Un día con El Mago Pop en Broadway: de la alfombra roja a la trastienda del ‘show business’
El ilusionista catalán sorprende en su debut en el corazón del teatro comercial estadounidense y da un nuevo salto en su fulgurante carrera internacional
Domingo por la tarde en Broadway. Es 20 de agosto y Nueva York arde, pero a la vuelta de cada esquina hay una cola a la puerta de un teatro. En unas pocas calles se concentran los grandes musicales del momento: éxitos veteranos como El rey león, Chicago, Sweeney Todd, Hamilton o The Book of Mormon conviven con otros más recientes como Six, Some Like it Hot o Regreso al futuro. Pero la alfombra roja desplegada a la entrada del Barrymore no señala el estreno de un musical, sino de un espectáculo que parece haberse colado milagrosamente entre esos colosos del show business: es el debut en Broadway del ilusionista catalán Antonio Díaz, conocido artísticamente como El Mago Pop. Un día que puede marcar un antes y un después en la carrera de un artista. Te juegas la gloria o el fracaso.
Por eso entre los invitados hay muchos amigos venidos desde España para arroparle en su gran salto al vacío. Pero también poderosos productores y actores de Broadway, críticos implacables y hasta alguna estrella de Hollywood como Christian Slater. Por fin se apagan las luces y la función transcurre entre “wows” y aplausos in crescendo. Cuando todo termina, el mago llora frente al público en pie. En los corrillos a la salida, Christian Slater solo acierta a exclamar: “¡Amazing!”.
El camino ha sido largo. Estrenar en Broadway es muy difícil para una producción extranjera y mucho más si se trata de una propuesta de ilusionismo. Más allá de figurones como David Copperfield, Doug Henning o el gran Houdini, la magia no es un género habitual en la meca mundial de los musicales. “Era imposible, pero ha sucedido”, sentencia a la mañana siguiente Antonio Díaz en un encuentro con los periodistas de medios españoles invitados al estreno, entre ellos EL PAÍS. No es un comentario casual, sino el lema que vertebra la carrera del Mago Pop. Por algo el espectáculo se titula Nada es imposible. Durante una hora y cuarto el ilusionista se afana en hacer creer al público que lo imposible es posible. Siempre a lo grande, con muchos efectos especiales y gestos triunfales cada vez que lo consigue. Teletransportarse. Hacer desaparecer o aparecer cosas, entre ellas un helicóptero sobre el escenario en un minuto y sin un ruido. Adivinar cartas. O que un chico nacido hace 37 años en Badia del Vallès —paradigma de ciudad dormitorio en la provincia de Barcelona— llegue a Broadway. Es decir, la magia de toda la vida aderezada con un relato de superación personal. El sueño americano. ¿Cómo no va a triunfar esa historia en EE UU?
Esa es una de las razones que explican el éxito del Mago Pop. La teletransportación, hacer desaparecer cosas, los juegos de cartas… todo eso ya lo han hecho otros. El truco es importante, pero la ejecución y el relato es lo que te diferencia del resto. “Combina las dosis justas de sorpresa y emoción”, comentaba tras el estreno el periodista y guionista español Guillermo Fesser, afincado en Nueva York. Antonio Díaz coincide: “Yo pienso a lo grande, pero intento quitarle solemnidad a la magia y acercarla a la gente. Como si fuera un vecino que hace cosas extraordinarias. Ese es el sueño”. En su elogiosa crítica para The New York Times tras el debut en Broadway, Alexis Soloski lo define como “un prestidigitador que podrías llevarte a casa con tu madre”.
Colas para ver a @ElMagoPop en Broadway. Si desaparezco, la culpa es suya. pic.twitter.com/tXHAYQoZAw
— GUILLERMO FESSER (@guillermofesser) August 20, 2023
Lo cierto es que paseando con Antonio Díaz por las calles de Broadway, la sensación es la de estar caminando con un chico de barrio que acaba de ver hecho realidad su gran sueño. Está “como en una nube”, aunque confiesa que le estresa mucho “el follón que hay siempre en Times Square”. La realidad es que aunque parece el vecino que no ha roto un plato y de que ni siquiera ha cumplido los cuarenta, ya es propietario del teatro Victòria de Barcelona desde 2019 y acaba de comprarse otro de 2.800 localidades en una ciudad estadounidense llamada Branson como base de operaciones en América. Branson es una especie de Las Vegas para toda la familia. Tiene más de 50 teatros y supera en número de localidades a Broadway. Está en el Estado de Misuri, en el centro del país, a una distancia razonable desde cualquier punto.
He aquí la otra gran clave de su ascenso: el instinto comercial. Porque el talento artístico no basta en la gran industria del entretenimiento. Mientras picaba piedra en pequeños locales de toda España, Antonio Díaz llamaba a puertas de productores y dueños de teatros para saltar a los grandes escenarios, a la vez que estudiaba posibilidades en el mundo de la televisión. Hasta que en 2013 estalló: estrenó en el Borràs de Barcelona La gran ilusión, el espectáculo que le dio el primer empujón fuerte, al tiempo que trabajaba su fama internacional con un programa unipersonal en Discovery Channel, invitaba a famosos como el científico Stephen Hawking, Antonio Banderas, Eva Longoria o Arnold Schwarzenegger para sorprenderles con sus trucos e ideaba acciones espectaculares a lo David Copperfield, de quien se declara admirador devoto. En 2014 se teletransportó a Nueva York en directo en el programa En el aire de Andreu Buenafuente. En 2018 se convirtió en el ilusionista europeo más taquillero, según la revista Forbes. En 2020 fue el artista que más entradas vendió en el mundo.
