Un matrimonio judío burló la censura nazi para publicar libros infantiles en la Holanda ocupada
La colección El Pintor, dirigida por una pareja de artistas, revive gracias a una biografía y a la venta de una veintena de ejemplares que serán donados al Museo del Holocausto de Ámsterdam
Entre 1941 y 1944, durante la ocupación alemana de Países Bajos, una colección de libros y juegos infantiles publicados bajo el nombre de El Pintor alivió la vida de miles de niños holandeses. Con hermosas ilustraciones y páginas desplegables, lograron ediciones de 10.000 ejemplares a escala local. En Alemania, donde también se publicaron traducidos, hubo tiradas de hasta 60.000. Detrás de El Pintor hay una historia de valor y compromiso personal, ya que sus responsables fueron la ilustradora Galinka Ehrenfest, de padre judío, y su esposo, Jaap Kloot, de familia judía. Como se les impedía trabajar debido a su origen, utilizaron el seudónimo en español para publicar y ayudaron a sus compatriotas escondidos con los ingresos obtenidos. Sus vivencias han sido recogidas por la escritora holandesa Linda Horn, y una veintena de aquellos libros han sido adquiridos por un particular en la Feria Internacional del Libro Antiguo de Nueva York. El comprador tiene la intención de donarlos al Museo del Holocausto, de Ámsterdam, que está siendo renovado.
La guerra quebró el universo mágico creado por El Pintor. Jaap Kloot murió asesinado en 1943 en el campo de exterminio de Sobibor. Tenía 26 años. Galinka Ehrenfest sobrevivió, pero perdió el hijo de ambos que esperaba. “Es muy triste pensar que la misma persona que contribuyó a iluminar la vida de los niños, y cuyo trabajo fue valorado por los propios ocupantes germanos, que tradujeron los libros, pereció a sus manos”, dice al teléfono Peter Kraus, dueño de Ursus, la tienda de libros de Nueva York que ha vendido esta colección.
Kraus expone desde hace años en TEFAF, la Feria de Arte y Antigüedades de la ciudad holandesa de Maastricht, y un visitante le pidió allí su tarjeta. “Vendo libros ilustrados, y un coleccionista holandés me preguntó si querría poner a la venta los que había reunido a lo largo de tres décadas. Los catalogué y creo que es una compilación única en su clase en el mundo”, explica. El comprador también es un ciudadano holandés, que prefiere mantenerse en el anonimato. “Estos libros sorprenden por su calidad. La impresión es muy buena y los desplegables, extraordinarios. Y todo se hizo en plena guerra con falta de materiales y todo tipo de trabas. No conozco un caso parecido”, asegura.
Galinka y Jaap se conocieron en 1934 en la Escuela Nueva de Arte de Ámsterdam. El padre de ella, Paul Ehrenfest, era un físico nacido en Austria. La madre, Tatiana Afanassjeva, fue una matemática rusa. Galinka nació en 1910 en lo que hoy es Estonia, y se trasladó a la ciudad holandesa de Leiden cuando su progenitor obtuvo allí una cátedra. Jaap Kloot nació en 1916, y su padre era comerciante. Los jóvenes se hicieron amigos, y en su círculo de conocidos había artistas que colaboraron en la colección de El Pintor. Él había fundado una empresa llamada Corunda, y la aprovecharon para publicar 17 libros en color, poblados de animales salvajes, parajes exóticos y juegos al aire libre que ayudaban a los niños a no desfallecer en medio de la guerra. “Yo había escrito un libro sobre dos artistas judíos, y durante mis investigaciones vi un cuadro de Galinka. Me interesó, y a medida que avanzaba en mi búsqueda, recordé que yo también tenía volúmenes de El Pintor en casa cuando era pequeña”, señala Linda Horn, autora holandesa del libro Galinka Ehrenfest en El Pintor (Galinka Ehrenfest y El Pintor, editado en neerlandés por De Buitenkant).
