos del mismo poder que parecieran siempre enfrentados en el relato histórico.

La compasión de la Virgen María

Hay una María coronada en la muestra que lleva a su hijo en brazos y viste de manera majestuosa. Podría ser cualquier Virgen de cualquier iglesia de un país de raíces cristianas. Crerar llama la atención hacia su pie. Esta madre de Jesús, de origen francés, es también la que pisotea un monstruo que es la representación del mal.

Una de las representanciones de la virgen budista Guanyin.
Una de las representanciones de la virgen budista Guanyin.JAVIER LIZÓN (EFE)

A la Virgen cristiana que es la madre de todos se la enfrenta con la budista, Guanyin. La representación china de esta figura empezó siendo similar a la occidental hasta que se despejó de algunas cualidades como la identidad de género. Guayin confirma que hace siglos ya no existía el binarismo. Esta imagen tiene la habilidad de aparecer en cualquier forma para promover la salvación y no evita el encanto o la sexualidad para llevar a cabo su misión.

Al terminar el recorrido, la comisaria Crerar deja una reflexión. “Hay una serie de conceptos negativos en torno a estas figuras femeninas, como es el caso de Venus, que se consolidaron con el paso del tiempo. Era una diosa a la que se relacionaba con la sexualidad, pero también con el poder y la justicia. Con los años, la visión sobre ella se ha vuelto más problemática. Este viaje al pasado debería servirnos para reapropiarnos de unos cuantos conceptos”.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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