Jane Fonda rememora su carrera: de sus experiencias duras a su relación con otras estrellas
La actriz charla con el público en Cannes y habla de sus cambios vitales, sus diversos activismos, y no deja en buen lugar ni a Robert Redford ni a Michael Douglas
En esta edición, el festival de Cannes se ha rendido a la veteranía de clásicos de Hollywood: si abrió sus encuentros con Michael Douglas, hoy los ha cerrado Jane Fonda (Nueva York, 85 años). Lo que unió El síndrome de China lo ha subrayado el certamen francés. En el escenario, Fonda ha estado tan brillante como divertida. Asegura que no hay secreto para su buen estado actual: “No estoy orgullosa de haber pasado por el quirófano. Anoche dormí 13 horas, me alimento bien y soy curiosa. Y sobre todo, ahora intento no parecerme a nadie”.
La actriz empezó hablando de una frase que dijo hace décadas, sobre que el mundo está en perpetua revolución. “Desde luego, también tenía que haber dicho que el arte está en perpetua revolución. Los mismos actores damos vida a personajes de todo tipo, lo que en sí mismo es una revolución constante. Mi segundo marido, el formidable activista Tom Hayden, decía que antes de empezar una película yo parecía un pitcher de béisbol preparando el lanzamiento. Una persona tan incompleta como vulnerable [y se pone de pie para imitar el gesto de balanceo del pitcher]. Y luego llega la revolución”.
En 1965 rodó La ingenua explosiva, con Lee Marvin. “Cómo bebía. Todas las noches le tenía que arrastrar hasta su habitación de hotel. Recuerdo que había muy poco presupuesto, que rodábamos muchas horas, hasta que Marvin se plantó y me dijo: ‘Somos las estrellas, no podíamos permitir esto porque significa que el equipo todavía trabajaba más’. Fue una gran enseñanza”. De dos galanes con los que ha trabajado, ha tenido palabras muy distintas: “¿Robert Redford? Llega tres horas tarde y enfadado, pero es un tipo majo, ¿eh? En fin, añadiré que tiene un problema con las mujeres”. En cambio, de Alain Delon contó. “Una de las personas más maravillosas que he conocido”. Tampoco habló bien ni de Godard ni de Michael Douglas: “Michael siempre ha cultivado las relaciones públicas, no las amistades. Y por eso ha durado tanto en el negocio”. ¿Cuál es su partenaire favorito? “Sin duda, Lily Tomlin”, que es el actor o actriz con el que más ha trabajado en su vida.
Su primer gran éxito fue Barbarella, con su primer marido, Roger Vadim: “Me mudé a Francia para huir de la sombra de mi padre [Henry Fonda]... y cuando digo esto nadie se ríe nunca, ajá. Barbarella no me gustó ni en el rodaje ni en su estreno; ahora la encuentro maravillosa, divertida”. Confesó lo complicado de rodar con arneses las secuencias voladoras (“Digamos que me jugué la fertilidad”) y que los desnudos los hizo borracha, por pura timidez, “y rodeada de multitud de hombres”.
Recordó que en sus inicias iba teñida de rubio: “Iba de rubia porque me hacía sentir femenina y protegida. Al cortarme el pelo me sentí liberada. En 1970 empezó mi activismo social cuando empecé a saber cosas de la guerra de Vietnam, historias que no me podía creer. Yo vivía en París con Roger Vadim y me volví a EE UU porque solo así podía protestar”. Aquel conocimiento sirvió para alimentar la creación de su personaje en El regreso.
Después llegaron otros éxitos como Danzad danzad malditos (“Que la hice porque mi madre se suicidó, algo que también intentaba mi personaje”) y Klute. Fonda rememoró a las prostitutas que conoció para componer su personaje, “todas sufrieron abusos de niñas”, que la empujaron a abrirse a un activismo social y feminista. Y se maravilló que sus dos últimas películas, 80 for Brady y Book Club: ahora Italia, hayan tenido como protagonistas a un cuarteto femenino. “Todavía no me lo creo”.
Sin proyectos cinematográficos
Sobre su futuro profesional, aclaró: “No tengo actualmente proyectos fílmicos porque estoy completamente concentrada en la lucha contra el cambio climático”. Y subrayó que muchos problemas van encadenados: “No habría calentamiento global sin racismo ni patriarcado. El activismo me dio la vida. En los últimos años, cada vez que gritaban ‘corten’, cogía el teléfono y recaudaba fondos. Porque nunca me he sentido parte de Hollywood ni me ha preocupado mucho mi carrera”. Ha sido curioso cómo Fonda ha hablado de su propio feminismo, que definió como “cerebral” durante décadas. “Siempre he estado casada hasta hace poco. Eso dice algo de mí. Un día vi Los monólogos de la vagina, y solo entonces sentí que mi cuerpo y no solo mi cerebro era feminista”.
Acerca de ese feminismo, apuntó sobre una segunda lectura posible de El síndrome de China. “Todos nos quedamos con que habla de la energía nuclear, y en realidad ahonda en las diferencias de género, porque en aquellos tiempos las periodistas se dedicaban solo al entretenimiento, y mi personaje quiere saltar a la investigación, con todos los hombres en contra. James Bridges, el director, lo entendió a la primera y me ayudó en esa faceta de mi reportera”. Con todo, el gran cambio solo ha llegado con el movimiento Me Too: “Más allá de no permitir más abusos sexuales, Me Too ha logrado que cualquier mujer pueda contar su caso y que sea creída. Creedme, es un gran salto”.
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