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ANALFABECEDARIA
Columna
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Los vikingos tomaron el Capitolio ante la amenaza de una invasión extraterrestre

¿Quién nos asegura que no hemos sido gobernados por una hegemonía ideológica, probablemente alienígena, encarnada en cuerpos humanos como los de ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’?

Jacob Anthony Angeli Chansley, conocido como 'el chamán de QAnon', durante el asalto al Capitolio de EEUU en enero de 2021.
Jacob Anthony Angeli Chansley, conocido como 'el chamán de QAnon', durante el asalto al Capitolio de EEUU en enero de 2021.VICTOR J. BLUE (BLOOMBERG)
Marta Sanz

Yo he estado calladita todo el mes para no fastidiarles a ustedes el verano, pero ya no puedo aguantar más. Llevo todo agosto reconcomida. Según Ana Higuera, en una noticia publicada por 20 minutos el 24 de julio: “Un detector de IA asegura que la Constitución de EE UU está ‘escrita en su totalidad’ por una inteligencia artificial”. Este titular nos sitúa, como se dice ahora, frente a dos escenarios posibles. Ninguno de los dos es esperanzador. En el primero, partimos de la hipótesis de que la inteligencia artificial haya fallado en su asignación de autoría y podamos respirar con cierta tranquilidad ante la idea de que la Constitución de los Estados Unidos fue el fruto del trabajo de comisionados reunidos en convenciones como la de Annapolis y Filadelfia cuyas conclusiones sobre estados federales, confederación y poderes legislativo, ejecutivo y judicial cuajaron en un documento refrendado por “We, the People”. O sea, “Nosotros, el Pueblo”.

Si esto es así, los pilares de nuestra civilización no se tambalean aún, pero la falibilidad en la capacidad de diagnóstico de las inteligencias artificiales nos hace desconfiar, por ejemplo, de sus aplicaciones en el campo de la guerra o de la medicina. Imagínense la diferencia entre un cuartel y una escuela como objetivo de esas preciosas bombas de racimo a las que EEUU tiene que dar salida. Imagínense la diferencia entre un bultito benigno o maligno. Susto o muerte. Seguro privado de salud o seguro privado de decesos, una elección en la que se asienta nuestra libertad. La de tomar cañas, digo.

El segundo escenario no es más halagüeño. Porque, si la inteligencia artificial ha descubierto un fraude semejante, ¿quién nos asegura que no hemos sido gobernados, al menos desde finales del siglo XVIII, por una hegemonía ideológica, probablemente alienígena, encarnada en cuerpos humanos como los de La Invasión de los ladrones de cuerpos o V? A la cruelísima Diana le salía su lado reptiliano cuando la pillaban deglutiendo ratoncitos vivos. Si esa hipótesis es la correcta, es decir, si la Constitución de los Estados Unidos ha sido redactada por una inteligencia artificial, como muchos de los Trabajos de Fin de Grado de la población universitaria; si Siri, Alexa, Robocop y R2D2 han redactado la Constitución de los Estados Unidos, nos resulta menos extraño que un tío, acompañado de muchos otros tíos y de tías que no se creen el patriarcado y piensan que ser una mujer como Dios manda es aspirar al trono de Miss Universo o a la voladora naturaleza del ángel del hogar, entonces, es más lógico que un tío comedor de hamburguesas XXL, un señor que no soporta ver pezones en la Superbowl y reza cada noche el Jesusito de mi vida y que, si fuera español, tacharía las tetas de Amaral, firmaría un manifiesto de apoyo a Rubiales y metería en la cárcel a Jenni Hermoso por provocadora, no sería extraño que ese tío que odia a alienígenas y a diferentes se hubiera colocado en 2021 un casco de vikingo en la cabeza para asaltar el Capitolio.

Estos vikingos, con información privilegiada que les llega directamente a los cuernos gracias al sistema de emisiones instalado en los pisos altos de la Trump Tower, hicieron lo que tenían que hacer para librar a este gran planeta plano de esos cabrones invasores. Lo de menos es la igualdad, libertad, fraternidad; lo de más: erradicar, como dice Milei, ese guerrero, la horrible pesadilla de la justicia social. El tercer escenario, el más espeluznante y plausible, carece de la alegría fantasiosa de la ciencia ficción: Siri y el vikingo, el algoritmo de los bulos y Milei, Diana la de V y Elon Musk resultan inquietantemente similares.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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