En 2021 lanzó otro programa en Netflix con el que aumentó su fama. Ahora la televisión ya ha dejado de estar entre sus objetivos. “Estuvo bien para conseguir repercusión internacional, pero ya no es necesario. Puede incluso ser contraproducente. Si te ven gratis por la tele, no irán al teatro”, explica.
Parece que lo tiene todo calculado. Habla del Mago Pop como una “marca” que quiere “extender por todo el mundo”. Tiene 200 trabajadores. Sabe venderse y rodearse de buenos colaboradores en cada área del negocio. Ha llegado a un acuerdo comercial con la aerolínea Level para forrar con su cara durante este mes el avión que hace el trayecto entre Barcelona y Nueva York. Hace tres semanas, invitado por el magacín matinal de la NBC en plena campaña de promoción para el debut en Broadway, ejecutó uno de sus números de teletransportación en directo en la plaza Rockefeller de Manhattan. “Fue una locura. Hacer un truco de este tipo en la calle es arriesgadísimo, pero por suerte salió bien y tuvo mucho eco”, recuerda. Aunque matiza: “Es cierto que me gasto mi dinero en el marketing y todo lo que haga falta. Si los que saben me dicen que hay que hacer no sé qué como El rey León para vender más entradas, pues lo hago. Con todo, en el mundo del teatro hay algo que no se debe olvidar nunca: el boca a oreja. Un espectador emocionado es tu mejor reclamo. Así que yo intento llenar mi espectáculo de emoción para que el boca a oreja sea generoso. Ese es en realidad mi secreto”.
Una última clave: la perseverancia. La cultiva desde niño. Como muchos otros magos, Antonio Díaz pasó su infancia practicando en su habitación. Dicen en su entorno que lo que más le gusta es encerrarse horas y horas con su equipo para idear nuevos números o perfeccionar los que tiene. El más difícil todavía es su máxima. “Siempre les digo a mis colaboradores que tenemos que crear trucos que si el público supiese cómo los hacemos, aplaudiría aún más”. Otra pista de su personalidad: asegura que “hace tres meses no podía mantener una conversación en inglés” y ahora está interactuando en ese idioma con el público en Broadway.
¿Y ahora qué? ¿Volver a Broadway? ¿Lanzarse a la conquista de Las Vegas? Broadway da prestigio, pero el dinero está en Las Vegas, ¿no? “Uf… Ahí hay que llegar ya convertido en una gran estrella. Ya veremos”, dice. El plan inicial es acabar las funciones comprometidas en el Barrymore (hasta el próximo domingo) y volver inmediatamente a Barcelona para descansar y arrancar el 25 de octubre nuevas funciones en el Victòria; en primavera de 2024, estreno en Branson; en otoño de 2024, temporada en Madrid. Pero después del éxito el domingo y las buenas críticas en prensa… el teléfono del Mago Pop ardía el lunes por la mañana.
Le llamaban del grupo Shubert —propietario del Barrymore y de otros 16 teatros de Broadway, además de otros seis en el off-Broadway; es decir, los más poderosos del lugar— para proponerle prolongar las funciones en el Barrymore. Keith Marston, uno de los vicepresidentes de la organización, comentaba en el patio de butacas la tarde del debut antes de la función que estaban expectantes porque era un espectáculo inusual en Broadway, además de producción extranjera. “Es un estreno discreto. De momento, es una apuesta”, reconocía. A la salida no paraba de repartir abrazos con los ojos iluminados.
Pero los del Shubert no eran los únicos que llamaban. También la competencia: otros productores y dueños de teatros. Gentes de Broadway en busca de nuevas sensaciones. Tanto que Antonio Díaz pidió una reunión inmediata con su abogado. Así funciona el show business. El mago lo explica de esta manera: “Pensemos que aquí hay 41 teatros y la mayoría tienen en cartel espectáculos que llevan más de 10 años, por lo que al final solo entran cinco o seis nuevos al año. Es casi imposible entrar. Mucho menos si vienes de fuera y tienes que empezar de cero porque no te conoce nadie y no tienes público. Así que si entras y encima te va bien, todo se revoluciona. Yo estaré eternamente agradecido a Shubert por haber confiado en mí porque era un riesgo grande. Creo que su apuesta tiene que ver con la necesidad de diversificar y captar ahora nuevos públicos, por ejemplo, con artistas conocidos en el mundo hispano como es mi caso”.
¿Cambiarán estas ofertas los planes del Mago Pop a corto plazo? “De momento, no voy a prolongar. Ahora necesito descansar porque los últimos meses han sido muy intensos. Y volver a Barcelona. Pero sí: me gustaría hacer más temporadas en Broadway si es posible. Y a partir de ahí, veremos”, responde con sonrisa inocente. Nada es imposible.
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