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Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

El toreo a la verónica, en los cielos

La corrida de El Pilar, tan noble como blanda y descastada, -en los infiernos-, solo permitió el lucimiento en el primer tercio

Una de las verónicas de Diego Urdiales a su primer toro.
Una de las verónicas de Diego Urdiales a su primer toro.Alfredo Arévalo
Antonio Lorca

Todo comenzó a poco de que apareciera en el ruedo el primero de la tarde, un bonachón con cara de no haber roto nunca un plato. Cumplido el trámite del primer puyazo, Diego Urdiales se acercó al toro y dibujó tres lentísimas y excelentes verónicas por el pitón derecho que fueron convenientemente aclamadas por el respetable. Le respondió Pablo Aguado con otro quite por el mismo palo y pitón: tres verónicas templadas y una media de cartel; y volvió Urdiales con otras tres de categoría, con lo que quedó cerrado un tercio de auténtico clamor.

Bien empezábamos.

En el segundo toro, fue Aguado el que se sintió inspirado: un quite de cuatro verónicas muy sentidas y una media primorosa; y con otra media honda, de puro sentimiento, dejó a su oponente dispuesto para el caballo. Le respondió Francisco de Manuel con capotazos algo atropellados y una larga muy torera; y allá que se fue Aguado otra vez hacia el toro para regalar otra media tan lenta que a estas horas parece que no aún ha terminado.

El toreo a la verónica, en los cielos. Toreo de verdad, pura armonía, aroma irradiado por toda la plaza.

¿Y los toros? En los infiernos. Está visto que nada es perfecto.

El toro de hoy, ese toro artista que tanto le gusta a las figuras, viene con quince o veinte muletazos de serie, lo que significa que si se le obliga a embestir al capote, llega desfondado y amuermado al tercio final.

Eso sucedió en el primero de Urdiales. Cuando la plaza entera asistía expectante al inicio de faena, pronto comprendió que el toro se había esfumado. Ya no era el colaborador fiel, sino un proyecto de cadáver. Y la historia se repitió en el que correspondió a Aguado: en el capote dio todo que llevaba, y los denodados esfuerzos del torero solo sirvieron para esbozar un par de naturales y poco más.

Ni Urdiales ni Aguado tuvieron suerte con sus otros oponentes, a cual más descastado de los dos, y los buenos deseos volaron como las golondrinas que cada tarde asisten al festejo.

El turno tercero de Francisco de Manuel fue laborioso. El toro titular lo devolvieron a los corrales por su manifiesta invalidez; el sobrero, también; y en la lidia del segundo sobrero, del Conde de Mayalde, hubo historia.

Lo recibió De Manuel de rodillas en el tercio con una airosa larga cambiada, y, a renglón seguido, una mezcla de verónicas, delantales, una chicuelina y una media.

También de rodillas comenzó su faena de muleta, y, ahí, el toro lo enganchó y le propinó una seria voltereta sin más consecuencias aparentes que una gran costalada sobre la arena. Repuesto con el agua embotellada, pero milagrosa, volvió a la cara del toro y no pudo más que demostrar entrega y pundonor, pues el animal tenía cortísimo el viaje y antes de lo previsto se vino abajo. Mató de una buena estocada y se le pidió la oreja, que quedó en una justa vuelta al ruedo.

Brindó al público el sexto, enardecido tras dos extraordinarios pares de banderillas de Juan Carlos Rey. Con los tendidos a favor y dispuestos a que hubiera un trofeo en el último toro, De Manuel se empleó a fondo para sacar al toro lo que no tenía. Era blandísimo, como todos los demás, lo que no impidió que el matador le robara algunos medios pases por el lado derecho que a la concurrencia le supieron a gloria. El diapasón bajó por el izquierdo por la nula colaboración del animal, y el torero lo emborronó todo con un pésimo manejo de los avíos de matar.

El Pilar/Urdiales, Aguado, De Manuel

Toros de El Pilar, -el tercero, devuelto-, desigualmente presentados, mansurrones, nobles, inválidos y descastados; sobrero de la misma ganadería, también devuelto; segundo sobrero, del Conde de Mayalde, mal presentado, manso y sin clase.

Diego Urdiales: estocada (ovación); media estocada caída (silencio).

Pablo Aguado: pinchazo _aviso_ y casi entera caída (ovación); dos pinchazos y media (silencio).

Francisco de Manuel: estocada _aviso_ (vuelta al ruedo); dos pinchazos _aviso_ pinchazo, estocada suelta, cinco  descabellos _2º aviso_ y dos descabellos (silencio).

Plaza de Las Ventas. 26 de mayo. Decimosexto festejo de la Feria de San Isidro. Lleno (22.273 espectadores, según la empresa).


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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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