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Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

Secuencia de un volteretón

José Garrido fue gravemente herido por el toro más deslucido de una mansa y descastada corrida de Adolfo Martín, en la que Robleño perdió una oreja

Un momento de la dramática voltereta que sufrió José Garrido en el tercer toro de la tarde.
Un momento de la dramática voltereta que sufrió José Garrido en el tercer toro de la tarde.Alfredo Arévalo
Antonio Lorca

El tercer toro de Adolfo Martín fue un marrajo, pero no un mal amigo, porque, a poco de saltar al ruedo, al tercer capotazo, arrolló a José Garrido y lo avisó claramente de cuáles eran sus aviesas intenciones. Se justificó, mal que bien, en el caballo, y permitió que José Chacón se luciera en un buen par de banderillas, pero Sevillanito aguardó a que su lidiador tomara la muleta para esperar agazapado el momento del ataque. Le robó el engaño en la primera tanda con la mano derecha, en la que el animal expresó sin pudor alguno su bronquedad y su firme decisión de dificultar en lo posible la labor del torero. Garrido se puso firme en la siguiente escena, y en el momento en el que el toro divisó el cuerpo del humano fue a por él, lo enganchó por la parte trasera de la taleguilla, lo levantó por los aires y lo dejó caer sobre el cuello de muy malas maneras. Fue un costalazo feísimo, lo que se llama un volteretón. Y, una vez a su merced, lo buscó con saña con los dos pitones, mientras Garrido se tapaba con las manos la cabeza y la cara. Por fortuna, el toro no cabeceó, y desvió su atención cuando Juan Luis Moreno, de la cuadrilla del torero volteado, lo agarró por un pitón, habida cuenta de que no hacía caso a los capotes que le mostraban los demás toreros.

Garrido quedó inerme en la arena, a la espera, sin duda, de otra arremetida, cuando fue levantado por sus compañeros y trasladado a la enfermería.

Esta noche la pasará en un hospital con una grave herida en el muslo derecho, pero la fiereza del toro hacía presagiar algo peor.

Ese fue el ejemplar de la corrida más deslucido, más dificultoso, sin que ello suponga que los demás facilitaron la labor de la pareja de toreros que quedó en el ruedo.

Bueno, el que se lidió en quinto lugar, sí. Ese, llamado Aviador, de 530 kilos, que blandeó en los primeros tercios y fue airadamente protestado por una parte de la plaza, llegó al tercio final con calidad, nobleza y recorrido por el lado izquierdo. Momentos antes había colaborado con Fernando Sánchez para que clavara uno de los pares de banderillas de la feria. Y, después, se dispuso a entablar un torero diálogo con Fernando Robleño que pudo haber acabado en un triunfo importante.

El torero lo entendió en un plis plas. Lo citó con la muleta en la zurda, y el toro humilló la cara y embistió con suavidad y largura para que los naturales brotaran hermosos y hondos. Cinco compusieron la primera tanda, suficientes para que la plaza se olvidara de una vez de paraguas e impermeables y disfrutara con toreo de altura. Y otra tanda más, entroncados toro y torero, con la mano baja, el morrillo rozando el suelo, ligados los muletazos y coronados con un monumental pase del desdén que conmocionó a los tendidos. Cambió Robleño a la mano derecha, y el panorama no era el mismo; intentó volver a las andadas, pero el que había cambiado ya era el toro. Y Robleño mató mal, como es habitual en él, a pesar de lo cual, le pidieron la oreja que justamente no se le concedió y dio dos vueltas al ruedo. Quedó, no obstante, la impresión de que Aviador mereció algo más.

Robleño mató el toro que hirió a Garrido, y protagonizó algunos momentos destacados por naturales con su primero, molestado por el viento, la lluvia y un toro de corto viaje y escasa repetición en sus embestidas.

Román se va de la feria con su reputación elevada. No tuvo toros de triunfo: ni el primero, tardo y apagado, ni el lidiado en cuarto lugar, muy descastado, ni el sobrero sexto, grandón, duro y muy dificultoso, pero se mostró en todo momento con un valor incuestionable, muy firme ante las adversas circunstancias y con la cabeza en pleno funcionamiento.

La corrida del siempre esperado Adolfo Martín, decepcionante.

Martín/Robleño, Román, Garrido

Toros de Adolfo Martín, -el sexto, devuelto-, muy bien presentados, mansurrones, descastados y nobles; muy deslucido el tercero, y con clase en la muleta el lidiado en quinto lugar, protestado por su escasa fortaleza. Sobrero de Pallarés, grandón, manso y muy deslucido.

Fernando Robleño: estocada atravesada _aviso_ pinchazo y estocada perpendicular (ovación); casi entera atravesada y dos descabellos (silencio) en el que mató por cogida de Garrido; y pinchazo, estocada y un descabello (petición y dos vueltas al ruedo).

Román: tres pinchazos, media atravesada y baja _aviso_ (silencio); pinchazo hondo y dos descabellos (silencio); estocada atravesada (silencio).

José Garrido: resultó cogido durante la faena de muleta al tercero. Sufre una herida en la cara posterior del muslo derecho con una trayectoria de 15 centímetros que produce destrozos en los músculos isquitiotibiales y contusiona el nervio ciático. Pronóstico grave.

Plaza de Las Ventas. 28 de mayo. Decimoséptimo festejo de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada (18.666 espectadores, según la empresa). Tarde lluviosa hasta la faena de muleta del cuarto toro.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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