‘Lobo feroz’: pornografía de la tortura en un risible ‘thriller’ sobre niñas decapitadas
El ‘remake’ de Gustavo Hernández es incomparable desde el prólogo con la comedia negra original, la israelí ‘Big Bad Wolves’, que tanto gustó a Quentin Tarantino
Para empezar, una perogrullada que quizá no esté de más recordar: pese al brillante año 2022 para nuestro cine, lleno de calidad, novedades e interés, se siguen y se seguirán haciendo películas españolas espantosas. Como en cualquier otro país. Es inevitable, y está bien que así sea para que sepamos valorar el mérito que tiene componer algunos de los formidables títulos que se estrenaron la pasada temporada, y la confluencia de tantos trabajos distinguidos y notables en un solo curso.
Viene a cuento el párrafo anterior porque el que esto escribe lleva tres semanas seguidas enfrentado a películas españolas deficientes con una cierta aureola de solemnidad, ya sea por el tema tratado o, como en la presente, por los nombres que encabezan el reparto. Y aunque la decepción sea grande, la conclusión es clara y casi simple: hacer buen cine es muy difícil.
Lobo feroz, coproducción entre España (80% de la financiación) y Uruguay, dirigida por el uruguayo Gustavo Hernández Ibáñez, es una nueva versión de la película israelí de 2013 Big Bad Wolves. Es posible que las razones empresariales que han llevado a reelaborar un título que pasó por nuestro país sin pena ni gloria recaigan en el hecho de que Quentin Tarantino declaró en su día que aquella comedia negra era la mejor obra que había visto aquel año. Pero lo único que demuestra su singular exageración es que lo peor que le puede pasar a algunos autores de renombre, como el director de sensaciones como Reservoir Dogs y Pulp Fiction, es que le salgan émulos tan pedestres como los que tuvimos que soportar críticos y espectadores durante demasiados años.
El remake de Hernández es incomparable desde el prólogo, filmado por los israelíes Aharon Keshales y Navit Papushado con simbólica elegancia y remedado por Hernández con sosa grandilocuencia en blanco y negro. La segunda secuencia provoca que salten las alarmas, sobre todo a los que guiados por el póster español crean que están ante un oscuro thriller de violencia y terror: en plena paliza a un sospechoso, al salvaje policía al que se le va la mano con los interrogatorios le suena el móvil y es su madre para ver cómo se pone el nuevo lavavajillas de casa. ¿Es una comedia esto o qué? Pretende serlo. Tarantiniana quizá; con diálogos vulgares como el del primer encuentro entre los personajes de Javier Gutiérrez y Juana Acosta, y risibles secuencias que parecen sacadas de una mala película de Guy Ritchie de hace dos décadas como el embriagado concurso de bofetones que sirve para descubrir los roles de Antonio Dechent y Adriana Ugarte.
Como ya indica su título, la historia va de crímenes y pederastia; de un apocado profesor de música acusado de decapitar niñas; de los (aquí) guardias civiles que lo persiguen, y de una familia de pasado oscuro que pretende vengarse del sospechoso. Pero nunca hay una idea conjunta en el tono (algo que al menos sí tenía la israelí). Cada secuencia, de comedia o de violencia, va por su lado; la banda sonora y las canciones que suenan están tan estereotipados que parecen una parodia, y la violencia es tan explícita y gratuita que más que una comedia negra acaba siendo un torture porn sin calidad.
En el terreno interpretativo, a Ugarte no le sale su suicida papel de composición. Rubén Ochandiano y Dechent salen vivos: el primero con su inquietante perfil y tono vocal; el segundo con un poso de humanidad y de desvergüenza. Y Gutiérrez nada pinta en un producto tan defectuoso.
Lobo feroz
Dirección: Gustavo Hernández Ibáñez.
Reparto: Javier Gutiérrez, Adriana Ugarte, Rubén Ochandiano, Juana Acosta, Antonio Dechent.
Género: thriller. España, 2023.
Duración: 105 minutos.
Estreno: 27 de enero.
Babelia
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