Elizabeth Strout, novelista: “No veo cómo en EE UU podemos encontrar un camino para volver a unirnos como país”
La escritora publica ‘Lucy y el mar’ y describe el motor de su escritura: “Quiero saber qué se siente siendo otra persona”
Elizabeth Strout sabe descender al nivel más íntimo del estado de ánimo de personajes sin épica y capturar la esencia de sus sentimientos. Después, convierte su zozobra y sus dificultades en épica en sí misma. Y con eso está dicho todo.
Pero conviene saber más. Conviene saber que trabaja sus obras como esa Mujer planchando, de Picasso, que presiona con las dos manos la plancha hasta doblegar cada arruga.
Lo consiguió con creces en Ay, William, finalista del Premio Booker, y lo ha vuelto a hacer con Lucy y el mar, nueva entrega publicada en Alfaguara de la serie que inició en 2016 con Me llamo Lucy Barton. Escritora de producción y éxito tardíos, su obra se va acelerando en los últimos años con lectores crecientes y premios que se han ido sumando mientras excava en esas profundidades del alma humana. Uno de ellos fue el Pulitzer por Olive Kitteridge. Nacida en Portland (Maine, Estados Unidos) hace 67 años, Strout responde por videoconferencia a EL PAÍS.
En esta nueva novela ha situado a Lucy Barton en el territorio de la perplejidad que causó la pandemia, la dificultad para tomar decisiones ante un acontecimiento nunca vivido y una paleta de sensaciones en las que todos podemos reconocernos: la soledad, la duda, la fragilidad de los lazos familiares y de amistad. No es Lucy y el mar una novela sobre la pandemia —anatema aún para muchos lectores— sino sobre los sentimientos que suscitó. Especialmente en la coyuntura de división que vivía EE UU.
Pregunta. El trumpismo atraviesa su libro como atravesó la pandemia y la convivencia en EE UU. ¿Cómo ve ahora la convivencia en su país? ¿Es más difícil que antes?
Respuesta. Se está convirtiendo en algo cada vez más difícil. Hay familias divididas que eligen no hablar de ello o ni siquiera verse. Hay amistades divididas que optan por no hablar de la situación o incluso por dejar esa amistad. Y esto no está mejorando.
P. ¿Cree que irá a peor? ¿Es pesimista?
R. Temo que irá a peor. Mi marido cree que lo superaremos, pero yo soy más negativa. No veo cómo podemos superarlo, cómo encontrar un camino para volver a unirnos como país.
Su novela huye de mencionar a Donald Trump, no ha querido regalarle un papel tan personalizado en el libro, pero recoge la presencia de un presidente divisorio, de una sociedad rota por sus discrepancias y atónita ante el asalto al Capitolio que se vivió en enero de 2021. “Quería registrar lo que estaba pasando en mi país sin un punto de vista político, sin dar nombres de líderes, de ninguna manera. Intentaba registrar la versión de Lucy Barton de la pandemia en la medida en que puede ser universal”.
La protagonista se refugia durante la pandemia junto a su exmarido, William, al que conocemos de sobra por la novela anterior, en una casa en la costa de Maine. Allí encuentran el rechazo de ciertos vecinos que odian a los neoyorquinos hasta el punto de tener que cambiar las placas de la matrícula del coche para disimular de dónde vienen. “Es el viejo enfrentamiento entre la ciudad y la provincia. Mucha gente de Maine no conoce Nueva York y lo considera un país extranjero, lo mira con miedo”. Ella personalmente sintió enorme nostalgia de Nueva York. “Eché tanto de menos a mis amigos y a todas esas relaciones que estableces en esa ciudad: añoras al de la lavandería de la esquina, al hombre que te sirve el bagel o el café cada mañana… esas relaciones que vas estableciendo porque te encuentras a esa gente cada día. Eché de menos todo eso porque Nueva York significa diversidad de gente, de colores y de perfiles andando por la calle todo el tiempo que simplemente me encanta”.
