El guion oculto que escandalizó en China se escribió en Colombia
Antes de escribir ‘Volver la vista atrás’, Juan Gabriel Vásquez ideó un argumento para una película basado en la vida del cineasta Sergio Cabrera. La industria consideró que no pasaría la censura del país asiático
Se sentaban el uno frente al otro en el estudio y conversaban durante horas. Cuando despertaban del embrujo que se generaba en la habitación, descubrían a través de la ventana que se había hecho de noche en Bogotá. Durante esas largas charlas, el escritor Juan Gabriel Vásquez escuchaba asombrado la vida del cineasta Sergio Cabrera, que acabaría con los años siendo el protagonista principal de su novela Volver la vista atrás, un libro que se ha metido a la crítica y al público en el bolsillo. Pero en ese momento todavía no se sabía lo que iba a ocurrir con todo ese material hablado que registraban en las notas de voz del iPhone de Vásquez. El proyecto más inmediato que surgió fue el de hacer un argumento para una película china. De haberse concretado, hubiera cambiado la historia reciente de la literatura colombiana.
La propuesta le llegó a Cabrera, director de La estrategia del Caracol. Li Chow, una amiga que era directora de Columbia Pictures en Asia, le animó presentar alguna idea, había muchos productores chinos interesados en su azarosa vida. Cabrera, de niño, vivió en Pekín durante la revolución cultural por empeño de su padre y acabó siendo guardia rojo de Mao. El chico parecía un extraterrestre en un planeta nuevo. Por si fuera poco material en el que trabajar para un cuentista, Cabrera acabó más tarde en la selva colombiana combatiendo con la guerrilla. Los que habían oído su historia con detenimiento la consideraban fascinante. Y toda esa vida estaba resumida en las grabaciones que tenía Vásquez en su poder.
El novelista escribió un argumento de ocho folios para esa película china en fase embrionaria. Iván —alter ego de Sergio Cabrera—, visita Pekín después de muchos años. A medida que pasea por la ciudad se le amontonan los recuerdos. El primer giro llega cuando el padre del protagonista muere y él decide no asistir a su entierro. Con el tiempo, eso ocurriría en la vida real y Cabrera actuó de la misma manera que en el argumento de Vásquez: no asistió al funeral de su padre, un actor de origen español que había hecho fortuna en los teatros colombianos. Sin quererlo, al tomar esa decisión el cineasta se convirtió en uno de los personajes de Vásquez incluso antes de que se escribiera el libro.
El hacer algo juntos surgió de manera natural. Cabrera había leído las primeras novelas de Vásquez, le parecían muy buenas. Vásquez había disfrutado en el cine las películas de Cabrera. Los dos regresaron a Bogotá después de vivir en el extranjero más o menos por las mismas fechas, en 2012, y por coincidencia se instalaron en apartamentos cercanos. “Empezamos a vernos con frecuencia en cenas de amigos”, recuerda Vásquez. “En medio de una conversación interesante, Sergio recordaba cuando era guardia rojo de Mao. El resto de la conversación quedaba anulada, los presentes comprendíamos que nuestras vidas eran banales y queríamos oír lo que Sergio tuviera que contar”.
Al cabo de varias cenas, el escritor cayó en la cuenta de que esa vida no solo era exótica, sino que contaba algo importante y que entroncaba con algunas de sus obsesiones literarias. “Contaba algo que está en el centro de todas mis novelas: la manera en la que los movimientos de la historia moldean las vidas privadas. Al ver la historia de Sergio pensé que era un libro mío”, agrega.
A partir de ahí se juntaron con regularidad para hablar. “Para mí era un privilegio que él se interesara en mi vida”, añade Cabrera, sentado en un sofá junto a su amigo. Se encerraban en el estudio, Cabrera sentado en el sillón blanco, Vásquez con una silla enfrente, como un cura, un detective o un terapeuta. “Me iba después a casa y me llegaban flashazos de mi vida. Los anotaba para contárselos en la siguiente sesión”, recuerda el cineasta.
