La rendición televisiva de Christian Slater, el chico malo de Hollywood que se sentía un fraude
Fue saludado como el nuevo James Dean hasta que los fracasos en taquilla y su turbulenta vida personal terminaron con el sueño. Ahora está cosechando las mejores críticas de su carrera gracias a la serie ‘Doctor muerte’
En la comedia adolescente Fuera de onda (1995) la protagonista, Cher (Alicia Silverstone), le receta a su amiga una medicina para el mal de amores: “Nos vamos al centro comercial, hacemos una fiesta de calorías y vemos la nueva peli de Christian Slater”. Slater (Nueva York, 52 años) fue el chico malo oficial del Hollywood de los noventa, pero cayó después en una espiral de autodestrucción que mandó su carrera al limbo. El pasado 12 de septiembre volvió con la miniserie Doctor muerte (Starzplay), 13 años después de alcanzar, tras muchos intentos, la sobriedad definitiva. Hoy asegura que su vida es muy aburrida. Y le encanta que sea así.
Cuando Slater tenía tres meses, su madre, una directora de casting, lo llevó al escenario de un teatro, lo elevó sobre su cabeza y exclamó: “¡Esta es tu vida, hijo mío!”. Él pasaría el resto de esa vida esforzándose por satisfacer sus expectativas. Su complejo de inferioridad empezó en el colegio, donde todos sus compañeros sacaban mejores notas que él. Pero el día que su madre le consiguió un papel de tres frases en la telenovela One Day To Live (1968-2013) le salió la escena a la primera y todo el mundo le aplaudió, Christian Slater encontró su vocación: recibir atención. “Me encantaba aprenderme los diálogos de las obras en la escuela. Y me encantaba que los demás niños no se los supieran”, recordó sobre su infancia en GQ.
En 1978 se fue de gira con la obra musical The Music Man, donde probó el alcohol por primera vez. Recuerda que se sintió en un estado de paz inédito. Tenía nueve años. A los 16 descubrió el whisky escocés en el rodaje de El nombre de la rosa (1986), con Sean Connery, y perdió la virginidad con su amante en la película, la chilena Valentina Vargas, siete años mayor que él. Tras regresar a Los Ángeles, se encendió un cigarro en clase para provocar su expulsión del instituto y nunca se graduó. En cuestión de meses era un ídolo adolescente gracias a Heathers, escuela de jóvenes asesinos (1989).
“Era el tipo de estrella a la que todo el mundo quería follarse o imitar”, teorizó Michael Sebastian en Esquire. Su personaje, sospechosamente llamado Jason Dean, era un rebelde que llegaba nuevo al instituto para poner patas arriba la apacible vida de clase media suburbial de Winona Ryder, y juntos acababan perpetrando una ristra de asesinatos. “Christian Slater era el James Dean de los últimos ochenta y los primeros noventa”, escribió Ben Child en The Guardian. “Una estrella del rock con el tipo de presencia en pantalla abrumadora que convertía películas adolescentes del montón en clásicos de culto”.
Una picardía encantadora
Esa picardía encantadora y amenazante no era casualidad: ante su inseguridad, Slater decidió emular al tipo que más molaba del mundo, Jack Nicholson. La prensa lo comparó tanto con él (“Parece que ha aprendido a hablar viendo películas de Jack Nicholson”, comentó Bill Flanagan en Rolling Stone) que solo dos años después, en 1991, Slater ya estaba cansado del cliché: “Ahora si levanto las cejas en Arma joven 2 algún puto crítico dirá que estoy imitando a Jack Nicholson. ¿Qué tengo que hacer, afeitármelas?”.
Para entonces ya era el rebelde sin causa oficial de Hollywood. Había roto su relación profesional y personal con su madre, le habían arrestado dos veces por conducir ebrio (en una de ellas intentó huir, se estampó contra un poste telefónico, siguió huyendo a pie y acabó escalando una valla y tirándole la bota al policía que le perseguía). “Me muero por ser famoso”, confesó a Rolling Stone. “Creo que sería muy divertido que las chicas me persigan por la calle”. En una ocasión, Christian intentó ligarse a Sharon Stone prometiéndole “el viaje de su vida”. Ella declinó la propuesta. “Tenía tan poco respeto por las mujeres que las trataba como a un hobby, intentando emular la supuesta imagen de Jack Nicholson y todos esos mujeriegos”, lamentaría años después.