Las historias de los libros y juegos creados por Ehrenfest y Kloot tuvieron mucho éxito, “y el empeño de esta pareja fue encomiable, porque hallaron la forma de seguir adelante a pesar de que las leyes nazis les despojaran de su empresa”, sigue la escritora. Países Bajos fue ocupado por las tropas alemanas entre 1940 y 1945, durante toda la Segunda Guerra Mundial, y la pelea para encontrar papel y superar la censura fue constante. “Había que pasar muchos controles y solo después, con el visto bueno del ocupante, podían empezar. Pero ellos lo consiguieron, y valía la pena contar el fenómeno de la edición de libros infantiles en aquellas condiciones”. Horn asegura que cuando publicó su obra le llamó mucha gente, “no solo del gremio de los libros antiguos, diciendo que aún tenían ejemplares en su hogar sin saber que fuesen tan especiales”. Todo un detalle, porque los libros infantiles no suelen llegar en buen estado a la edad adulta.
La familia de Galinka Ehrenfest tenía entre sus mejores amigos a Albert Einstein, que le regaló un violín cuando era niña. La relación era tan cercana que con sus hermanos —dos chicos y otra chica— lo llamaban por su apellido, como si fuera uno de sus tíos. Uno de los hermanos varones de Galinka tenía síndrome de Down. Los otros dos eran superdotados, y ella, con gran aptitud para el arte y la música, buscó ahí su camino. Viajó sola por Estados Unidos y estudió en una escuela del ramo en Los Ángeles con una beca. “También visitó a su padre, que dio clases en California. Hasta que un día encontró lo que buscaba, trabajar con y para los niños. También diseñó parques infantiles y juegos donde los pequeños podían investigar y ser traviesos”. Por las páginas de las historias de El Pintor, vuelan niños sujetos a un globo, las ranas se reúnen a la orilla del agua y los conejos meriendan en el parque. Hay recortables de edificios señoriales de los canales de Ámsterdam, puentes, árboles, camiones y coches de caballos, con los que armar una ciudad de cartón. Y surgen jardines donde las hadas son niñas, y desplegables que son un triunfo dadas las penurias de la contienda.
En 1941, cuando los nazis arrebataron sus empresas y negocios a los judíos, Jaap Kloot dejó Corunda en manos de gente de confianza y siguió adelante con su trabajo de forma discreta. Junto con Galinka, se ocupaba también de buscar escondites para los judíos perseguidos. A pesar de que ellos mismos pasaban las noches en distintos lugares para no ser encontrados, fue detenido en mayo de 1943. Pereció en julio de ese mismo año. El 19 de junio, ella también fue arrestada. Estaba embarazada y la interrogaron en la cárcel durante una semana. Según los documentos del Museo de la Resistencia, de Ámsterdam, “un capitán de las SS, llamado Benno Samel, la ayudó, como había hecho antes con otros, explicando cómo debía contestar al interrogatorio”. De este modo, “ella consiguió hacer creíble una historia falsa y fue liberada el 26 de junio”. Para su desespero, “el bebé nació muerto poco después”. Consiguió que la sacaran del registro de judíos, pero los padres y cuatro de los ocho hermanos de su marido murieron en los campos de exterminio.
Antes de la guerra, la tragedia había golpeado ya a la familia de Galinka. “Su padre atravesó un mal momento profesional en 1933. A pesar de que era una fecha temprana, vio lo que se avecinaba [Hitler llegó al poder en Alemania ese mismo año] y consiguió una pistola. Fue con ella al centro donde estaba su hijo con síndrome de Down y lo mató de un tiro. Después se suicidó”, cuenta Linda Horn. En su opinión, y aunque es muy cuidadosa con sus palabras, “pudo sentirse derrotado, y con el temor a los nazis debió parecerle que no había futuro para el chico”.
Galinka Ehrenfest, que vivió hasta los 69 años, publicó todavía un libro más de la colección de El Pintor. Después de la guerra, se convirtió en una diseñadora de interiores, con especial atención a las habitaciones para niños. “Durante su vida, ideó espacios para montar y desmontar, y para que transformaran la fantasía en realidad. Donde pudieran aprender sin imposiciones por parte de los mayores”. Con la recuperación de su biografía y la venta de la colección, la magia de El Pintor asoma de nuevo.
Babelia
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