‘El maestro jardinero’: Siempre reconocible Paul Schrader
Sigo con relativo interés la historia y encuentro fascinante algún momento. Cuando aparece esa apasionante actriz y mujer llamada Sigourney Weaver hay misterio y desearía saber más cosas de su personaje
Nadie podrá acusar a Paul Schrader de impostura, de escribir guiones y realizar películas adaptándose a las modas que imponen los tiempos, de buscar el éxito utilizando fórmulas vendibles, de ejercer en Hollywood como eficiente y triunfante chico de los recados. Su cine siempre ha sido tan personal como reconocible. Su mundo es turbio, obsesionado con el pecado, la culpa, el tormento y la posibilidad de redención mediante algo llamado amor para tanto perdedor acorralado, con infiernos internos y externos. Su tributo a la inimitable e inigualable Pickpocket, que creó Robert Bresson, ha sido permanente, y a veces machacón a lo largo de su cine. Siendo tan reconocible su universo, eso no significa que siempre esté bendecido por la gracia. Escribió guiones complejos y extraordinarios para Scorsese (Taxi Driver y Toro salvaje). También me gusta mucho el de Yakuza, que dirigió el tan inteligente como romántico Sydney Pollack. Y otros fallidos, aunque su personalidad fuera reconocible. Ha dirigido películas brillantes, desasosegantes y sentidas, otras tan pretenciosas como truculentas, incluido algún espanto como Mishima. A mí me conmueven especialmente Posibilidad de escape y Aflicción, que no llenaron precisamente los cines.
Desde hace mucho tiempo, los grandes estudios prescindieron de Schrader. O se largó él. Pero rueda con bastante continuidad. Ya le han incluido como miembro distinguido del cine independiente, como si esa etiqueta y la presunta libertad creativa implicara que el arte siempre va a estar presente. No es lo que yo he captado en la última etapa de Schrader, aunque los festivales estén alborozados por estrenar lo que lleve su firma y le lluevan los elogios críticos. En El contador de cartas, su anterior película, la historia es inquietante durante un rato y luego desbarra bastante contándote en flash-back el pasado del atormentado protagonista, torturador del ejército.
Y llega El maestro jardinero. Es un señor con pinta torva, que se encarga de que florezcan los jardines de una señora millonaria y anciana que también le pide que otorgue alegría a su cama. Durante un rato largo se habla de la imprescindible comunión del ser humano con la naturaleza, el colocón que otorga oler encima de tus manos la tierra mojada, pisar la tierra con los pies descalzos y otras maravillas que ofrecen la botánica y la jardinería. Todo se purifica y se torna espiritual descubriendo y cultivando esos oasis. Pero tratándose de Schrader, sabes que detrás de esas cosas tiene que haber historias siniestras en el pasado del enigmático jardinero y que su idílico presente se va a joder. El pasado está narrado en plan chapuza. Era un skinhead, mató a sus colegas (no se sabe por qué razones) y el Gobierno le ha incluido en sus testigos protegidos. Y todo se va complicando cuando aparece la sobrina drogota de su ecologista jefa y el maltratador que era su pareja. Pero, como casi siempre en su cine, aparece el amor en circunstancias tan oscuras. Y a ver qué presente y qué futuro tiene.
Sigo con relativo interés la historia y encuentro fascinante algún momento. Cuando aparece esa apasionante actriz y mujer llamada Sigourney Weaver hay misterio y también desearía saber más cosas de su personaje. Schrader crea cierta atmosfera. Veo y escucho sin pasión El maestro jardinero, pero tampoco me aburro. Me intriga lo que ocurre. Y en estos tiempos, eso se agradece bastante.
El maestro jardinero
Dirección: Paul Schrader.
Intérpretes: Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Quintessa Swindell, Esai Morales, Victoria Hill.
Género: thriller. Estados Unidos, 2022.
Duración: 111 minutos.
Estreno: 9 de junio.
Babelia
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