En Amor a quemarropa (1993), Slater alcanzó la cima del christianslaterismo. Su personaje era tan guay que la frase más emblemática de la película es la de Alabama Worley (Patricia Arquette) diciéndole: “¡Eres tan guay!”. Aquel año ganó el premio MTV al actor más deseable y al mejor beso por Kuffs, poli por casualidad. En la víspera de la Nochebuena de 1994, fue arrestado en el aeropuerto JFK cuando intentaba embarcar en un avión con una pistola Beretta de nueve milímetros cargada. “En busca de mi identidad, se me ocurrió ser un tipo que llevaba pistolas y conducía motos”, explicó años más tarde. Su foto de detención, con una cazadora de quarterback y una media sonrisa pícara, explica por qué Christian Slater era una estrella.
Por dentro, su mayor temor era que descubriesen que era un fraude. Que no era tan guay como parecía. Slater ha confesado en varias ocasiones que su inseguridad extrema, la voz en su cabeza que le repite “no vales nada”, le empujó a adoptar una identidad de malote que tenía comprobado que le funcionaba gracias a las películas. Bebía para encontrar aquella “sensación de paz” que descubrió a los nueve años, pero también porque creía que así estaba emulando a Clark Gable. Una vez vio a Robert de Niro destrozar la cámara de un fan que le había sacado una foto sin permiso, así que cada vez que alguien le pedía un autógrafo Slater reaccionaba con hostilidad. “Probé a comportarme como un gilipollas, pero odiaba cómo me hacía sentir”, admitió el año pasado.
Una de esas temibles listas
Cada vez que se proponía conseguir un papel y no lo conseguía, se hundía y sentía deseos de abandonar Hollywood. “Creía que mi inseguridad desaparecería si me hacía famoso, pero no ha ocurrido. Solo va a peor, la verdad, te pones más y más al límite. Cuando voy a una fiesta todo el mundo tiene proyectos y si yo no tengo ninguno me siento un fracasado, me entra la ansiedad y se me va la cabeza” confesaba en 1994 para a continuación desdecirse: “No, estoy mintiendo. No tengo ninguna inseguridad. Ninguna. Doy miedo. Soy el tío más seguro de sí mismo”.
Lo cierto es que la promesa de su estrellato no terminaba de cristalizar. A pesar de hacer papeles muy diversos, siempre fue mejor estrella que actor: brillaba cuando aportaba su energía propia y por eso sus personajes más icónicos (Heathers, Amor a quemarropa, Very Bad Things) son variaciones del mismo canalla encantador. Ni resultó convincente como héroe de acción (Broken Arrow: Alarma nuclear), ni en dramas de prestigio (Homicidio en primer grado), ni en comedias románticas (Mil ramos de rosas). En 1996 figuró en una de esas temibles listas de estrellas cuyos sueldos astronómicos no salían rentables. Y, mientras tanto, cada vez daba más titulares por sus juergas y encontronazos con la policía.
El 10 de diciembre de 1997, Slater se pasó dos días seguidos sin dormir, bebiendo y tomando cocaína y heroína con amigos en su apartamento de Wilshire Boulevard, como contó con detalle en un reportaje de Rolling Stone titulado Mi noche en el infierno. En un momento dado se asomó al balcón (era un 14º piso), decidido a tirarse al vacío. Pero cuando recuperó la consciencia se asustó tanto que salió corriendo del apartamento. Su novia, la editora de moda Michelle Jonas, se interpuso en su camino y él le dio varios puñetazos en la cara. Un asistente a la fiesta intentó proteger a la mujer y Slater le mordió en la barriga. Cuando llegó la policía, el actor empujó a un agente escaleras abajo e intentó cogerle la pistola al grito de “¡Que vienen los alemanes! ¡Vienen a por nosotros!”. De aquella noche, lo único que Slater recuerda son los deseos de suicidarse.
