La paradoja de Juan Carlos I: apartado en España, agasajado en Francia
El presidente Macron recibe este viernes al rey emérito en el palacio del Elíseo junto con los escritores Mario Vargas Llosa y Javier Cercas
Juan Carlos de Borbón es un monarca caído en desgracia en su país, el Reino de España, donde muchos de sus compatriotas asocian hoy su imagen a los escándalos y la corrupción. En la República Francesa, que nació derrocando y después decapitando al rey Borbón Luis XVI, se sigue considerando a Juan Carlos I la figura histórica que contribuyó a la democracia en su país, y se le agasaja.
Nunca se habrá hecho tan visible este contraste como en la cena privada que esta noche prevé celebrar en el palacio del Elíseo, donde residieron Madame de Pompadour, favorita de Luis XV, Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo, y desde finales del siglo XIX, los presidentes de la República. El actual, Emmanuel Macron, ha organizado el encuentro en ocasión del ingreso a la Academia francesa del escritor Mario Vargas Llosa, el jueves. Asistirán, además de Vargas Llosa, al también escritor Javier Cercas. Pero el invitado que más ha llamado la atención es el rey emérito de España.
La cena de esta noche, que es de carácter privado y no ha sido oficialmente anunciada por el Elíseo, empezó a fraguarse en Barcelona el 19 de enero. Ese día, Macron participó en una cumbre junto al presidente español, Pedro Sánchez. También se reunió con Cercas, con quien unos días antes había conversado en París para EL PAÍS. Se da la circunstancia de que Vargas Llosa había invitado tanto a Cercas como a Juan Carlos I a la ceremonia de ingreso en la Academia. La presencia de los cuatro en la capital francesa propiciaba la ocasión idónea para una cena que subraya la diferencia abismal entre el trato al monarca en España y en Francia.
“Su hijo [Felipe VI] invitó una vez [a Juan Carlos I] para almorzar, y no sé si le permitió dormir la siesta, y tuvo que marcharse rápido después”, comenta con media sonrisa la historiadora Laurence Debray, biógrafa de Juan Carlos I, a quien entrevistó largamente antes de su abdicación en 2014 y ha tratado desde su marcha a Abu Dabi en el verano de 2020, y autora de Mi rey caído (Debate, en español). Debray se refiere al almuerzo en La Zarzuela durante visita del rey emérito a España en mayo de 2022. “Y aquí”, añade, “Macron le recibe, se le aplaude y todo el mundo viene a saludarlo”.
La conversación con Debray se desarrolla el jueves por la tarde, durante la recepción posterior al ingreso de Vargas Llosa a la Academia. A unos metros, un hombre de pie y con bastón: Juan Carlos. A su lado, su hija Cristina y cerca, dos guardaespaldas que velan, entre otros cometidos, que no haya preguntas incómodas y susceptibles de aparecer en titulares de prensa. Hay cola para saludarlo: académicos, personalidades, invitados anónimos, españoles y franceses, latinoamericanos. Algunos se hacen fotos con él. Cuando, un par de horas antes, el rey emérito había entrado en la sala de plenos de la Academia para asistir a la ceremonia de ingreso, fue recibido con aplausos.
La prensa francesa ha empezado a hacerse eco este viernes de la cena. La paradoja de un rey repudiado en su casa y apreciado fuera no se le escapa a nadie. Mediapart, publicación de investigación de izquierdas, publica un artículo titulado: “Cuando Emmanuel Macron invita a cenar a Juan Carlos, antiguo rey que se ha vuelto intratable en España”. La revista del corazón Gala avisa: “Juan Carlos, recibido por Emmanuel Macron en el Elíseo: puede que a Felipe VI no le guste”.
El trato distinto al viejo monarca en Francia y en España puede que sea una cuestión de distancia. Para muchos franceses, los escándalos financieros y las faltas éticas de Juan Carlos I son un asunto hispano-español, un asunto, literalmente, de familia. Para ellos, el rey emérito es un personaje de la historia.
“Emmanuel Macron tiene un concepto muy elevado del Rey”, reflexionaba Cercas este viernes, a unas horas de la cita. “Pero esto no es una excepción ni en Francia ni en el extranjero”. Será, la de esta noche, una conversación de un joven estudioso de la historia europea (Macron) con uno de sus protagonistas (Juan Carlos). Un jefe de Estado con otro jefe de Estado. Por un lado, el de una monarquía parlamentaria con un apego volátil a la Corona, y, por otro, el de una República en la que perviven usos y costumbres del Antiguo Régimen y del imperio napoleónico. Será una conversación, además, en presencia de dos escritores vivos de referencia literaria, Cercas y Vargas Llosa. Al presidente de la República le fascinan los escritores, secretamente de joven quiso ser escritor. Su idea de la política y la Historia es épica y trágica: narrativa. Sin duda Macron, imbuido como tantos presidentes franceses de un profundo y a veces grandilocuente sentido de la Historia, no quiere desaprovechar la ocasión para conversar con su lejano homólogo y escucharle, aprender. El nombre Juan Carlos hoy tiene connotaciones distintas a uno y otro lado de los Pirineos.
“Mire, acabo de hablar con un editor aquí”, cuenta Debray durante el cóctel. “Y me decía que, para él, el Rey es el hombre de la transición democrática sin una gota de sangre, es el hombre de la democracia y fue un gran jefe de Estado, y, por tanto, lo respetamos, el resto es anecdótico. Quizá es esto: en España no se respeta lo bastante al Estado ni al jefe de Estado. En Francia las instituciones son importantes, y se respeta al jefe del Estado, incluso a Nicolas Sarkozy condenado dos veces por la justicia.”
El caso de Sarkozy, presidente entre 2007 y 2012, es ilustrativo. Como recuerda Debray, ha sido condenado dos veces, por corrupción y financiación ilegal, y a penas de prisión. Al haber recurrido las condenas, han quedado anuladas. En todo caso, Sarkozy ni ha tenido que marcharse de Francia tras las condenas, ni le ha repudiado por este motivo su familia política: Los Republicanos, que él fundó, se distanciaron de él, pero no por las condenas, sino por apoyar a Macron. Es más, el propio Macron le pide consejo y le agasaja: el martes almorzó con él en el palacio del Elíseo. Las comparaciones son inexactas, y a veces odiosas, pero el contraste con Juan Carlos, que no ha sido imputado ni condenado, es evidente.
¿Es Francia más respetuosa con las figuras institucionales? ¿O en realidad más tolerante con la corrupción? ¿Es España demasiado severa con su antiguo rey? ¿O ejemplar, más que Francia por lo menos, en la exigencia de que las máximas autoridades rindan cuentas? ¿Qué hace una República que ejecutó a un rey agasajando así a este rey?
“Nosotros matamos al rey y estamos orgullosos de ello, estamos orgullosos de ser los hijos de la Revolución francesa”, dice Debray. “Pero respetamos a los jefes de Estado y, a fin de cuentas, nos gusta la grandeza nacional, nos gusta Versalles, nos gustan las figuras reales, porque esto lo echamos de menos”.
Babelia
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