En ese momento, Juan Gabriel pensaba que iba a usar la vida de Sergio para ficcionarla. Y en cierto modo así fue cuando por fin escribió la novela cinco años después. “Escribí de su vida tal cual, pero para mí es una novela. Hay un grado de intervención del escritor que no es de la invención de los hechos, pero sí de la interpretación”, dice el escritor.
Y añade: “En el diccionario de Rufino José Cuervo encontré una entrada que me ayudó a entender lo que estaba haciendo. Es la entrada del verbo fingir. Hay una definición que es modelar, dar forma a algo, aplicado a la escultura y a la talla. Ahí pensé: es esto lo que he hecho con el material que me contaron. Todo el material era un pedazo de piedra y yo saqué la figura de ahí. Salieron muchos pedazos de piedra maravillosos, pero no entraban dentro de mi estatua. Por eso es una novela, por el hecho de haber modelado la vida de Sergio y su familia”.
Pero antes de llegar a ese punto estaba sobre la mesa el guion, la idea de llevar la vida de Cabrera al cine. Vásquez le envió el argumento a Cabrera y este a su vez se lo hizo llegar a la productora Li Chow. Entre medias, Gerardo Herrero, productor español, también se entusiasmó con la película y aseguró que quería participar en ella de alguna manera. Durante semanas, tuvieron la esperanza de que el proyecto fuera adelante. Pero todo se acabó de golpe.
Li Chow consultó con los especialistas de su productora y estos le aseguraron que ese argumento no pasaría la censura: los jerarcas chinos no estaban interesados en una historia que retrataba una época difícil para el país, la que va del 63 al 68, y en la que queda claro que había extranjeros como Cabrera que tenían privilegios—el cineasta y su hermana se hospedaban en un hotel junto a otros foráneos en el que había comida, diversión y libertades, a diferencia del resto de China—.
Ese veto que pondrían las autoridades comunistas impediría que la película se viese en los circuitos comerciales chinos. Los productores locales, obviamente, no iban a poner dinero con esos problemas. “Era un riesgo seguir adelante. Si hubiera pasado la censura, era un éxito asegurado, pero en estas condiciones todo se dificultaba mucho. No tenía sentido seguir adelante”, rememora Cabrera.
Entonces, le escribió un email a su amigo y confesor. “Querido Juan Gabriel, no tiene sentido empezar a trabajar en un proyecto que tiene tantas dificultades desde su nacimiento. De todas formas, quedó claro que el entusiasmo por hacer la película se mantiene, cuando regreses podemos reunirnos y analizar a fondo el tema”. El escritor le devolvió el mensaje: “Veremos qué sale, pero seguro que saldrá algo: el material es tan rico”.
Y salió, ganó la literatura. De todos modos, hay muchos interesados en hacer un nuevo intento y convertir el libro en una película o serie. Cabrera ahora mismo no podría dirigirla o supervisarla porque ha aceptado el ofrecimiento de Gustavo Petro de ser embajador en China. “No quiero que se haga la película sin que yo pueda vigilar cada plano. Puedo no dirigirla, pero quiero revisar cada línea del guion, quiero estar presente en cada personaje”, se sincera.
Vásquez ya conoce lo que es trabajar para el cine. Roberto Bentivegna, guionista de House of Gucci, está adaptando su novela más conocida, El ruido de las cosas al caer. Precisamente a Cabrera le ofrecieron hacer de showrunner en ese proyecto, pero no pudo aceptar por sus compromisos como diplomático. Sin embargo, parece claro que el cineasta y el escritor, los dos amigos que se juntaban a hablar durante horas entre cuatro paredes hasta que acababan exhaustos, parecen destinados a llevar la vida de Cabrera al cine. Solo han tomado un pequeño atajo de una década, el de la literatura.
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