P. ¿Ha quedado algo bueno de la pandemia?
R. Creo que la gente entendió el valor de una buena amistad más que antes. Aprendimos a apreciar mucho más un contacto humano que dábamos por seguro.
Strout sostiene que Lucy Barton es una construcción literaria que nada tiene de autobiográfico, pero lo cierto es que ambas comparten escenarios (Maine, Nueva York) y profesión. “Desde que empecé fui consciente de que la gente iba a pensar que soy yo, pero no lo es. Es una construcción literaria. Y no pasa nada, que piensen lo que quieran, pero no soy yo. Solo uso sus ojos y su voz para contar una historia”.
P. ¿Cómo vive usted con ella y con todos estos personajes que va trayendo de otras novelas?
R. Cuando escribo intento quedarme dentro del carácter del personaje. Paso tanto tiempo con cada uno y me concentro tanto en ellos que se vuelven muy, muy reales para mí. Y cuando termino no desaparecen, sino que siguen dando vueltas en mi mente. Cuando me doy cuenta, estoy pensando: “¡Oh! Tal personaje puede vivir ahí, en esa casa, y puede ser amiga de Lucy Burton”. Todo esto se va conformando de una forma orgánica para mí y por eso esas personas siguen dando vueltas en mi mente durante mucho tiempo.
Su agente, Molly Friedrich, describe en The New York Times el proceso de escritura de Strout y recurre para ello al cuadro Mujer planchando, en el que la protagonista presiona con ambas manos la plancha para acabar con todas las arrugas: “Es una forma tan rotunda de alisar y plegar las frases que llegan a parecer simples, pero lo que están es concentradas”, asegura.
P. ¿Es así como escribe? ¿Como si planchara las frases presionando con las dos manos?
R. Yo trabajo a base de escenas desde hace muchos años, desde que mi hija era pequeña y solo podía dedicar un par de horas al día. Esas escenas se me presentaban como algo inmediato y alcanzable en ese momento y todas juntas, poco a poco, iban conformando el libro. Y por ello tal vez mi agente se refiere a esa mujer planchando, porque siempre repaso y vuelvo a repasarlas hasta que encajan bien juntas.
Strout publicó su primera novela a los 42 años, tardó mucho en la segunda y ahora lo hace prácticamente cada año con creciente éxito de público y traslado a películas o series. Ella lo explica: “Siento que me he estado entrenando para una maratón. Mi hija corre maratones, la he observado entrenar y veo que también yo he estado entrenando durante mucho tiempo y muy duramente. Siento que por fin he averiguado lo suficiente sobre la escritura como para hacerlo más rápido. Ahora estoy corriendo esa maratón.
P. ¿Por qué escribe?
R. Escribir fue mi primera conexión con el mundo. Mi madre me regaló un cuaderno cuando tenía cuatro años y me dijo: “Escribe lo que has hecho hoy”. Y lo hice. Aprendí a hacer frases y esa fue mi primera comprensión de lo que ocurría a lo largo del día, ponerlo en un papel. Lo he hecho desde entonces.
P. ¿Y su estilo? ¿Cómo lo definiría?
R. Mi estilo es diferente en los libros de Lucy, más concisos gracias a su voz, que te está susurrando, de los otros, cuando el narrador tiene más largo aliento, da un paso atrás y aborda todo. Pero quiero pensar que lo que hago es spoken.
En su libro hay una frase de Lucy que Strout reconoce que vale para ella. Es cuando describe a un policía que debe multar a alguien en la pandemia y la protagonista explica que intentar entender a ese policía es lo que la ha convertido en escritora.
P. ¿Ese es el motor de su escritura? ¿Entender a los demás?
R. Sí, esa soy yo. Lucy no soy yo en general, pero en eso sí lo es. Desde que era joven no hay nada más interesante para mí que la gente que me rodea. Comprenderla es complicado e interesante, ya que solo podemos saber una pequeña parte de esa persona de forma natural. Siempre he querido saber qué se siente siendo otra persona.
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