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Michelangelo Pistoletto, artista: “El teléfono ha sustituido a la imagen de Dios”

El gran exponente del ‘arte povera’ italiano presenta a sus 89 años una antología de su obra en Roma

Michelangelo Pistoletto, retratado en 2019 en Milán.
Michelangelo Pistoletto, retratado en 2019 en Milán.Pier Marco Tacca (Getty Images)
Daniel Verdú

Michelangelo Pistoletto tiene 89 años y podría decirse que lo ha hecho casi todo en la vida. De eso iba, en parte, el arte povera (arte pobre), la corriente artística de la que formó parte en los años sesenta y que tocó una de sus cimas con aquella Venus de los trapos (1967), una crítica a la sociedad del consumo y la cultura del descarte que comenzaba a abrirse paso. El esquema de trabajo era transformar, criticar, unir y provocar cambios. Y llegados a esta fase de la vida, no parece que vaya a renunciar a casi nada de eso. El artista acaba de inaugurar una antológica en el claustro de Bramante de Roma (Infinito, el arte contemporáneo sin límite) y sigue creando en la Città dell’Arte, el gran complejo que construyó en 1991 en Biella (Piamonte), sin dar muestras de fatiga. De hecho, cuenta al teléfono, sigue esquiando cuatro horas al día cuando las pistas están abiertas. El conocimiento, se supone, está en todas partes.

Pregunta. Entonces, ¿es verdad que no ha leído un libro en su vida?

Respuesta. No he leído nunca un libro y no tengo ninguno. Siempre he pensado creativamente. Y es curioso cómo el mundo me ofrece continuamente oportunidades para considerar lo que se está haciendo e intentar activar el pasaje de una fase a otra. Yo no estoy quieto nunca.

P. ¿Usa el teléfono?

R. Bueno, con usted en este momento [se ríe]. Pero no, mi teléfono es uno de esos antiguos. El que tiene toda la tecnología es el de mi mujer.

P. ¿No le parece que están destruyendo nuestra atención?

R. La ciencia ofrece una esperanza, algo que la gente siempre ha buscado: la divinidad. Y hoy la tecnología nos lleva a una sustitución del concepto de lo divino o de lo superior. Vemos, por ejemplo, que en la religión cristiana todas las personas tenían un amuleto, una imagen religiosa. Hoy el teléfono ha sustituido esa imagen de Dios. Es una invocación a una divinidad común representada ahora por la tecnología.

'La Venus de los trapos', de Michelangelo Pistoletto, en la exposición 'Infinito, el arte contemporáneo sin límite', en Roma.
'La Venus de los trapos', de Michelangelo Pistoletto, en la exposición 'Infinito, el arte contemporáneo sin límite', en Roma.

P. Hay un cierto onanismo artístico alrededor de la tecnología.

R. En 1991 creamos la Città dell’Arte, precisamente, para activar todos los elementos y sectores de la vida social. Para que el arte no fuera dirigido a la autorreferencia, sino a situarse en el centro de una transformación responsable de la sociedad.

P. ¿Cómo se materializa esa transformación?

R. En el compromiso. Aquí, por ejemplo, hemos desarrollado el concepto de la ciudad archipiélago. Que comprende todo el territorio de Biella e incluye la parte urbana como la parte forestal con sus ríos. La naturaleza y el artificio se unen de forma activa.

P. ¿Esa es su idea del Tercer Paraíso?

R. Exacto. Es un símbolo que hice a principios de los años 2000. Está hecho de una línea que crea tres círculos nacidos del símbolo del infinito. En uno se representa la naturaleza, en el opuesto el mundo artificial y en el del centro se representa la unión equilibrada y armónica. Un tercer estadio de la humanidad. En la ciudad archipiélago sucede igual: las islas son los pueblos y el mar es la naturaleza. La construcción es la vida artificial, pero debe crearse el equilibrio económico y social con la naturaleza.

'El metro cúbico', de Pistoletto.
'El metro cúbico', de Pistoletto.

