Bravísima corrida de Baltasar Ibán
Morenito de Aranda, herido grave en la axila derecha, firma lo mejor de la tarde y corta una oreja
Si, como se dijo siempre, la bravura de un toro se mide en el caballo, la corrida lidiada por Baltasar Ibán en la cuarta de la Feria del Toro de Vic-Fezensac fue brava. Bravísima. Y, en los tiempos que corren, eso sí que es una noticia.
Pocas veces se habrá visto una corrida tan completa en el primer tercio. Algo verdaderamente espectacular. Los aficionados, la mayoría resignados ya a tercios de varas de puro trámite, no salían de su asombro. A algunos les faltaba frotarse los ojos para creer lo que estaban viendo.
Toros que se arrancan de lejos, prontos y alegres, que meten la cara abajo y empujan con los riñones, recargando, apretando de verdad hasta derribar; toros que al sentir el hierro no salen huyendo, más todo lo contrario, se encelan y no hay un dios que los pueda sacar del peto.
Salvo el primero, un manso encastado que se movió con impresionante codicia, todos fueron bravos. Cinco de seis. Dos, tres y cuatro puyazos tomaron, pero ¡qué puyazos!, ¡qué forma de emplearse, siempre fijos, sin pegar cornadas! Y ya lo de tercero y cuarto merece capítulo aparte.
El tercero, Provechito, chico y terciado como casi toda la corrida, astifina, pero vareada y sin remate, protagonizó, junto al picador Israel de Pedro, un espectáculo para el recuerdo. Tras acudir como una centella a la llamada del varilarguero, cogió a la cabalgadura por abajo y la mandó por los aires. A punto estuvo de derribar también en los sucesivos puyazos (en el segundo descabalgó al picador), cuatro en total.
Después de tamaña pelea, al de Ibán aún le quedaron unas cuantas emocionantes arrancadas para perseguir a Jesús Enrique Colombo en banderillas. Y ya no pudo más. A partir de ese momento, el animal no podía casi ni tenerse en pie. Lógico. Si ya en la muleta llega a moverse como lo había hecho hasta entonces, más que un toro bravo, sería un superhéroe.
Aún con la resaca de lo que se acababa de presenciar, apareció por la puerta de toriles Santanero, el cuarto, igual de fino, pero más hecho que su hermano. Y se produjo otro hecho prácticamente inaudito. En la primera vara, el astado se enceló con el caballo y estuvo más de diez minutos empujando, completamente fijo. Capote tras capote le echaron, el caballo se movió para un lado y para otro intentando quitarse de encima aquella fuerza de la naturaleza, le tiraron del rabo... pero Santanero no se inmutó. Increíble.
No se le quitaron las ganas de pelea y allí que se arrancó otra vez en una segunda vara más breve. Tenía nobleza y buena condición, pero también llegó desfondado al último tercio. Eso sí, siempre con la boca cerrada.
Sí tuvieron más vida en la muleta el primero y el quinto, muy completo, que también fue bravo en varas y embistió después con encastada nobleza, humillación y recorrido hasta el final. Un notable ejemplar que se le fue sin torear a Colombo, siempre ventajista, mecánico y vulgar.
Tampoco fue la tarde de Leo Valadez, que, como su compañero, hacía su primer paseíllo en Vic. Apático y gris, salvo en el último, ante el que se le vio más centrado, tomó excesivas precauciones, sin dar nunca el paso.
Muy diferente fue la actitud demostrada por el más veterano de la terna. Con el cielo casi negro, amenazante tras un fuerte chaparrón, y con poderosos relámpagos sonando en la lejanía, Morenito de Aranda se plantó de rodillas en el centro del ruedo, frente a la puerta de chiqueros, para recibir al primero de la tarde.
Y el gesto casi acaba en tragedia. El astado no hizo caso al vuelo del capote y arrolló al torero cogiéndole violentamente por el pecho. En medio de la conmoción, Morenito se levantó, dolorido, pero entero, le quitaron la chaquetilla y volvió a la batalla.
Fue la suya una faena intermitente, pero que contó con momentos de inspiración y sabor. Enfrontilado, relajada la figura, ejecutó muletazos de mucha hondura, salpicados de remates por bajo y pases de pecho extraordinarios. En otros momentos, en cambio, con tal de buscar la intensidad de la ligazón, retrasó descaradamente la pierna para encadenar los muletazos. Una estocada corta y una oreja, antes de ser trasladado al hospital con una cornada grave en la axila derecha.
Torería de Morenito y bravura, dosis ingentes de bravura, de Baltasar Ibán, en una inolvidable tarde en Vic-Fezensac.
Baltasar Ibán / Morenito de Aranda, Valadez, Colombo
Toros de Baltasar Ibán, justos de presentación, aunque astifinos, nobles, encastados y muy bravos en varas.
Morenito de Aranda: estocada corta (oreja); sufrió una cornada de 20 cm en la axila derecha de pronóstico grave.
Leo Valadez: espadazo envainado en los sótanos, pinchazo, estocada atravesada y seis descabellos (silencio); pinchazo, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio); media estocada y descabello (silencio).
Jesús Enrique Colombo: estocada trasera (saludos); bajonazo (silencio).
Plaza de toros de Vic-Fezensac (Francia). 28 de mayo. Cuarto y último festejo de la Feria del Toro. Alrededor de tres cuartos de entrada.
Babelia
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