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La mula, la cabra, la yegua: el tributo animal de amor y violencia de la bailarina Luz Arcas

La artista está de gira por España con ‘Mariana’, un imaginario sobre la mujer como bestia de carga para un cuerpo jondo y cinco músicos

La bailarina y coreógrafa Luz Arcas, en un ensayo de 'Mariana' en los Teatros del Canal.
Mercedes L. Caballero

La cita es en una sala de ensayo de los Teatros del Canal de Madrid. La bailarina y coreógrafa Luz Arcas (Málaga, 40 años) recibe a este periódico unos días antes de que Mariana, su último espectáculo, se muestre este fin de semana en este escenario. El encuentro tiene lugar en un aula de la quinta planta del edificio y la luz entra a raudales por las ventanas. Ataviada con el vestuario de la obra, ropa interior color nude (el color carne de toda la vida) y bridas y arreos típicos de yeguas y mulas, que la creadora ha diseñado junto a Ernesto Artillo, ofrece una imagen poderosa. Podría ser la Patti Smith de Before the night, si la célebre cantante y poeta se hubiera dedicado a lo escénico y nacido más al sur del planeta.

De los altavoces se escuchan quejíos flamencos (“estaba aprovechando para ensayar un poquito”) y, rápidamente, el contraste entre lo que se ve y lo que se escucha devuelve una estampa directa y clara de lo que representa el lenguaje coreográfico de Arcas: un no lugar de hibridación singular entre el folclore y lo contemporáneo. Ella lo llama “cuerpo jondo”. “Es un cuerpo que vengo trabajando desde hace varios espectáculos y que es impuro y mestizo, alejado de lo apolíneo, eso no me interesa. Nace de un lugar muy interno, nunca trabajo con espejo ni tengo la necesidad de visualizar las formas que genero. Es pensar el cuerpo con la libertad que marca el sentirlo primero”.

Luz Arcas posa en un descanso del ensayo.
Luz Arcas posa en un descanso del ensayo.Santi Burgos

Esta despreocupación por las formas académicas o estilizadas, aun teniendo una amplia formación en danza (o precisamente por eso) dentro y fuera de Europa (es licenciada en coreografía por el Conservatorio Superior María de Ávila y en dirección escénica por la RESAD), unida al gesto impetuoso y primitivo que practica, doloroso en ocasiones en la mirada de quien observa, compone parte del grueso de su relato, desarrollado al frente de su compañía La Phármaco, desde 2009. “Alguna vez se me ha preguntado si no me hago daño al bailar, pero la única lesión que he tenido en mi vida fue cogiendo en brazos a mi hija recién parida”.

Furia contemporánea

Mariana se desliza sobre lo femenino como fuerza productiva y bestia de carga a través del imaginario andaluz del animal hembra que ha acompañado al ser humano en el trabajo y en el show. “Desde la mula en la trilla hasta la cabra en el taburete, Mariana (que es el nombre del palo flamenco dedicado a la cabra que acompañaba al gitano errante) recorre las relaciones de amor, dependencia e incluso violencia, que siempre me han interesado”, explica la creadora.

En escena, Luz Arcas atraviesa sola la danza (“prefiero la palabra baile”, asegura), rodeada de cinco músicos entre los que se encuentran dos miembros de la conocida familia Bonela, saga malagueña guardiana de los cantes del campo que articulan la composición musical del montaje. “Trabajar con ellos ha sido un regalo. Al principio estaba preocupada, pensé que al verme dirían: ‘Nos ha tocado la loca, mala suerte’. Pero su respeto y cuidado fue instantáneo desde el principio”, explica emocionada y divertida.

Sobre esto, y dado que Mariana se estrenó el pasado mes de octubre en la Bienal de Flamenco de Sevilla, cuna para la heterodoxia, pero también diana de duras críticas por parte de los más puristas, Arcas señala un precepto reseñable: que a menudo tales enfrentamientos se producen fuera de lo artístico. “La comunidad de artistas es muy abierta; las críticas, las etiquetas, suelen llegar de otra parte”. La furia contemporánea de Mariana, donde Arcas no es bailaora ni bailarina al uso, sino “el animal que acompaña a los músicos”, viajará después al festival Dansa València (19 de abril) y Málaga y Marbella (en mayo).

Otro momento del ensayo de Luz Arcas.
Otro momento del ensayo de Luz Arcas.Santi Burgos

Del quejío flamenco al grito de Sarah Kane

“Evidentemente, son lenguajes, emociones y visiones radicalmente distintas, pero en el fondo, tanto uno como otro, son sólo cuerpos padeciendo el mundo”. Se refiere Arcas a los dos proyectos que tiene en la actualidad entre manos. El segundo es la adaptación de Psicosis 4.48, de la dramaturga británica Sarah Kane. Un encargo de la directora del Teatro Español de Madrid, Natalia Menéndez (“y que acojo con todo mi corazón y mi bagaje”), protagonizado por Natalia Huarte y que se verá en el Español del 7 de junio al 2 de julio. “Habrá muchísimo cuerpo, será el centro de la obra, pero sentí que tenía que respetar el texto de Kane porque ella fue y es, sobre todo, palabra”.

La reciente publicación de su libro Pensé que bailar me salvaría, editado por Contintametienes, corona la amplia necesidad creativa de una bailarina que jamás se ha presentado a una audición y una coreógrafa, ajena a tendencias y corrientes, que afirma haberse formado casi sin referentes. “Mi camino ha sido bastante solitario, nunca me he sentido parte de una identidad colectiva”, dice. Una autonomía contemporánea alineada con lo feroz, que bucea en lo incómodo y en lo que ella llama teatro de la vergüenza, “que tiene que ver con el hacerse cargo de la miseria humana, subirte a escena y compartirla y celebrarla”, y que engendra ríos de punk escénico y verdad. “Hay algo de redención en la rendición. Un intento de sublimar la derrota y vencer perdiéndolo todo”.

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Sobre la firma

Mercedes L. Caballero
Periodista especializada en información y crítica de danza desde principios de los años 2000 a través de diversos medios de comunicación de radio y prensa escrita. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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