P. Vistas las catástrofes climáticas, no parece que ese equilibrio exista hoy.

R. Si nadie se ocupa de una actividad de transformación con un compromiso, las cosas no cambian. El mundo siempre ha cambiado con los años, pero ahora estamos en un punto de tensión y conflicto donde ya no resolvemos ni las relaciones humanas. Hay un estancamiento. Las guerras siguen devastando. Pero no solo las de las armas, sino la que libramos contra la naturaleza. Y mire, no hay compromiso mayor que el acto creativo. La creación debe distribuirse, no considerarse como un acto elitista del artista. Debe ser una escuela de civilización.

P. ¿Le parece necesario el compromiso político?

R. Claro. Pero político quiere decir polis, que es la sociedad. La vida común. El arte no puede ser un acto individual. La creación es un compromiso colectivo.

P. Entonces, ¿qué le parecen artistas como Damian Hirst o Jeff Koons?

R. El arte existe porque cada uno hace lo que cree oportuno. Hay un desarrollo también tecnológico y técnico personal. No es necesario eliminar la individualidad, pero hay que incidir en la sociedad. Hay que ser autónomo, pero debe estar conectada con la autonomía creativa de los otros parecer algo que de otro modo no existiría. Como la propia sociedad.

P. En la muestra vemos varias fases de su carrera. Encontramos, por ejemplo, los famosos cuadros espejo. ¿Cómo se explicarían hoy?

R. Son el origen de todo lo que estoy diciendo. El origen del arte/sociedad. En el cuadro espejo trabajé en los años cincuenta buscando mi identidad. Partí de la idea de verme a mí mismo haciendo un autorretrato. Debía transferir esa imagen a la tela. Transformé la tela en un cuadro que reflejaba. Así me reconocía, porque no estaba solo en el autorretrato, como en el resto de las obras de este tipo. En mi cuadro, entra toda la gente y el público se convierte en autor. Así nace la participación de la sociedad.

P. Digamos que fue la invención del selfi.

R. ¡Exacto! Viéndome a mí mismo, veo también a quienes tengo alrededor. Hoy el selfi es un cuadro espejo. Cada uno se conecta con la multiplicidad de las posibilidades de verse y reconocerse. Nos lleva al nosotros como identificación del yo.

'Platillos de batería', de Michelangelo Pistoletto, en Roma.
'Platillos de batería', de Michelangelo Pistoletto, en Roma.

P. El problema del selfi es que parece partir del egoísmo.

R. Es que cualquier juego está hecho de personas que quieren ganar. Cuando juegas cometes un acto de egoísmo. Pero necesitas a los demás para jugar y transformar. Y eso forma parte de ese autorretrato.

P. Usted fue el gran exponente del arte pobre. ¿Qué vigencia tiene en este mundo copado por el consumo?

R. Nació ya en un momento en el que se sentía la necesidad de superar el sistema consumista. Piense en la Venus de los trapos. Cuando la hice ya había una degradación importante del sistema. Pero desde 1967 la situación ha empeorado. Hay playas enteras de África cubiertas de montones de trapos que llegan del mundo del consumo, descartes del primer mundo. Tenemos islas enteras hechas de plástico y residuos. Es monstruoso. La Venus representa la virtud de la belleza, de la elegancia y la sabiduría. La Venus regenera los trapos, y trae la memoria de la historia. El arte pobre es la necesidad de hacer de las obras algo fenomenológico, algo que represente lo esencial. Es un arte radical, que va a la raíz.

P. En la muestra encontramos también una obra sobre el Mediterráneo…

R. Se llama Love Difference, es de 2003. Es el Mediterráneo rodeado por sillas que regalaron distintos países que se asoman a ese mar. Debía ser un pequeño parlamento donde las personas se encontraban y debatían, también entre religiones y culturas. Pero continuamos haciéndonos la guerra en él.

P. ¿Cómo ve Italia hoy? ¿Qué le parece como van las cosas?

R. No puedo decir nada a favor o en contra de este Gobierno. Solo puedo ver qué logra realizar. No acuso antes de ver las acciones. Pero es seguro que este Gobierno de orígenes de extrema derecha existe como fracaso de la izquierda. Si no estoy de acuerdo con esta derecha, debo pensar que es culpa de la izquierda, que no ha sabido actuar de una manera justa y equilibrada para que la sociedad no se volcase de esta manera hacia la derecha.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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