Christian Slater asistió el 14 de enero de 1998 al estreno de su película Hard Rain, una superproducción de 60 millones de euros junto a Morgan Freeman, que se saldó con un enorme fracaso en taquilla. Y al día siguiente ingresó en la cárcel de La Verne. Su labor allí fue limpiar el vómito de los asientos traseros de los coches de policía. 59 días después entró en el centro de rehabilitación de las estrellas, Promises, porque le permitía salir por las noches para rodar la película Very Bad Things, una comedia negra sobre un grupo de amigos que se corre una despedida de soltero en Las Vegas y acaba matando accidentalmente a una prostituta. Aquel sería su último éxito en Hollywood.
Perez Hilton presenta...
La década de los 2000 en la vida de Christian Slater, como ocurría con cualquier celebridad díscola de la época, quedó retratada para la posteridad en los blogs de cotilleos como Perez Hilton. Se casó con la presentadora Ryan Haddon, tuvieron dos hijos y ella acabó rajándole el cuello con un vaso roto durante una discusión en un concierto de Limp Bizkit en Las Vegas. El actor recibió 20 puntos de sutura. Durante una fiesta en casa de Paris Hilton, los vecinos se quejaron del ruido y Slater escaló hasta el tejado (de la casa de los vecinos, no de la de Hilton), se resbaló y cayó sobre unos arbustos del jardín. Cuando Ben Affleck se corrió una juerga en un club de striptease que precipitó su ruptura con Jennifer Lopez, sus compañeros de fiesta eran Tara Reid y Christian Slater.
Su camino hacia la sobriedad incluyó los típicos peajes de las celebridades en rehabilitación de imagen, como irse a construir escuelas en África. Pero su carrera seguía en coma. En 2012, su película Playback fue la menos taquillera del año en Estados Unidos: recaudó 224 euros, el equivalente a 33 entradas. Christian Slater había cumplido 40 años, llevaba tres series canceladas en tres años (el New York Post lo apodó “el mataseries”) y acumulaba cinco películas seguidas estrenadas directamente en dvd cuando conoció a la fotógrafa Brittany Lopez. Tras casarse, se instalaron en Florida, donde se dispuso a disfrutar de su jubilación anticipada. “Nos sentamos en el cuarto de estar —reveló Slater a Interview—, nos miramos el uno al otro y pensamos: ‘Bueno, ya está, esto ha sido la vida”.
Fue por aquel entonces cuando el director y guionista Sam Esmail, cuya película favorita de la adolescencia era Rebelión en las ondas, se propuso encontrar un actor “tipo Christian Slater” para el papel del líder de una banda de hackers en la serie Mr. Robot (2015-2019). De repente cayó en la cuenta, ¿por qué conformarse con “alguien tipo Christian Slater” pudiendo contratar al auténtico Christian Slater?
Beicon cada mañana
El actor se aseguró de reinsertarse en Hollywood presentando una imagen sosegada. Casi anodina. Como su hijo Jaden se había mudado con él a Nueva York, Slater explicaba que ahora dedicaba todo su tiempo libre a ver vídeos en YouTube sobre distintas maneras de cocinar beicon para hacerle el desayuno cada mañana. Se mostraba muy agradecido a su exmujer, quien había criado a sus dos hijos mientras él tocaba fondo.
En varias entrevistas ha confesado la ilusión que le hace que ahora tanta gente le grite por la calle “¡Mr. Robot!”. “Siento una inmensa gratitud por que haya gente interesada en volver a contratarme”, confesaba el mes pasado a The New York Times a propósito de Doctor muerte. La serie está basada en el caso real de un cirujano que mutilaba a sus pacientes, pero Slater no interpreta al villano, como cabría esperar, sino al doctor que lucha por llevarlo ante la justicia.
Slater se sacó el graduado escolar cuando su psicólogo le pidió que escribiese una lista con las cosas que más inseguridad le provocaban. Hoy asegura que su mayor hobby es pasear por la playa con Lena, la hija que tuvo con Lopez en 2019, y sacar a los perros cuatro o cinco veces al día. Sigue mascando chicles de nicotina aunque dejó de fumar en 2004. Bromea con que su mejor amigo es su entrenador personal. Y a veces entra en Facebook para buscar a sus excompañeros de clase.
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