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John Waters inunda con su mal gusto el museo del cine de Hollywood

El Museo de la Academia inaugura una gran exposición al director, el gran provocador con cintas como ‘Pink Flamingos’ y ‘Polyester’

John Waters at the ‘Pope of Trash’ exhibition at the Academy Museum of Motion Pictures on September 14 in Los Angeles, California.
John Waters en la exhibición "Pope of Trash" el Museo de la Academia, el 14 de septiembre en Los Ángeles (California).Brian van der Brug (Los Angeles Times via Getty Imag)
Luis Pablo Beauregard

Pink Flamingos, una de las películas más soeces del cine estadounidense, nació en una pulcra libreta de notas. La historia de la drag queen Divine (Harris Glen Milstead), quien sostiene ser la persona más desagradable del mundo, se cuenta con una apretada caligrafía en tinta azul. Las letras manuscritas están perfectamente acomodadas entre los renglones del cuaderno, respetando los márgenes y apenas con tachones. Este primer guion de una obra de culto refleja perfectamente a su autor, John Waters, uno de los más grandes provocadores del cine. Un hombre que suele vestirse como un dandy y mantiene un bigotillo recortado con esmero. Esta semana, en la inauguración de la más grande retrospectiva de su trabajo, Waters advirtió a la prensa: “Bienvenidos al basurero de mis memorias”.

Risotadas se escucharon en las galerías poco después de que Pope of Trash (el Papa de la porquería) abrieras sus puertas en el Museo de la Academia del cine, ubicado en Los Ángeles. La muestra estará vigente al público desde este domingo hasta el 4 de agosto de 2024. Es la nueva gran apuesta para una institución que aún busca hacerse un nombre dentro de la oferta cultural local. El centro inauguró hace casi dos años con una gran exhibición de Hayao Miyazaki, el genio japonés de la animación. A esta le siguió una sobre el cine negro realizado entre 1898 y 1971. Ahora toca el turno al director, y en ocasiones escritor, que ha indignado a miles.

El vestuario de 'A dirty Shame', la más reciente película de John Waters, forma parte de la exhibición.
El vestuario de 'A dirty Shame', la más reciente película de John Waters, forma parte de la exhibición.Charles White (Charles White, JWPictures/©Acad)

Una sala que recrea una iglesia sirve como entrada al mundo de Waters, nacido en Baltimore en 1946. Los muros de la galería están pintados de negro. En ellos hay unos vitrales de las musas que han inspirado la obra del cineasta, personajes que buscan la fama sin importar si esta llega por figurar en la sección de sucesos de los periódicos. Este mural incluye la Cenicienta, la primera película que Waters vio en el cine y que tuvo una gran influencia en él. La introducción es un guiño de las curadoras, Jenny He y Dara Jaffe, al inicio de la carrera del cineasta. Este comenzó en 1964 con sus primeros pasos como gran provocador, mostrando sus cortometrajes tempranos en una iglesia episcopal de su ciudad.

“Me encantaría que mis padres estuvieran aquí porque siempre me hicieron creer que yo podía hacer lo que quisiera, a pesar de que les horrorizaba lo que yo hacía. Pensaron: ¿qué mejor que esto? Es mejor que la cárcel. Porque si no hubiera tenido una salida para usar a todos mis lunáticos antisociales, quién sabe lo que habría ocurrido”, dijo Waters durante la inauguración.

Antes de la explosión del streaming, Hollywood tenía una obsesión por los autores cuya visión era lo suficientemente potente para llevar a las audiencias a las salas de cine. Pope of Trash muestra que toda artimaña es válida para llegar a ese fin. Con el estreno de Pink Flamingos, Waters pidió que se repartiera a los espectadores bolsas de papel por si alguien tenía que vomitar. Este ardid hizo que muchos acudieran en masa al Elgin, el único cine que la mostraba en Nueva York a la medianoche, para poner a prueba su estómago.

Aquella película estuvo en exhibición durante un año debido a la gran demanda del público en busca de emociones fuertes. El tráiler de la película, otra pieza que forma parte de la muestra, no incluía una sola escena de la cinta. Solo figuraban opiniones de espectadores que acababan de verla. “Es lo más desagradable que he visto en mi vida”, “Maravillosa”, “Es mejor que Gritos y Susurros [la película de 1972 de Ingmar Bergman]”, son algunas cosas que se dicen.

“Con esta exhibición queda claro que hay un sentido del humor que nunca hace que nuestros enemigos se sientan estúpidos. Los hacemos sentir inteligentes incluso cuando no lo son, los hacemos reír y podemos hacer que escuchen”, dijo Waters este jueves en una conversación con las curadoras. Pero la exposición también hace bailar, gracias a las obsesiones musicales del creador. Estas tienen salida en dos cintas. La primera es Hairspray (1988), en la que aparece Debbie Harry de Blondie, y después Cry-baby (1990), donde el cinesta da uno de los primeros protagónicos a la estrella televisiva llamada Johnny Depp.

En 1980, el director utilizaría otra táctica para satisfacer a su nicho. Para Poliester, su primera película de estudio, Waters recuperó una tecnología empleada 20 años antes. En 1960, el thriller Scent of Mystery (Vacaciones en España), protagonizada por Peter Lorre y Elizabeth Taylor, usó algo llamado Smell-O-Vision, un aroma en aerosol que acompañaba el metraje con la promesa de ofrecer una experiencia sensorial única al espectador.

La muestra recrea el remolque en el que Divine vive en 'Pink Flamingos', la película de 1972 de John Waters.
La muestra recrea el remolque en el que Divine vive en 'Pink Flamingos', la película de 1972 de John Waters.Charles White (Charles White, JWPictures/©Acad)

Waters recuperó aquella idea para hacer el Odorama. En lugar de ofrecer el aroma del perfume de Elizabeth Taylor, como hizo la película de Jack Cardiff, Waters ofrecía el olor de la repugnancia gracias a un cartón de rasca y huele que debía acercarse a las fosas nasales en ocho escenas. “Oler es creer”, fue la frase elegida por el cineasta, cuyo menú olfativo ofrecía pedos, gasolina, la esencia de un zorrillo, pegamento y el hedor de unos zapatos apestosos.

Todo buen conocedor de los Simpsons tendrá en la cabeza el episodio donde Waters presta su voz a John, un homosexual que muestra a la familia el valor de vivir la vida que uno quiere sin importar la opinión de los demás. Esto ante la indignación de Homer. El director llama a estas breves apariciones o personajes secundarios una forma de “mantenimiento de la fama”. Y no se limita a los títulos de éxito. Ha aparecido en contenidos tan distintos como la infantil Alvin y las ardillas, pasando por CSI y llega hasta clásicos de terror como La semilla de Chucky. La muestra también dedica un espacio para el impacto de Waters en la cultura popular estadounidense.

El establishment de Hollywood se resistió durante mucho tiempo a los encantos del pontífice de la inmundicia. Waters no entró al sindicato de directores hasta la década de los años 90, cuando fue respaldado por David Lynch y por Claudia Weill, directora del clásico indie Las amigas (1978). Aquella fue una palmada en la espalda al gran rebelde del cine estadounidense. Un gesto que no el autor no dejó de buscar. Este lunes, John Waters develó su estrella en el Paseo de la fama. “Ahora estoy más cerca de las cloacas que nunca”, bromeó el director. Hollywood al fin se rinde al rey del trash.

John Waters ante su estrella en el Paseo de la fama, desvelada el lunes 18 de septiembre.
John Waters ante su estrella en el Paseo de la fama, desvelada el lunes 18 de septiembre.CAROLINE BREHMAN (EFE)


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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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